sábado, 26 de enero de 2013

NO HAY CASO, AUNQUE NO NOS GUSTE HABRÁ QUE ACTUALIZARSE DE A POCO


EL VELORIO


EL VELORIO
            “Si hacen bochinche no hay más velorio”. Eso fue lo que dijo mi abu María cuando entró en el living, esa noche. Estábamos los seis saltando sobre las sillas, el  sillón, algunos sobre la mesa ratona. Mamá nos había comprado bonetes, serpentinas y silbatos.
            Todo era realmente un lío bárbaro y no había forma de pararnos. Lo peor fue que ensuciamos la alfombra nueva con gaseosas y mostaza de los panchos.
            Yo nunca había estado en un velorio y era muy divertido.
            Pero nos sentíamos muy contentos: por fin habíamos logrado atrapar con la red a la rata que andaba por  los techos, y de un golpe en la cabeza, la dejé “seca”. Me decían Héroe. Preparamos una caja de cartón toda forrada, y de la cola, la metimos ahí. Entonces hicimos una reunión, a la que mamá llamó Velorio.
            Salió todo perfecto.
            Ahora tengo treinta años: nunca me voy a olvidar de mi primer asesinato ni de mi primer velorio, cuando era un mocoso de siete años.

lunes, 21 de enero de 2013

LO MATARON POR UN VIDRIO ROTO


 “LO MATARON POR UN VIDRIO ROTO”
                Comodoro Rivadavia, CHUBUT, 5 de enero de 2013. Un joven de 21 años, Cristian A. murió después de recibir 25 puñaladas por parte de un agresor que lo acusó de haberle roto el vidrio de su auto e insultarlo, en el barrio Máximo Abásolo de esta ciudad. El agresor de 25 años de edad, Marcelo V. circulaba en el vehículo Renault Clio junto a su novia, Betty C., cuando un grupo violentó el auto nuevo. El joven abandonó el coche y enfrentó a los agresores con un cuchillo. Pero tomó represalia sobre uno de ellos en particular, de 21 años, quien recibió 25 puñaladas ante la mirada atónita de sus amigos que, frente al ensañamiento, no se atrevieron a intervenir.
               
                Cristian conoce a Betty un sábado de Bersuit. Se imagina entre sus piernas y se alimenta de ese sueño hasta el sábado siguiente. Betty no sueña. Planea los próximos besos como un general su batalla. Pero no es una estrategia vacía de emoción. Cada vez que piensa en Cristian tiembla y los suspiros recorren su garganta hasta lastimarla. No está dispuesta a perderlo. Este sábado se atrapan con brazos y lenguas.
Mientras, Marcelo está en la Capital por negocios. Betty y él son novios desde hace dos años. Todo tranquilo, suaves proyectos de convivencia sin sed ni heridas. Entre ellos las palabras son tibias y nunca se plantean alcanzar el sol, sino una linda casita, un buen pasar, hijos.
Marcelo regresa con un coche nuevo y antes de poder mostrárselo a su novia, le llegan voces susurradas con malicia. Betty no es capaz de traicionarme se dice, y da por finalizado el tema, por eso en el encuentro no percibe ni las palabras atrapadas ni los gestos reprimidos de ella. La invita a cenar al nuevo restaurante del Pasaje Corintos, dispuesto a fijar una fecha de casamiento. Compra los anillos. Pasa una noche feliz sin darse cuenta de que Betty transita por un largo momento de nubosidad variable en sus afectos. Decide que le entregará las alianzas a medianoche, junto al lago del Parque.
Cristian  y sus amigos toman cerveza en la puerta del boliche La Guarida, de Corintos y Vega. Los hechos se desencadenan así: Marcelo dobla en esa esquina sin aminorar la marcha. Uno del grupo que está en la calle hace malabarismos con tres botellas. Ve de reojo el coche.  Con brillante torpeza, una da en la ventanilla del conductor. El vidrio se astilla. Marcelo frena en seco. Sale del auto con una inexplicable arma blanca. Aunque los otros se abalanzan sobre él para frenarlo, el destino parece guiarle la mano: dedica los 25 movimientos de atrás hacia adelante en el estómago, el corazón y el hígado -uno por cada uno de sus años- exclusivamente a Cristian, ante una Betty hecha piedra y pánico.

