LA GOTITA
La gota cae rebelándose sin ritmo, densa, con eco, lenta y luego rápida;
seguramente formando un charquito alrededor del desagüe. Como no queriendo
irse. La imagino desde mi cama y el sonido pequeño de día, se hace ruido
viscoso, fantasmagórico en la oscuridad. No me deja dormir. Cierro los ojos y
el impacto persistente del agua de la canilla contra la pileta me mantiene
alerta. A veces, un silencio brusco me desorienta y la tensión de la espera se
hace insoportable. Creo que se convirtió en agua inmóvil. Pero no. Súbitamente,
una rápida cadena de sonidos llena el suspenso. Pienso que si la salpicadura
tuviera ritmo definido, quizás un dos y uno, o tres y dos, haría las veces de
acompañamiento, casi de canción de cuna, pero esta irregularidad me exaspera.
Lucho contra mi propia bronca, pienso que aún despareja, es monótona, pero no
logro convencerme. Tampoco me decido a ir y apretar la canilla.
Todas las noches lo mismo. Es una lucha a oscuras entre
un líquido que cae y un hombre que ya lleva días sin dormir.