lunes, 29 de diciembre de 2014

A TODOS: AMIGOS, SEGUIDORES, COMPAÑEROS

NO QUIERO QUE SE TERMINE ESTE AÑO SIN DESEAR LO MEJOR PARA TODOS: PAZ, SERENIDAD EN LAS EMOCIONES, SALUD EN EL CUERPO Y LA MENTE Y MUCHÍSIMA IMAGINACIÓN PARA ESCRIBIR COSAS QUE IMPORTEN Y MODIFIQUEN A NUESTROS LECTORES
¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO!!!

domingo, 21 de diciembre de 2014

ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

COMPARTO CON MIS SEGUIDORES Y AMIGOS LA ALEGRÍA DE VER MI LIBRO EN LOS ESCAPARATES DE LAS LIBRERÍAS.
El libro se sigue vendiendo y pueden conseguirlo en:
MERCADO LIBRE con envío por OCA código de Publicación #534012952


o en Facebook: 
editorialparaisodeldiavlo.mercadoshops.com.ar





lunes, 8 de diciembre de 2014

UN DIA COMO HOY... EL DOLOR


Un día como hoy moría un grande. Un ser especial y distinto que amaba a la humanidad. Qué raro, no? Amara a la humanidad, imaginar que todos nos queremos, que no hay barreras, ni países, ni gobiernos. Un ser a quien todos querían, menos uno, el que nos lo arrebató.

martes, 2 de diciembre de 2014

CASI UN SABIO

#22N #UnDíaComoHoy de 1900 nacía BERNARDO VERBITSKY. #114añosBernardoVerbitsky Novelista, ensayista, periodista, guionista cinematográfico y miembro de número de la Academia Porteña del Lunfardo, narrador caracterizado por su realismo emotivo y analítico, fue autor, entre otras obras, de Es difícil empezar a vivir, Villa Miseria también es América, Un hombre de papel, Octubre maduro, Enamorado de Joan Baez, íQué muchacha loca!, La esquina, Calles de tango, que fue llevada al cine por Hugo del Carril con el nombre de Una cita con la vida. +Agencia Télam 

LA FRASE




sábado, 29 de noviembre de 2014

de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ACECHADA
La mirada del Cristo que me sigue de un lado al otro de la habitación se clava en mi nuca como un estilete. El cuadro, única herencia de un tío que perteneció a la Acción Católica, llegó a mis manos hace una semana, acompañado de una esquela:
CRISTO TE OBSERVA AUNQUE NO CREAS EN ÉL.
                               Y TE PERDONA.
Lo apoyé en la chimenea del living, demostrando cierto respeto hacia un ser muy querido.  
Ayer me levanté y, sin vestirme, fui a la cocina a desayunar; todavía estaba con los ojos entrecerrados. Antes de cruzar la puerta vaivén me detuve en seco. Esa mirada había bajado de la nuca hasta mi trasero. No pude soportarlo. Me saqué una chinela y se la tiré. Tambaleó.
Hoy al despertar elaboré una estrategia: imitando a un reptil, iba a  arrastrarme sobre el plastificado por delante del hogar.
A mitad de camino sentí el cansancio del pucho y me recosté boca arriba. Por alguna razón misteriosa el cuadro, que había caído hacia adelante, sobresalía lo suficiente como para que los malditos ojos se clavaran en mis pezones.
Me pregunto qué habrá querido decir el tío Raúl. Ese Cristo, de verdad me observa, pero todavía  no sé qué debe perdonarme. Tal vez que tengo pensado dibujarle anteojos oscuros con carbonilla. Si no resulta, con todo el pesar de mi alma no creyente, ¡voy a tirarlo, tío!
Ya bastante tengo con los ojos de mi marido que están en cloroformo en el frasco de vidrio sobre la mesita de luz. El cuerpo enterrado en el jardín no molesta.



martes, 25 de noviembre de 2014

Un cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

DEBUT Y DESPEDIDA
Mientras César escucha un bolero gris que habla de amores infames, sale de la ducha, se cepilla los dientes y piensa. Hoy formará parte del jurado en un caso de homicidio múltiple. Es su primera vez, su debut. Se juzga importante como cola de pavo real desplegada: la vida de ese hombre depende de él. Y su mujer le dijo que está orgullosa.
Anoche ella le preparó su traje, la mejor camisa, su única corbata, las medias; no olvidó lustrar los zapatos. Él piensa que, como siempre, tiene todo bajo control. Si supiera…
El caso está impregnado de misterio y locura: el acusado en cuestión (al que considera inocente hasta que le prueben lo contrario) parece haber matado a su esposa, su suegra, sus tres hijas e intentó suicidarse bebiendo una botella de litro de detergente concentrado. Obviamente no lo logró porque hoy estará en el banquillo.
César, jurado novel frente a este caso tan complejo, está decidido a ser absolutamente imparcial y objetivo, aunque bien sabe que él mismo ha evadido serias responsabilidades: salvó  su pellejo varias veces después de matar las indeseables mascotas de sus vecinos, decidió acelerar la muerte de su padre iracundo con cloruro de potasio y dejó sin vida a la última prostituta con la que estuvo.
Antes de vestirse toma la afeitadora…  ¡rota! Se pregunta por qué el mundo está en su contra, por qué nada es perfecto, por qué todo es al fin y al cabo una porquería… Se mira en el espejo y la barba crecida le parece sucia, desprolija. No puede concurrir así al Tribunal. La ira lo empantana. Saca el revólver de la cómoda y pone una almohada sobre la cabeza de su mujer dormida, que se agita al tratar de liberarse: no hace a tiempo. Suena el disparo junto con la recriminación: “¡¡¡Te dije que quiero tener siempre mi afeitadora nueva y  lista!!!”
Minutos después se escucha la sirena policial.
Lamenta que hoy no tendrá el honor de juzgar al homicida múltiple.
Muy pronto él será el acusado.