El joven señalado por los testigos como el autor del crimen permanece detenido en la seccional 6° de la policía de esta ciudad. Alega que no soportó que desconocidos violentaran su coche nuevo. Se lo juzgará por homicidio en segundo grado con ensañamiento y alevosía.

sábado, 19 de enero de 2013

CHICHIPÍO


CHICHIPÍO
            Se decía de él que tenía pajaritos en la cabeza, por ser suaves. Otros murmuraban que le faltaba un tornillo (pero en realidad era una cerradura). Todos conocían la historia de Chichipío, el loco lindo del barrio, que se la pasaba contando fábulas increíbles: que era el segundo hijo no reconocido de la Virgen María; que había conseguido el brevet para aviones de combate en la II Guerra Mundial (a pesar de que tendría unos cuarenta años); que había sido secuestrado por alienígenas, y después de muchas pruebas dentro del OVNI, le habían insertado un chip con forma de llave … y esas cosas.
            Lo cierto es que al Chichi, vagabundo por propia voluntad, que vestía una gastada túnica de arpillera, se lo veía siempre seguido por dos picaflores descoloridos a los que llamaba Chi y Pío, e intentando trepar a los cables de la electricidad.
            Los chicos de la cuadra acostumbrábamos arrojarle piedras hasta que las madres nos corrían con escobas llamándonos irrespetuosos porque era un santo.
            El Chichi comía lo que encontraba en los botes de basura o lo que esas piadosas madres le guardaban del día anterior. Después, subía a un árbol cualquiera y miraba hacia el cielo durante horas, como esperando.
            Pasaron los años. Pero el Chichi no cambiaba. Una tarde me acerqué a él en la plaza: le llevaba una marmita con pollo cortado y papas. Le pedí que bajara de la rama para comer conmigo. Con su sonrisa me indicó que no era peligroso, que no le tuviera miedo. Al deslizarse, acompañado por los pajaritos,  se rasgó un poco la vieja túnica y me dijo que su madre María, se iba a enfurecer. Lo calmé: la virgen no se iba a molestar.
            Me contó las historias que ya conocía y dijo que le gustaría irse en la nave espacial de nuevo: allí nadie le tiró nunca piedras. No pude menos que sonreír, incrédulo.
            Terminó su comida y mirándome fijamente señaló:
—Ellos me necesitan. ¡Ayúdeme! Precisan la llave para abrir la puerta del OVNI. Están encerrados desde hace muchos años; nadie me ayuda. ¡Yo no puedo sacarla porque se desvanece! Está cosida en la manga de mi túnica.

Muy suavemente, como si fuera un cirujano, arranqué un pedazo de tela  Y ahí estaba la llave que nadie daba por cierta. Se la di.

No cabía en mi asombro; estaba paralizado.
 —Gracias. Gracias. Usted es un buen hombre.
Recordé todas las veces que lo había apedreado sin razón y sonrojé.
Mientras, Chichipío dejó el banco de plaza donde estábamos y, seguido por los pájaros, salió corriendo hasta perderse de vista. Una luz muy fuerte y blanca me encandiló por un momento.
Sonreí.

jueves, 10 de enero de 2013

EL AÑO QUE VIENE (FANTÁSTICO ESCRITO DE ZAIPER)


Zaiper de Cruzagramas
Feliz año que viene

El año que viene llega con un montón de ventajas respecto del año pasado: Es nuevo. No está usado. Tiene todos los días de estreno. Sin vicios. Lleno de tiempo para llenar. En el año que viene vas a poder hacer todo lo que no hiciste en éste que termina. Y mucho más también. Y si no te gusta como queda el año que viene (cosa que te vas a enterar recién dentro de trescientossesentaycinco días a contar desde el primero de enero), tendrás tiempo de cambiarlo al año siguiente. O durante el mismo año. Y siempre quedará la posibilidad de mirar hacia atrás y decir cosas como: todo año pasado fue mejor. Porque los años tienen esa flexibilidad que se adapta al cuerpo. Son ergonómicos y aérodinámicos. Térmicos y acondicionados. Elásticos y biodegradables. Así que preparate. Ya llega: año que viene, en todas sus fragancias y sabores. El que gustes. El que quieras para vos. Porque, además, año que viene, es
único. Inevitable. Irrepetible. Aprovechalo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Es mi deseo que el año 2013 traiga paz, comprensión y mucho amor entre los seres humanos, que disminuya la violencia, aumente el respeto y la consideración hacia el otro, que transcurra con  Felicidad, Salud y Trabajo digno.
¡Feliz año! y…Gracias por acompañarme… siempre.
Lidia

UN REGALO PARA EL AÑO NUEVO


Los mejores 101 cuentos literarios de la historia (recomendados por escritores, críticos literarios, editores y lectores)

La lista de los mejores 101 cuentos literarios de la historia

Sin lugar a duda la historia de la literatura nos ha dado un arsenal infinito de obras maestras en formato chico (¡ojo, no menor!) que han pasado le lector en lector y de generación en generación conservando su efervescencia. Eso es, por otro lado, un clásico.  Si bien es cierto que toda “comparación” es engañosa (y odiosa), no podemos evitar vivir ordenando aquello que tanto nos gusta. Y si de ordenar se trata, aquí hemos seleccionado, con criterios más o menos justificables por los nombres de quienes los recomiendan, una La lista de los mejores 101 cuentos literarios de la historia para que puedas leer en formato digital. Ya se sabe, para ser un gran escritor es necesario ser un mejor lector. Manos a la obra y a leer ¿Recomendarías alguno?

