NIEBLA EN LOS DEDOS
Todos se atropellan en esa nube densa que ha bajado hasta
las veredas. La cosa fue repentina. Ninguno estaba preparado: se resbalan, se
caen.
Él salió a caminar como todas las tardes por la costa.
Los escucha gritar, lo golpean mientras corren, y lo desestabilizan un poco,
sólo un poco. Qué extraño a esta hora,
tanto chico llamando a su madre. Lo usual es que esas voces ruidosas
olviden por un rato que son propiedad de adultos que toman mate y comentan las
últimas noticias. No, hoy todos los chicos buscan a sus dueños con voces
desesperadas.
Demasiadas personas pasan a contramano. Un nudo en la
garganta lo sorprende. Decide detenerse. Se sienta en la piedra, el perro
echado a su lado. ¿Me lloran los ojos?
Esto lo desconcierta. Se saca un guante y pasa sus dedos por las mejillas. Sí, tengo la cara mojada, ¿a ver? Lame
discretamente los dedos: son lágrimas dulces. No puede ser. Pero siente los dedos húmedos, pegajosos.
Si él viera, se daría cuenta de que aún así no puede ver
nada, porque la niebla densa es así.
Pero toda su
vida fue una nube oscura.
Lidia,este es un gran cuento.
ResponderEliminar!Enhorabuena!