miércoles, 19 de noviembre de 2014

ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

adelanto el PRÓLOGO que por rarezas que hago va en la contratapa:

Nadie muere de muerte natural. Se muere de soledad, traición, sufrimiento físico, cansancio, vejez, crimen, suicidio, eutanasia, hasta por silla eléctrica.
Parece algo remoto, pero se va acelerando con sigilo hacia la quietud, el silencio, el tiempo suspendido: hasta terminar desnudos como al nacer.
No conozco demasiadas cosas que ofrezcan una seguridad absoluta; salvo la muerte.
Al final todos somos víctimas: de nosotros mismos, de un asesino, de una enfermedad, de un accidente. Pero nada en la vida nos prepara para ese instante.
Sea como sea, tenga quien tenga el control, no hay por el momento más salida ni escapatoria.
Este conjunto de relatos no pretende ser un catálogo de las maneras en que las personas mueren. Tal cosa sería inalcanzable ya que cada uno termina a su modo, solitario e irrepetible. Son sólo algunas formas de convertirse en víctima.
Soy una escritora cínica, escéptica e irónica para la cual la muerte es la única certeza. No me acostumbro aunque sé que es fatal y necesaria. La gente debe morir. Pero los seres humanos siempre se las ingenian para ponerle algún significado a este absurdo que es la vida.
Al morir, dejamos gran cantidad de sobrevivientes que tras el llanto, esconden una sensación de alivio que es egoístamente humana e inevitable. Devienen  la resignación, el recuerdo y por fin el olvido.
Somos hijos de una interminable lista de muertos. Y por más que queramos con nuestra memoria arañar algo de esa infinitud tan deseada, al fin todo termina, todos terminamos.

Vivos o muertos somos menos que una mota de polvo, que una chispa de fuego en el universo.

jueves, 13 de noviembre de 2014

martes, 11 de noviembre de 2014

ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR Presentación

Rodeada de amigos, escritores, lectores que recorrían la Feria del Libro de Mar del Plata Puerto de Lectura, disfruté como nunca de la presentación de mi libro. Presentación que hizo con mucho conocimiento, seriedad y humor el escritor, dramaturgo, actor y director de teatro, mi amigo Felix Bello. Como si fuera poco, la escritora Guillermina Sanchez Magariños comentó con mucho humor también la tarea conjunta de corregir afiladamente los textos, tarea que nos llevó casi un año. Yo leí el prólogo donde fundamento, creo, el porqué del título y del tema que circula por toda la obra: la muerte. Después Guillermina leyó uno de los cuentos y cuando ya dábamos por terminado el evento, el público pidió que se leyera otro cuento más, al que había hecho referencia Félix. Y todo fue con naturalidad, alegría y agradecimiento de mi parte a quienes hicieron posible este proyecto, este sueño; especialmente a mi amigo y editor Gustavo Fogel (que presentó a continuación su propio libro La Carabina de Dios)  Un placer para los que tanto trabajamos con nuestra imaginación, nuestro esfuerzo y nuestro meticuloso trabajo de corrección,a mi modo de ver la parte más deliciosa aunque ardua de la creación. Gracias a todos.




martes, 4 de noviembre de 2014


El 8 de Noviembre a las 18 hs. en la sala CRONOPIOS de la Feria del Libro de Mar del Plata 

presentaré mi nuevo libro, fruto de un año de imaginación, escritura, corrección y esfuerzo. 
   ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR



Cuentos en que se mezcla el suspenso con el género negro. 
Me gustaría que compartieras conmigo este evento tan importante para mi.
Agendalo por favor. Te espero. 
(Plaza Mitre, Avda. Colón y Mitre)

lunes, 27 de octubre de 2014

UNO DE CIENCIA FICCIÓN

COFRADÍA
          — Le digo que se podía haber salvado. ¡No es justo! De no creer…Dios me perdone, pero es culpa de los médicos que se haya muerto. Y no me pregunte por qué, pero yo sabía que iba a pasar esto… un presentimiento ¿vio?
          — Por favor, Rosalía, cuénteme despacio, tranquila, así yo puedo tomar nota.
 —    Bueno, señor…
 —    Villar.
          — ¿Me va a sacar fotos? No quiero aparecer… porque van echarme del hospital. Bastantes problemas tuve ya. Que la gente se entere de lo que pasó, eso sí. Los médicos no quisieron hablar pero yo no puedo callarme… Acá el padre Ángel no me va a dejar mentir. Ahora me siento. Primero voy a hacerles un café.
El periodista de Teleinvestigación, sentado en un sillón, en la casa de la enfermera Rosalía, observa y anota mientras ella está en la cocina: ambiente de clase media baja, un jarrón con flores de plástico, un crucifijo de madera en la pared, fotos familiares, un gato negro en el sofá. El cura ya estaba cuando él llegó. Hasta ahora no han cruzado palabra.
      — ¿Sabe? Rosalía es muy devota y absolutamente sincera. Lo que le cuente es lo que vio, se lo aseguro.
Villar asiente.
La mujer entra con una bandeja y sirve café para los tres. Cada uno agrega azúcar en silencio, pensativos.
        — Bueno, vamos desde el principio y despacio… necesito apuntar todo con el mayor detalle. Usted sabe que el Canal es serio y no puedo comprometerlo con errores o inexactitudes.
Rosalía comienza a contar entonces su versión de lo sucedido.
      — Este hombre, Páez, llegó al hospital el 1° de febrero, pero del año pasado, el 2006, en la ambulancia que pidieron los vecinos de Villa Argentina; se desplomó en la vereda mientras caminaba. Trataron de reanimarlo y nada. Pensaron que era el corazón y llamaron enseguida al Hospital. ¿Voy bien o muy rápido?
        Villar asiente.
        — En la guardia le hicieron RCP y recién a los diez minutos se estabilizó. Pero seguía inconsciente. Entonces lo subieron a Terapia. La policía, mientras, trataba de localizar a algún pariente. Resulta que no había hecho el cambio de domicilio, y en el del documento no sabían nada. Se había mudado hacía años. Yo me hice cargo porque esa tarde estaba de guardia. Los médicos indicaron las pruebas de rutina…ya sabe, sangre, orina, temperatura, electrocardio, electroencéfalo, presión arterial… lo de siempre, ¿vio? Tómese el café, señor…
         —    Villar
       —    Era un hombre de unos cincuenta y pico, pero muy bien llevados… calvo; cuando lo desvestí, me di cuenta de que la ropa era muy buena, estaba limpio y afeitado; el corazón latía normalmente, la presión 130-80. Lo único, me llamó la atención que estaba muy, muy flaco. Cuando llegaron los resultados del laboratorio… todo normal. Nada indicaba enfermedad. Pero no volvía en sí. Y pasaban las horas… y no había caso. Entre nosotros, me hizo acordar mucho a mi papá que tiene más o menos la misma edad y vive solo, allá en el norte. Quería ayudarlo. Lo veía tan desamparado al pobrecito…
 —  Vaya más despacio, Rosalía por favor. Estoy acostumbrado a usar grabador y esta mañana se  me trabó. A mano no hago tan rápido.
           — Bueno… le contaba que la policía no podía saber adónde vivía Páez. ¿Ve por qué es importante registrar los cambios? Después pasan estas cosas. Cuando salga por televisión acuérdese de recomendarles a todos que tengan los domicilios actualizados. Bueno, al final, tres días después, no sé si por la cuenta del gas o de la luz, descubrieron que era de ahí no más, de Villa Argerich. No tenía familia, pobre santo. ¿Quiere otro café, padre?
  —    No, hija. Gracias.
  —    ¿Y usted Villar?
Villar asiente.
Rosalía le sirve. Mientras tanto, él la observa: mujer en los treinta, delgada, ágil, alta, de cabello castaño cobrizo con rodete, jogging gris, zapatillas náuticas, manos bien arregladas, poco maquillaje; bonita pero no llamativa; voz suave, acento del norte.
 —    Siga, por favor.