Mejores cuentos de la historia


1. “Enoch Soams”, de Max Beerbohm (elogiado por Enrique Anderson Imbert en Así se escribe un cuento, Suma de Letras, 2003).
2. “Casa tomada”, de Julio Cortázar (elogiado por José Donoso en Así se escribe un cuento, Suma de Letras, 2003).
3. “Macario”, de Juan Rulfo (elogiado por José Donoso en Así se escribe un cuento, Suma de Letras, 2003).
4. “Las moscas”, de Horacio Quiroga (citado por Edelweis Serra en Tipología del cuento literario)
5. “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, elegido en una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios el mejor relato argentino del siglo XX.
6. “La casa inundada”, de Felisberto Hernández (uno de los cuentos preferido de Julio Cortázar)
7. “Vivir para siempre”, de James George Fraser (seleccionado por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo en Antología de literatura fantástica).
8. “Regreso a Babilonia”, de Francis Scott Fitgerald, elogiado por Harold Bloom en Cuentos y cuentistas.
9. “La barrica de amontillado”, de Edgar Allan Poe, seleccionado vía email por el crítico literario Manuel Simón Viola.
10. “El nadador”, de John Cheever, seleccionado vía email por la escritora Paloma González Rubio.
11. “El Aleph”, de Jorge Luis Borges, seleccionado vía email por Eloy M. Cebrián.
12. “El cuentista”, de Saki, seleccionado vía email por Pilar Galán.
13. “Ajedrez”, de Kjell Askildsen, seleccionado por Antonio Sánchez, propietario de la Librería El Buscón (Cáceres).
14. “El gesto de la muerte”, de Jean Cocteau, seleccionado por María Carvajal.
15. “Los pocillos”, de Mario Benedetti, seleccionado por Elías Moro.
16. ”La noche de los feos”, de Mario Benedetti, seleccionado por José Rincón.
17. ”La compuerta número 12″, de Baldomero Lillo, seleccionado por Francisco Rodríguez Criado.
18. ”Una muchacha que cae”, de Dino Buzzati, seleccionado por Mely Rodríguez Salgado.
19. ”Aceite de perro”, de Ambrose Bierce, seleccionado por Víctor M. Jiménez Andrada.
29. ”El miedo”, de Ramón del Valle-Inclán, seleccionado por José María Ávila Román.
21. ”Los relojes”, de Ana María Matute, seleccionado por Manuel J. Prieto.
22. “El chiquitín”, de Luigi Malerba, seleccionado y comentado por Blanca Ballester.
23. ”Nacido de hombre y mujer”, de Richard B. Matheson, seleccionado por Miguel Díez R.
24. ”El diario de Porfiria Bernal”, de Silvina Ocampo, seleccionado por Sergi Hernández Arroyelo.
25. ”La tercera orilla del río”, de João Guimarães Rosa, seleccionado, traducido y comentado por Paz Díez Taboada.
26. ”El recado”, de Elena Poniatowska, recomendado por Victoria Pelayo.
27. ”El corazón delator”, de Edgar Allan Poe, recomendado por Juan Fernando Sánchez.
28. ”El río”, de Flannery O’Connor , recomendado por Javier Alonso Sandoica.
29. ”El pozo”, de Luis Mateo Díez, recomendado por Mari Paz Ruiz.
30. ”Rock Springs”, de Richard Ford, recomendado por Juan Carlos Márquez.
31. ”Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo”, de Julio Cortázar, recomendado por José Antonio Fernández.
32. ”Ligeia”, de Edgar Allan Poe, recomendado por Rosa Isabel Vázquez.
33. ”Los gallinazos sin plumas”, de Julio Ramón Ribeyro, recomendado por Juan Ramón Santos.
34. ”La leche de la muerte”, de Marguerite Yourcenar, recomendado por Francisco Montero.
35. ”El hombre que maté”, de Tim O´Brien, recomendado por David Fernández Villarroel.
36. ”La noche boca arriba”, de Julio Cortázar, recomendado por Santiago Roncangliolo.
37. ”En memoria de Paulina”, de Adolfo Bioy Casares, elogiado por Mempo Giardinelli en Así se escribe un cuento.
38: ”Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar, recomendado por Antón Castro.
39: ”Mi hijo el asesino”, de Bernard Malamud, recomendado y comentado por Jaime Díez Álvarez.
40: ”Mi asiento en el tranvía”, de Daniel Sueiro, recomendado por Fernando Valls.
41: ”Bolsas”, de Raymond Carver, recomendado e introducido por Ana Mª Morales Malmierca.
42: ”El viejo en el puente”de Ernest Hemingway, recomendado por César González Rubio.
43: ”Catedral”, de Raymond Carver, recomendado por Román Piña.
44: ”Un hombre muerto a puntapiés”, de Pablo Palacio, recomendado por Cristiam Hervas.
45: ”Un día resbaladizo”, de Carlos Castán, recomendado por Juan Jacinto Muñoz Rengel.
46: ”¿Cuánta tierra necesita un hombre”, de León Tóltoi, recomendado por Fran Álvarez Paniagua.
47: ”El dueño del canon”, de José Urriola, recomendado por Violeta Rojo.
48: ”Embargo”, de José Saramago, recomendado por Álvaro Martí Martín.
49: ”Tráeme tu amor”, de Charles Bukowski, recomendado por la Librería Todolibros (Cáceres).
50: ”Una mujer amaestrada”, de Juan José Arreola, recomendada por Ana María Shua.
51: ”Funes el memorioso”, de Jorge Luis Borges, recomendado por Mario Cuenca.
52: ”La niña que no tuve”, de Rodrigo Rey Rosa, recomendado por Julián Rodríguez.
53: ”Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, de Jorge Luis Borges, recomendado por Fernando Marías.
54: ”Cordero asado”, de Roald Dahl, recomendado por César Klauer.