          — La cuestión es que este hombre no recobró nunca el conocimiento. Se lo consideró en coma profundo a los dos días, y estuvo así durante veinte. No había diagnóstico. Nadie entendía lo que le pasaba. Me ocupé mucho de él: lo transfundía, controlaba el goteo, le hacía masajes, lo cambiaba a cada rato de posición, lo lavaba, le pasaba cremas, lo mantenía afeitado; no dejaba que las mucamas hicieran todo eso. La verdad, creía que en algún momento iba a reaccionar. Y yo iba a estar ahí. No sé, algo en él me… ¿cómo le puedo decir? me mantenía como atada, pero bien. Espere que tomo agua, porque cada vez que me acuerdo me viene una angustia...
          Rosalía se levanta y va la cocina. Regresa bebiendo, y secándose alguna lágrima con el pañuelo. Se compone.
         — En fin. Hasta ahí como cualquier otro caso. Ahora viene lo fantástico. Anote bien, Villar. Mire que usted es el único que lo va a contar…
Villar asiente.
— Fue el 20 de febrero, me acuerdo muy bien. Llegué y preparé todo para higienizarlo. Cuando abro la sábana, me llaman la atención un montón de manchas oscuras en el pecho. Traté de limpiarlas con agua y jabón, pero nada. Al contrario, se volvían más nítidas. Ahí me di cuenta de que no eran manchas. Le explico. ¿Me da un papel y un lápiz así le muestro?
Villar saca una hoja de su anotador y un lápiz mecánico.
— Páez era muy blanco y lampiño. Era así…un rectángulo grande como si fuera una página de diario, que abarcaba desde las clavículas hasta el ombligo. Así, ¿ve? Y ahí adentro, en letras de imprenta estaba escrito… Señores médicos: descubrí la enfermedad que aqueja a este paciente en el año 2037. Se trata de… y figuraba un nombre, rarísimo… después se lo doy. El tratamiento es el siguiente… y detalla qué hacer. Al final decía: consigno esto en los registros transtemporales del universo. Y el nombre. Yo alcancé a tomar nota de todo, aunque estaba muy nerviosa. Primero pensé que de tanto no dormir me había vuelto loca, pero no. No.
    ¿Tiene ese papel, Rosalía? Es increíble… ¿Me da otro café?
         — Sí, déjeme que termine de contarle lo que pasó y se lo traigo. Le hice una copia para usted. ¿Vio que la cosa es de otro mundo?
Villar asiente.
          — Padre, yo sé que esto no figura en la Biblia, pero la Iglesia debe tener una explicación para esto. ¿Qué puede aportarme?
    No hijo, en las escrituras no hay nada así. Pero Dios tiene infinitas
formas de comunicarse. Hay que mantenerse en la fe.
Rosalía vuelve con el café.
        — Bueno, déjenme que sigo. Lo tapé para que no se enfriara, y me fui a buscar al médico. Como era muy temprano, vino el de guardia. Montalbán, así se llama, no podía creer lo que veía. Después le doy los nombres de todos los que intervinieron. Me acusó, pero me defendí. ¿Cómo que lo había escrito yo? Además, me decía qué es esta locura de los registros atemporales del universo. Le dije que no había leído bien…decía transtemporales. Es un detalle, me dijo, y que me dejara de pavadas, este hombre está en coma, no puede decirnos nada y menos escribir. Perdóneme doctor, ahí me puse firme. Usted no entendió nada: no lo escribió él. Es un mensaje de alguien que sabe cómo curarlo. Imposible, dijo, esto es imposible. Veremos qué dice el médico de cabecera; no lo limpie. Aunque quisiera no puedo, le dije, ya intenté.
         Villar bebe su café; la mano le tiembla, derrama gotas sobre la taza y su pantalón. Se le mancha el anotador. Rosalía se levanta y lo limpia con servilletas de papel.
     — A la mañana lo examinó el Dr. Navarro; él tampoco conocía la enfermedad y estaban desconcertados. Entonces empezaron a llamar a especialistas de la capital, genetistas, ¡yo qué sé cuántos vinieron! No, miento…como yo veía que la cosa se iba alargando y tenía ese miedo de que Páez se muriera sin que lo ayudaran, me ocupé muy bien de anotar los nombres de todos. Pasaron dieciocho. Sí, mucho revuelo, pero a ninguno se le ocurrió seguir el tratamiento escrito en la piel. Claro, los científicos…cómo iban a hacer algo que les indicaba quién sabe quién. A los seis días se murió. Tal como yo presentía.
    ¿Y que hicieron?
         --Lo llevaron a Patología y quedó en pedacitos, ya sabe. Se confabularon para no decir nada, hasta encontrarle una explicación, científica digo. La cofradía cerró filas por cualquier acusación. Código de silencio, le dicen. Mire, la única verdad es que pudieron haberlo salvado, y al pobre lo dejaron morir. Quiero que se sepa.
            Villar asiente.           
           — Acá está el papel donde copié todo. Éste no se lo doy, discúlpeme. Le doy una fotocopia. Prométame que van a hacer algo. Prométame. ¡Ah! me olvidaba; saqué una polaroid. Haga una copia color en la librería de acá en la esquina y devuélvamela, Villar.
           
            En el Canal, los ejecutivos discutieron sobre la conveniencia o no de poner al aire la nota. Las consecuencias podían ser desastrosas para los médicos, en el peor de los casos, y en el mejor, lo considerarían un caso de superstición contado por una loca, seguramente enamorada de su paciente. No iban a arriesgarse. Además, la Iglesia se les vendría encima. La nota de Villar fue archivada. Sólo la prensa amarilla dio a conocer meses después, el caso. Los titulares decían:  “JULIO PÁEZ SÍMBOLO DE LA LUCHA POR LA VIDA Y PRUEBA DE LA EXISTENCIA DEL MÁS ALLA”. “Médicos asesinos”.
            La foto recorrió el mundo.

           



martes, 21 de octubre de 2014

PARA LAS MADRES NUNCA ES TARDE

PERFIL DE UNA MADRE

Siempre que quieren hablar de madres en la televisión muestran
mujeres con chicos en los brazos, sonrientes, dulces, cariñosas, sin
una pizca de cansancio, espléndidamente maquilladas y a eso agregan
maravillosas frases de posters. 
Mentiras. Las mamás no somos abnegadas amantes del sacrifico 
y aguerridas guerreras que todo lo pueden. 
Las mamás lloramos abrazadas a la almohada cuando nadie nos ve, 
pedimos la peridural en el parto y puteamos en 17 idiomas cuando 
tenemos que poner el despertador a las 2 de la mañana para ir 
a buscarlos a una fiesta.
Cuando les decimos que no se peleen con ese compañerito que 
les dice enanos o cuatro ojos, y les damos toda clase de 
explicaciones conciliatorias, en realidad querríamos tener 
el cogote del pequeño verdugo entre nuestras manos.
Y también pensamos que la vieja de geografía es un mal bicho
cuando les baja la nota porque no saben cuántos metros mide 
el Aconcagua que al final, a quién cuernos le importa. 
Pero no lo podemos decir.
No es que nos encante pasarnos horas en la cocina tratando 
de que el pescado no tenga gusto a pescado y disimulando 
las verduras en toda clase de brebajes, en lugar de tirar un 
Patty a la plancha.... 
Es que tenemos miedo de que no crezcan como se debe.
No es que nos preocupe realmente que se pongan o no un 
saquito.....
Es que tenemos miedo de que se enfermen.
No es que los queramos más cuando se bañan..... Es que 
no queremos que nadie les diga roñosos. No lo hacemos por Uds.
Lo hacemos por nosotras.
Porque ser mamá no tiene que ver con embarazos, pañales 
y sonrisas de aspirinetas. Tiene que ver con querer a 
alguien más que a una misma.
Con ser capaz de cualquier cosa con tal de que ustedes 
no sufran.
NADA, nunca, jamás. Ustedes nos hacen felices....
cuando les encantan nuestras milanesas, cuando nos 
consideran sabias por contestar todas las preguntas 
de los concursos de la tele. 
Cuando vienen llorando a gritos porque se rasparon la rodilla y 
nos dan la posibilidad de darles consuelo y curitas 
Cuando recién levantadas nos dicen, qué
linda que estás, mamá 
Ustedes nos hacen mejores. Nos dan ganas y fuerzas. 
Nos comeríamos un gurka crudo antes de que les toque un
dedito del pie. Nos lavamos la cara y salimos del baño 
con una sonrisa de oreja a oreja para hacerles saber que 
la vida es buena, aunque nos vaya como el reverendo...... 
Cantamos las canciones de Chiquititas y vemos 
Gran Hermano y escuchamos a Los piojos y compramos 
Nopucid y repasamos 500 veces la tabla del 2 y arreglamos 
el carburador para llevar a los pibes a fútbol, a inglés, 
a dibujo, a la psicóloga, a básquet, a volley, a danzas, 
a la casa de la amiga, a la maestra particular, al
dentista, al médico, a comprar un pantalón...
Y armamos 24 bolsitas con anillitos y pulseritas y tratamos 
de que la torta parezca un Pikachu y nos buscamos otro 
trabajo y sacamos créditos y nos compramos libros y 
vamos al psiquiatra y al pediatra y a los videos y negociamos 
con los maestros y los acreedores y recortamos figuritas y 
estudiamos junto a uds. ríos, provincias, las
capitales de los países de Europa y nos ponemos lindas y 
nos enojamos y nos reímos y nos salimos de quicio y 
nos convertimos en la bruja y la princesa de todos los cuentos...
Sólo y exclusivamente para verlos felices. 
VERLOS FELICES ES LO QUE NOS HACE FELICES. 
Ojalá pudiéramos pegar el mundo con cinta scotch 
(como el velador que cayó en combate en la
última guerra de pijamas party), para que fuera un lugar 
mejor para Ustedes.
GRACIAS POR HACERME SU MAMÁ. GRACIAS POR HACERME 
TAN IMPORTANTE.
Gracias, por esas porquerías que hacen en el colegio con 
corchitos y escarbadientes (que casi nunca entiendo para 
que sirven pero guardo religiosamente), gracias por los abrazos, 
los besos, las lagrimas, los
dolores, los dientes de leche, las cartitas, los dibujos en la
heladera, el Amoxidal de tantas noches sin dormir, los boletines, 
las plantas rotas del jardín por jugar a la pelota, por mi 
maquillaje arruinado por ser usado para jugar a la mamá, 
por las fotos de la primaria ..... 
Son mis mejores medallas. Gracias porque LOS AMO. 
Y ese, es el amor que me hace grande. Lo demás, es marketing.