55: ”Bibelot”, de Félix J. Palma, recomendado por Fernando Alcalá.
56: ”Los cantores rusos”, de Iván Turguenev, recomendado por Pablo Gonz.
57: ”El otro hombre”, de Miguel Delibes, recomendado por Pilar Fernández Bravo.
58: “¡Diles que no me maten!”, de Juan Rulfo, recomendado por Puri Claver.
59: ”El estudiante”, de Antón Chéjov, que Chéjov consideraba el mejor de los suyos.
60: ”Las ruinas circulares”, de Jorge Luis Borges, considerado por María Kodama, viuda del autor argentino, su cuento preferido.
61: ”Perdiendo velocidad”, de Samantha Schweblin, recomendado por Urbano Pérez Sánchez.
62: ”El juego”, de Patricia Esteban Erlés, recomendado por Rocío Romero.
63: ”La señorita Cora”, de Julio Cortázar, recomendado por Mercedes Cebrián.
64: ”Las actas del juicio”, de Ricardo Piglia, elegido en una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios el decimoquinto mejor relato argentino del siglo XX.
65: ”El muerto”, de Jorge Luis Borges, considerado por María Kodama, viuda del autor argentino, uno de sus cuentos preferidos.
66: ”La casa Tellier”, de Guy de Maupassant, elogiado por Harold Bloom.
67: ”Noli me tangere”, de Pilar Adón, elegido por Mari Ángeles Pedrera Pedrera.
68: ”El jorobadito”, de Roberto Arlt, elegido en una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios el quinto mejor relato argentino del siglo XX.
69: ”Aquí empieza nuestra historia”, de Tobias Wolff, elogiado por José María Guelbenzu como ”el mejor relato jamás escrito sobre el tema de la iniciación a la escritura”.
70: ”Las lunas de Júpiter”, de Alice Munro, recomendado por Antonio Muñoz Molina.
71: “La madre de Ernesto”, de Abelardo Castillo, elegido en una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios el noveno mejor relato argentino del siglo XX.
72: ”El cavaco”, de Miguel Torga (pseudónimo de Adolfo Correia de Rocha), recomendado por Eugenia Arambarri.
73: ”El árbol”, de Slawomir Mrozek, recomendado por Jesús M. García.
74: ”Los siete mensajeros”, de Dino Buzzatti, recomendado por Luis Bonaventura.
75: ”La casa de muñecas”, de Katherine Mansfield, recomendado por Gabriela Conde.
76: ”Los trenes de los muertos”, de Sara Gallardo, recomendado por Mª Ángeles Barón Peña.
77: ”La niña”, de Ronald Barthelme, recomendado por Luis Sepúlveda Garcés.
78: ”El beso”, de Hjalmar Söderberg, recomendado por Victoria Solana.
79: ”La princesa y el enano”, de Oscar Wilde, recomendado por Sucede.
80: ”Veintisiete [“Un señor que poseía un caballo”, de Giorgio Manganelli, recomendado por Marisa Bernabé, editora Junior de Temas de Hoy.
81: ”Levitación”, de Joseph P. Brenan, recomendado por José Jiménez Oliva.
82: ”En Semana Santa”, de Emilia Pardo Bazán, recomendado por Antonio Barnés.
83: ”Young Sánchez”, de Ignacio Aldecoa, recomendado por José Luis Ibáñez Salas.
84: ”El lobo”, de Herman Hesse, recomendado por Fernando Arístide  Recondo.
85: ”Mientras ella duerme”, de Norberto Luis Romero, recomendado por Jesús Esnaola Moraza.
86: ”Mesa para dos”, de Lori Peikoff, recomendado por Alejandro Pérez de la Torrente.
87: ”El hombre de la arena”, de E.T.A. Hoffman, elogiado por José María Merino.
88: ”Consecuencias”, de Rosalba Campra, recomendado por Norberto Luis Romero.
89: ”El prodigioso milagramo”, de Juan José Arreola, citado por Edelweis Sierra en Tipología del cuento literario.
90: ”La mujer de otro”, de Abelardo Castillo, recomendado por Elise Reina.
91: ”Muchacha punk”, de Rodolfo Fogwill. En la encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios y escritores para preguntarles cuál había sido en su opinión el mejor relato argentino del siglo XX, este relato quedó en la posición número 12.
92: ”El desaparecido”, de Julio Llamazares, seleccionado por Amelia Coll Vilar.
93: ”Caballo en el salitral”, de Antonio Di Benedetto, elegido en una encuesta realizada por Alfaguara el decimotercero mejor relato argentino del siglo XX.
94: ”Los largos años”, de Ray Bradbury, seleccionado por Antonio Ruiz Orallo.
94. ”El matadero”, de Esteban Echevarría. En la encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios y escritores para preguntarles cuál había sido en su opinión el mejor relato argentino del siglo XX, este relato quedó en la séptima posición.
95. ”Sopa de pescado”, de Francisco Rodríguez Criado, recomendado por Ángela Velasco Bello.
96. ”Don Paciano”, de Ramón Pérez de Ayala, recomendado por David Fernández Sifres.
97. “A la deriva”, de Horacio Quiroga. En una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios para que eligieran el mejor relato argentino del siglo XX, este cuento quedó en la octava posición.
98. “El espejo y la máscara”, de Jorge Luis Borges, elegido por Fernando Iwasaki como uno de sus cuentos preferidos en un especial que Babelia dedicó al género del cuento en el verano de 2010.
99. “Tres tres jinetes del Apocalipsis” de de G.K. Chesterton, elogiado por Miguel García Verdecia.
100. “Cartas de mamá”, de Julio Cortázar, elogiado por Juan Gabriel Vásquez.
101. “Los asesinos”, de Ernest Hemingway, seleccionado por Diego Muñoz Valenzuela.