Gracias Mir

lunes, 20 de octubre de 2014

PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2014

Patrick Modiano, Premio Nobel de Literatura 2014:

 "Intento buscar las huellas de las personas"










Su literatura plasma la ocupación alemana 
en Francia durante la Segunda Guerra Mundial.
El jurado le otorgó el premio "por el arte de la
memoria con el que ha evocado los destinos 
humanos más inaprensibles y ha descubierto
el mundo de la ocupación" nazi de Francia.
Modiano nació en 1945 en Boulogne-Billancourt,
en las afueras de París, hijo de un hombre de 
negocios y una actriz.
Estudió en el Liceo Henri-IV de la capital 
francesa, donde tuvo como profesor de
 geometría a Raymond Queneau
un escritor que desempeñaría un papel 
decisivo en su futura carrera.
Su estreno en el mundo de la literatura 
se remonta 1968 con la novela 
"La place de l'étoile" 
("El lugar de la estrella" en español) y 
su último libro ha llegado a las librerías 
este año bajo el título de 
"Pour que tu ne te perdes pas dans 
le quartier".
Sus obras, según el jurado, se centran en 
"la memoria, el olvido, la identidad y la 
culpa", con París como escenario de 
muchos de sus libros.
Con frecuencia sus relatos se construyen
 sobre hechos autobiográficos o sucesos
 relacionados con la ocupación nazi 
de Francia; en ocasiones, continúa la 
Academia, extrae material de entrevistas, 
artículos de periódico o notas que ha ido 
acumulando durante años.
Una treintena de sus libros han sido 
traducidos al español, entre los que se 
encuentran "Dora Bruder", la historia 
real de una adolescente de quince años 
en París que se convierte en víctima 
del Holocausto.
"Un pedigrí" es la obra que mejor 
refleja, según la Academia Sueca, sus 
rasgos autobiográficos.
Modiano es autor también de libros 
infantiles y guiones cinematográficos.

martes, 14 de octubre de 2014

ALEGRÍA, ALEGRÍA!!!

El 8 de Noviembre a las 18 hs. en la sala CRONOPIOS de la Feria del Libro de Mar del Plata, presentaré mi nuevo libro, fruto de un año de imaginación, escritura, corrección y esfuerzo. 
   ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR
Cuentos en que se mezcla el suspenso con el género negro. 
Me gustaría que compartieras conmigo este evento tan importante para mi.
Agendalo por favor. Te espero. 
(Plaza Mitre, Avda. Colón y Mitre)

martes, 30 de septiembre de 2014

PLAGIO, FRAUDE Y BOCHORNO PARA UN PREMIO NOBEL DE LITERATURA YA FALLECIDO

Cela, acusado de plagio

La noticia no es nueva, arranca a finales de 1998, cuando la escritora gallega, Carmen Formoso presentó una querella contra Camilo José de Cela (Padrón, 1916) y la editorial Planeta S.A, por cometer delitos de apropiación indebida y contra la Propiedad Intelectual, al considerar que la obra “La Cruz de San Andrés”, galardonada con el Premio Planeta 1994, era un plagio de su novela, “Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia)”, presentada también al Concurso de ese mismo año. La querella fue admitida a trámite por la Audiencia de Barcelona.

Al principio, nadie dio crédito a la acusación. Apenas tuvo eco en la prensa, los medios estimaron que se trataba del ardid de una escritora desconocida para adquirir notoriedad. ¿Quién iba a imaginar que todo un Premio Nobel de Literatura iba a poner su firma en una novela escrita por una simple maestra de aldea y presentarla al más prestigioso de los concursos literarios que se convocan en lengua castellana?
Pero algo extraño sí que había. El propio Cela reconoció más tarde: “Todos cometemos errores en esta vida” a la pregunta que le hizo Marisa Pascual en la primavera del años 2000: ¿Qué ocurrió con La cruz de San Andrés? Según cuenta la escritora plagiada en su página web, la obra premiada fue presentada al certamen de manera irregular, varias semanas después del día 30 de junio de 1999, fecha en que finalizaba el plazo de admisión, y ni siquiera le fue expedido el preceptivo recibo de entrega que exigen las Bases del Certamen.
Esa versión coincide con la de Francisco Umbral, quien asegura que Cela le contó a mediados de julio del 94 que estaba terminando el libro, y también con la del propio Cela que, en la página 17 de la novela, dice textualmente: “…ha pasado ya mucho tiempo; el libro lo tengo que entregar el día 1 de Setiembre, así que debo darme cierta prisa…”.
Cuando se publicó la novela ganadora del Planeta, Carmen Formoso la vio en una librería, leyó la sinopsis y le interesó el tema: era una historia parecida a la suya. Al llegar a su casa comenzó a leerla. Cuesta poco imaginar la sorpresa que se llevó —y seguro que también indignación— al descubrir dentro elementos fundamentales de su obra, numerosas coincidencias, tanto repeticiones literales como trasposiciones de palabras en la oración para ocultar el plagio, anécdotas, lugares comunes y, sobre todo, la analogía de los personajes: Betty Boop y Matty son réplicas de Carmiña; Matilde Verdú es Carmela; Maruxa y Clara tienen una casa en San Pedro de Nos.
Cuenta la autora en su blog que, durante meses, se dedicó a desenmascarar la trama, anotando en una lista las pruebas que iba encontrando. No se trataba sólo de meras similitudes, sino de frases textuales comunes en ambas obras, idénticos adjetivos para referirse a una misma situación y multitud de detalles claramente coincidentes. El escrito de acusación al Juzgado de Instrucción nº 2 de Barcelona, presentado por su abogado Javier Díaz Formoso —y también, su hijo— recoge una larga lista de las coincidencias que ha encontrado en los dos libros y que el autor de este blog ha verificado.
Terminado su trabajo recopilatorio, Carmen Formoso se decidió a hacer valer sus derechos y enfrentarse a quienes le habían robado el fruto de su trabajo, aun a sabiendas de que desafiaba a todo un Premio Nobel de Literatura, prestigiado novelista, articulista sin precio y con buenos oficios en las alturas, además de acusar a la primera empresa editorial española de manipular la concesión del Premio Planeta, permitiendo al ya designado ganador del certamen acceder a una de las obras candidatas para que la rehiciera a su manera y la presentara con su firma, incluso fuera de plazo.
A nadie le extrañó que La Cruz de San Andrés resultara ganadora de la 43ª edición del Premio Planeta 1994, dotado con 50 millones de pesetas —unos 500.000 euros actuales—. Tras conocer el veredicto, el escritor gallego manifestó: “Me he presentado al Planeta, porque hace cinco años, cuando me dieron el Nobel, pensé en retirarme, pero después me di cuenta que debía probarme y establecí una especie de pugilato conmigo mismo”. Pero alguno pensó que también influiría la cuantía del premio, en un momento en que Cela andaba justito de dinero, tras haber perdido la mitad de su patrimonio y acordado compensar a su esposa con una pensión mensual de 800.000 pesetas —unos 8.000 euros actuales—, tras haberse divorciado de ella en diciembre de 1991, tras 45 años de matrimonio.
Por aquel tiempo, la editorial Planeta atravesaba una pequeña crisis debido a la caída de sus ventas en las librerías y se esforzaba por relanzar su certamen literario para recuperar el prestigio y mejorar su cuenta de resultados. Es sabido que, a finales de los setenta, José Manuel Lara ofreció a Miguel Delibes el premio Planeta, que el escritor rechazó con elegancia, a pesar de que eso le hubiera resuelto la vida. Los premios Planeta arrastran una merecida fama de fraude, bajo la sospecha de que su concesión está pactada de antemano.
Pero en 1994, el escándalo subió de tono. No sólo se apañó el resultado, sino que se permitió al nominado utilizar la obra presentada por otro candidato para que sus amanuenses la rehicieran, cambiando la fachada y adaptándola al peculiar estilo del escritor gallego. Para entonces, ya se sabía que Cela utilizaba a “negros” para construir sus novelas y él sólo se dedicaba a supervisar y corregir los textos en bruto que le entregaban sus escribas. Incluso, La Voz de Galicia se atrevió a citar el nombre de Mariano Tudela como su principal colaborador en la redacción de “La Cruz de San Andrés”.
Y también se rumoreaba que Cela estaba acabado. Nadie pone en duda que “La familia de Pascual Duarte” (1942), y “la Colmena” (1951) son dos obras maestras. Posiblemente también lo sea “Viaje a la Alcarria” (1948). Pero lo que hizo a partir de los sesenta, no vale gran cosa: “Intentó hacer literatura de vanguardia pero no consiguió ningún resultado. Su prosa se hizo cada vez más retórica, más vacía. Tal vez no tenía ya historias que contar o quizá le faltaba la necesidad de expresarse, la emoción necesaria para convertir en arte las vivencias más cotidianas”.