viernes, 7 de diciembre de 2012

LOS UNOS Y LOS OTROS


LOS UNOS Y LOS OTROS

No siempre, pero a veces amanecen a mi lado. Con la persiana baja, el dormitorio a oscuras, mis piernas mareadas entre las sábanas y frazadas, mi cabeza aparecida no sé cómo a los pies de la cama, siento una punzada en el omóplato. Me asusto. Estoy fumando demasiado. Hoy dejo. Y en cámara lenta voy estirándome. Soy un oso que sale de invernar. Cómo me duele. Voy a tener que ir al médico.

Amo la oscuridad. Mi casa siempre en penumbras, cueva protectora, donde no llegan las malas influencias ni los trabajos secretos ni las creencias ajenas. Me incorporo y ciega, busco con los pies las chinelas, oigo el salto de mi gata que se prepara a seguirme como todos los días al baño. Mientras me lavo la cara y me cepillo los dientes, juega con la cadenita que cuelga del bidet. Salgo y camino hasta la cocina, busco a tientas los fósforos y prendo la hornalla. La primera luz. Los ojos perezosos se me abren como ante el fogonazo de un arma. Me encandila y los vuelvo a cerrar. Lleno la pava y preparo la taza, las tostadas que saco de la lata y apoyo en el plato, siempre esperándolas en el mismo lugar de la mesada, saco el queso blanco y la leche de la heladera, un cuchillo para untar, la cucharita con la que sirvo el café instantáneo. Todo está siempre en su lugar para mis manos antenas.

No quiero ver la luz. La luz me molesta, me lastima, me ciega; siempre, en casa, en la calle, de día, de noche. Después del desayuno, voy al living y ya no hay caso; a pesar de las cortinas bajas, las pupilas ven párpados grises con pintitas amarillas y rojas. No tengo más remedio que despertarme bien. Y sin embargo, todavía no los abro. No quiero.

Voy al dormitorio a arreglar la cama y ahí, tanteando, los encuentro filosos, impecables, en el lugar donde media hora antes dormía mi espalda. Acostumbrándome sin querer a la luz del día subo la persiana al tiempo que, como en un rito doloroso de iniciación, voy abriendo los párpados. Alta en el cielo. Ahora sé que el dolor eran ellos, los malditos anteojos que quedaron nadando entre las sábanas cuando me dormí.

Son impredecibles, parecen animados por un afán demoníaco por esconderse haciéndome la vida insoportable. Nunca están donde los dejé. Se escapan, me burlan, me hostigan. Les grito, los insulto y maldigo la hora en que los adopté hace cincuenta y dos años. Y no son ellos, los de ver televisión a la noche, los únicos. La casa está poblada. Somos yo, mi gata y nueve pares de esos condenados subversivos: los de lejos para todos los días, los bifocales para salir a la calle, bien oscuros; los de cerca para diario, los bifocales para estar en casa, los de lejos de color azul, los verdes (según la ropa que use), los de cerca pitucos para ocasiones especiales, los de media distancia para la compu; algunos más de sol sin recetar que no cuento, y que uso cuando no me interesa lo que hay para ver; sólo protegerme. Supuestamente, tendrían que estar bien quietitos en una caja que les compré, al lado del sillón del living, siempre listos como boy-scouts. Pero todos y cada uno, a su estilo, se empeñan en hacerme la vida imposible. Miento: los que tengo para tocar el piano o son obedientes o les gusta estar sobre las teclas. Me obligo a pensar que no son malos, y como si hubiese estado contando hasta cincuenta con el brazo apoyado en el árbol de la vereda, salgo a cazar. Para eso sí la mayoría de las veces tengo que abrir los ojos aunque los encuentro más rápido si recorro de memoria los pasos que di en las últimas horas. A algunos los atrapo entre papeles o adentro del lavarropas, a otros menos rápidos les corto la retirada con mis zapatos y los más tontos aparecen cuando me siento en el sofá, cansada del juego, y los aplasto con mi humanidad. Los agarré, digo, y trato de enderezarlos. Hay que poner mano dura con los rebeldes.

Me doy cuenta de que no los cuido lo suficiente. Cada tanto los dejo olvidados en mi mesa del bar, pero sé que me quieren. Y aunque no les dé el gusto de decírselos, yo también. Tito siempre me los guarda y vuelven a casa conmigo. Lo cierto es que con los años les di mucho poder. Tengo que cortar la dependencia mutua, dejarnos libres. Puedo hacer casi todo con los ojos cerrados por eso prefiero andar así la mayor parte del día. Salgo poco. Pero nadie es imprescindible, ni ellos ni yo.

martes, 6 de noviembre de 2012

CRISTAL DE BACARAT



            Viernes. Cena familiar. Alrededor de la mesa se sientan como siempre el abuelo en la cabecera, al lado la abuela y le sigue, mezclados, los dos nietos y la hija con su esposo y el hijo con su pareja.     

Ocho personas de rostro sin gesto, silenciosos, a los que no escucho masticar, ni siquiera rozar los cubiertos al cortar la comida invariada de los viernes: antipasto, pollo y papas al horno, flan.

            La mucama, que ha aprendido los usos y costumbres de la casa, aparece y desaparece de mi vista, casi en puntas de pies, dejando los platos servidos ante cada uno. Los niños amaestrados, parecen muñecos; no sonríen, no se guiñan, no esconden porque no tienen nada que ocultar. Han asimilado lo que es callar durante una hora.           

            Desde hace muchos años me ha llamado la atención no oír comentarios acerca de temas cotidianos. Yo aquí, en una mesa de apoyo con incrustaciones de nácar, y como todos los viernes, con seis cuadrados de papel con nombres de adultos.

            Termina la cena. Ahora viene la palabra de la abuela: --Mercedes, traé la caramelera, por favor.

            La mucama sabe que soy delicada, pesada y temida. Me coloca en el    centro el nieto mayor de 15, su madre y su padre (hijo primogénito), la niña de 10, su padre y su esposa, hija menor de la estirpe.

de la mesa y como siempre, la niña menor saca mi tapa y un papelito. Y dice simplemente: ---Abuelo.

      Es la persona que el sábado visitará, obligado, a su segundo hijo en la cárcel de por vida, por asesino.