Aún con todo, cuesta entender cómo un escritor tan ilustre se prestó a semejante patraña. ¿Quién le iba a censurar por rebajar su productividad al final de su vida? Cuando le concedieron el Nobel, tenía 73 años, hora ya de estar jubilado. Pero no; él quería continuar en primera fila y no dudó en vender su imagen y el prestigio de su pluma para seguir ganando dinero, a pesar del daño material y moral que iba a causar a una escritora desconocida, llena de ilusión por hacer valer su novela.
Pero, ¿fue realmente un plagio? No, en su sentido literal. La RAE lo define como “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. El criterio de los jueces es que “el uso de un mismo argumento, expresado de manera original, no constituye plagio, ya que el derecho de autor no cubre las ideas en sí, sino únicamente su modo de expresión”. El Tribunal Supremo, en su sentencia de 28 de enero de 1995, considera que el concepto de plagio ha de referirse a las coincidencias estructurales básicas y fundamentales y no a las accesorias, añadidas, superpuestas o modificaciones no trascendentales.
El caso presente parece más “un supuesto de transformación, al menos parcial, de la obra original”, tal y como reconoce Luis Izquierdo, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, porque, estéticamente, la obra es diferente. Con lo cual, podríamos admitir que Cela atentó contra el derecho moral o personal de la escritora gallega, pero quizá no contra su derecho patrimonial, que tiene un significado mercantilista.
¿Qué pasó entonces? Probablemente, Cela se dejaría seducir por el valor del dinero. Como lo necesitaba, no tuvo más remedio que aceptar la farsa. Pero quiso vengarse de los que le obligaron a hacerlo —la editorial Planeta, y Carmen Balcells, su agente literario—, presentando al concurso un bodrio, un desvarío, una narración anárquica y redundante, difícil de leer y carente de mérito literario. Lo hizo a propósito, para provocar al personal. No puede haber otra explicación.
En nueve ocasiones, hace mención a los rollos de papel de retrete en los que había escrito el libro para su presentación a quien habría de bendecirlo. La burla comienza desde el primer párrafo: “Aquí, en estos rollos de papel de retrete marca La Condesita, escribiendo con bolígrafo no se corre la tinta verde, ni la azul, ni la roja, no se corre la tinta, aquí en este soporte humildísimo se va a narrar la crónica de un derrumbamiento…”.
Y sigue, en este primer párrafo, acusando a su editor, como queriendo atribuirle la felonía y justificar así su proceder deshonesto: “El gladiador (Cela) que va a morir saluda al César (su editor) con un corte de mangas porque también él juega y juzga y se ríe a carcajadas del César y de quienes van a escupir sobre su cadáver, sería espantoso imaginarnos a la humanidad demasiado sumisa, suenan los clarines porque ya empieza la misa negra de la confusión, el solemne acto académico de la más turbia de todas las confusiones”.
En la página 14, arremete contra su agente literario —Carmen Balcells— poniendo en boca de la narradora la siguiente imputación: “…la agente Paula Fields me encarga que escriba los siete sucesos que señalaron la vida de mi marido…, a mi me anticiparon mucho dinero, bueno, mucho dinero para mi exhausta bolsa, la verdad es que no llegó a los seiscientos mil dólares, y aunque al principio lo dudé…. acepto la propuesta y empiezo esta crónica desorientada y levemente ortodoxa: todos debemos someternos a las sabias normas dictadas por los comerciantes y los síndicos”.
Sabía que le iban a conceder el premio, sabía que la prensa iba a ensalzar la obra. ¡Qué oportunidad para mofarse de ella! ¿También del público? Pues también, hasta insultarlo, muy propio de Cela (dice en la página 73: “Insisto en decirle a usted, lector estúpido, que las mujeres vulgares tenemos historia natural como las algas y los líquenes, nuestro historiador es Buffon…”). ¿Será cierto eso de que la provocación fomenta la literatura?
A pesar de las pruebas presentadas —afortunadamente, la autora tuvo la precaución de inscribir previamente la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual—, el caso fue sobreseído y vuelto a abrir en dos ocasiones, la segunda por el Tribunal Constitucional. Además, en junio de 2001, la editorial Planeta tuvo la osadía de querellarse contra la escritora gallega por presuntos delitos de injurias y calumnias. Pero al final, tras doce años de sobresaltos, el Juzgado nº 2 de Barcelona decretó la apertura de juicio oral contra el editor José Manuel Lara Bosch por presuntos delitos contra la propiedad intelectual, apropiación indebida y estafa, esta vez, sin posibilidad de recurso.
El escrito de acusación al Juzgado de Instrucción nº 2 de Barcelona que presentó su abogado, que recoge Xornal Galego, es todo un ejemplo de trabajo bien hecho, merecedor de una lectura, siquiera somera, ya que su extensión —488 páginas— así lo aconseja. Ante tal cantidad de pruebas, la juez resolvió que “La Cruz de San Andrés” presenta tantas coincidencias y similitudes con “Carmen, Carmela, Carmiña” que, para realizar tal transformación la novela de la querellante hubo de ser necesariamente facilitada a Cela para que, tomándola como referencia o base, hiciera lo que el perito denomina aprovechamiento artístico.
Camilo José de Cela murió el 17 de enero de 2002. La causa sigue abierta, pero sólo contra el omnipotente José Manuel Lara, presidente del grupo Planeta, un conglomerado de empresas mediáticas (Editorial Plantea, La Razón, Antena 3, La Sexta, Onda Cero, entre otras), con capacidad suficiente para imponer a los medios la “ley del silencio” y presionar a otras instancias en pro de un fallo favorable a sus intereses.
(Reproducido de Ser Escritor) 

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