      Mercedes vuelve a colocarme sobre la mesita y durante los siguientes seis días podré escuchar cantar en la cocina, el ir y venir de los que habitan la casa, la música que proviene de la habitación de descanso, y esas conversaciones cotidianas que supongo rellenan todos los hogares comunes y corrientes

 

VIDA COMPARTIDA



            No quiero que suene el timbre del teléfono, no deseo que nadie -fuera de este mundo de dos personas y una gata- rompa el hechizo del día. Sólo el reloj me recuerda que se está transformando en noche y que no se pueden encadenar las horas. Fatalmente el amanecer, el desayuno y las tareas despertarán al teléfono y ambos saldremos, dejándonos un beso caliente en la boca y llevándonos un hasta luego en los bolsillos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

EL 13


El 13

Al límite de la desesperación y habiéndose quedado ya con sólo una ficha, estaba parada frente a la mesa de ruleta, escuchando el ruido espantoso de su corazón a punto de explotar.

El médico le había dicho que no debía exponerse a situaciones emocionales fuertes. Puso la ficha sobre el número 13. Un minuto de suspenso se le hizo largo como toda su vida, y la bola paró en el 14.

Su corazón dejó de latir: ya no tenía nada que perder.

jueves, 25 de octubre de 2012

NIEBLA EN LOS DEDOS


NIEBLA EN LOS DEDOS

            Todos se atropellan en esa nube densa que ha bajado hasta las veredas. La cosa fue repentina. Ninguno estaba preparado: se resbalan, se caen.

            Él salió a caminar como todas las tardes por la costa. Los escucha gritar, lo golpean mientras corren, y lo desestabilizan un poco, sólo un poco. Qué extraño a esta hora, tanto chico llamando a su madre. Lo usual es que esas voces ruidosas olviden por un rato que son propiedad de adultos que toman mate y comentan las últimas noticias. No, hoy todos los chicos buscan a sus dueños con voces desesperadas.

            Demasiadas personas pasan a contramano. Un nudo en la garganta lo sorprende. Decide detenerse. Se sienta en la piedra, el perro echado a su lado. ¿Me lloran los ojos? Esto lo desconcierta. Se saca un guante y pasa sus dedos por las mejillas. Sí, tengo la cara mojada, ¿a ver? Lame discretamente los dedos: son lágrimas dulces. No puede ser. Pero siente los dedos húmedos, pegajosos.

            Si él viera, se daría cuenta de que aún así no puede ver nada, porque la niebla densa es así.

Pero toda su vida fue una nube oscura.

sábado, 6 de octubre de 2012

UN MUNDO DE CRISTAL


MUNDO DE CRISTAL
            No incurriré en la inmodestia de decir que es difícil sintetizar el comienzo de la historia de Felisa: un padre marino mercante hundido con su barco, al que nunca llegó a conocer; criada por dos tías abuelas, solteronas de doble apellido y de más de 90 años, que la tomaron a su cargo el día en que nació, el mismo en que su madre dejó de existir. A esta huérfana no le hicieron faltar nada, la rodearon de cariño y también de encierro y oscuridad. Temerosas del afuera, Felisa solamente salía de esa mansión bicentenaria en Lomas de Zamora para ir a la escuela y al colegio de monjas, siempre acompañada de una niñera o una gobernanta en el automóvil con chófer de gorra. Jamás la dejaron participar de fiestas o reuniones de adolescentes, ni permitían que ella invitara. Sólo el temor a lo desconocido evitó, lamentablemente para ella, que la enviaran a estudiar a un internado en Suiza.
            Esa vieja y hermosa casona de diez habitaciones prolijas, siempre lista, (aunque no invitaban a nadie a quedarse, si es que alguien venía alguna vez de visita) estaba plagada de espejos esmerilados, obras de arte originales e invaluables, vitrinas con vajilla y loza inglesa, muebles con incrustaciones de nácar, jarrones de la dinastía Ming,  arañas de cristal, mantelería y  blanco de hilo, bordados a mano, de origen veneciano. Todo lo mejor en un silencio sin turbación, casi sagrado. La música era para ellas, mensaje de Satanás.
            Las tías bordaban y eran Damas de Beneficencia. Mantenían la cotidianeidad  como  reinas  de  un  castillo  inexpugnable. Las comidas eran puntuales, los hábitos inconmovibles, las conversaciones superficiales sin interrupciones molestas ni altibajos en la voz. Cada cosa en un lugar preciso y conocido. Felisa podía, desde muy niña, caminar de noche por toda la casa sin tropezarse con nada, porque no se permitían cambios.
            Hasta que una tarde, en el cumpleaños número dieciocho de Felisa, golpearon con el llamador a  la puerta de entrada; la mucama abrió y se extrañó de no ver a nadie allí. Sin embargo, como un tornado entró un cachorro de gran danés, con un gran moño rosa en el cuello.
            En un día de persecución, las seis mujeres y el chófer se darían cuenta de que el mundo mantenido por ellas durante ochenta años era en realidad de cristal. Nunca supieron quién había hecho el regalo que destruyó en 15 minutos lo que parecía eternamente igual a sí mismo. Aunque intentaron, no hubo manera de que Felisa se despegara de él nunca más. Las tías murieron del corazón al mismo tiempo, dos semanas después, incapaces de soportar el caos.

martes, 18 de septiembre de 2012

UNO MÁS UNO, UNO

UNO MÁS UNO, UNO
Como es la primera vez que venimos, lo vamos a poner al tanto. No sabemos cuándo y si alguna vez nos conocimos. Todos los recuerdos son nuestros recuerdos, los olvidos, también. Sabernos juntos: eso es lo bueno. Los demás no comprenden esta relación; les causa gracia que estornudemos a un tiempo o vayamos al baño en el mismo momento de la cena de los sábados.
Por suerte para ambos y desgracia de su bolsillo, una sola historia clínica alcanza, lo mismo que un correo electrónico: no nos interesa quién figura primero antes del @. Nos sentamos uno sobre otro frente a la computadora, escuchamos el mp3 con un audífono cada uno, mantenemos una cuenta de ahorro conjunta, dormimos y usted sabe…uno arriba del otro en la cama, nos enjabonamos uno al otro bajo la ducha, compartimos el jacuzzi. Trabajamos,
vamos a bailar, nos ocupamos de la casa, y un teléfono inalámbrico con dos auriculares nos permite hablar al unísono, igual que cuando cantamos. Comemos de la misma fuente y usamos inodoros, bidettes y lavatorios dobles en el baño. ¡Y… si no!
¿Y por qué se le ocurre que tendríamos que hacer algo por separado? No hace falta. Así nos sentimos completos. Nos amamos. Estar unidos es LA felicidad para nosotros. En el caso de que alguien nos sugiriera que intentásemos desarmar esto que tenemos, nos moriríamos. Es como un nudo, ¿vio? Y nos gusta estar así. Enlazados.

El nudo (de amor o de apriete) estuvo a punto de desatarse cuando el médico que escuchaba con pasmosa curiosidad al dúo, dijo:
—“Señora, lo lamento mucho pero usted está embarazada”.
Por primera vez deberían separar las historias clínicas. No lo dudaron ni un instante:
—“¿Cuándo puede hacernos el aborto, doctor? Decididamente no admitimos un tercero incluido.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

BORGES, LA LITERATURA COMO ALEGRÍA


El 24 de Agosto se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento del escritor argentino Jorge Luis Borges (exactamente, 113 años).


Para homenajearlo, transcribimos algunas respuestas que dio en entrevistas, en las que aparecen facetas contrarias a los lugares comunes sobre Borges (el escritor distante, insensible, excesivamente racional, más bien deprimido y apocado):
PREGUNTA: Algunos lectores han encontrado sus relatos bastante fríos e impersonales, como los de algunos nuevos narradores franceses. ¿Es esa su intención?

RESPUESTA: No. (Con tristeza.) Si ha ocurrido eso, es sólo por torpeza. Porque sentí profundamente esos relatos. Los sentí tan profundamente que los conté... bien, usando símbolos extraños para que la gente no descubriera que son más o menos autobiográficos. Los relatos eran sobre mí, sobre mis experiencias personales. Supongo que es parte del apocamiento inglés, ¿no?

PREGUNTA: ¿Se puede planificar el estudio de la literatura en general, se pueden hacer programas para estudiar?

RESPUESTA: Es una actividad peligrosa, pero necesaria (...). He preferido enseñarles a mis estudiantes no la literatura inglesa –que ignoro– pero sí el amor de ciertos autores, o, mejor aún, de ciertas páginas, o, mejor aún, de ciertas líneas. Y con eso basta, me parece. Uno se enamora de una línea, después de una página, después del autor; bueno, ¿por qué no? Es un hermoso proceso.

PREGUNTA: Borges, ¿usted no comparte las torturas del acto creativo?

RESPUESTA: Montaigne escribió una frase tan eficaz como memorable: “No hago nada sin alegría”. Él se refería a la lectura, a que si encuentra un párrafo tortuoso en un libro, lo abandona, porque eso interrumpe la felicidad. Yo trasladaría la frase de Montaigne, y también una de mi hermana, Norah, al acto de escribir. Norah dice que la pintura es el arte de dar alegría. Para mí también la literatura es una forma de la alegría. Por eso me parece que Joyce fracasa con su Ulises. La felicidad no creo que necesite de lo que usted llama tortura.

Publicado por LibrosenRed. 

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos