MUNDO DE CRISTAL
No
incurriré en la inmodestia de decir que es difícil sintetizar el comienzo de la
historia de Felisa: un padre marino mercante hundido con su barco, al que nunca
llegó a conocer; criada por dos tías abuelas, solteronas de doble apellido y de
más de 90 años, que la tomaron a su cargo el día en que nació, el mismo en que
su madre dejó de existir. A esta huérfana no le hicieron faltar nada, la
rodearon de cariño y también de encierro y oscuridad. Temerosas del afuera,
Felisa solamente salía de esa mansión bicentenaria en Lomas de Zamora para ir a
la escuela y al colegio de monjas, siempre acompañada de una niñera o una
gobernanta en el automóvil con chófer de gorra. Jamás la dejaron participar de
fiestas o reuniones de adolescentes, ni permitían que ella invitara. Sólo el
temor a lo desconocido evitó, lamentablemente para ella, que la enviaran a
estudiar a un internado en Suiza.
Esa vieja y
hermosa casona de diez habitaciones prolijas, siempre lista, (aunque no
invitaban a nadie a quedarse, si es que alguien venía alguna vez de visita) estaba
plagada de espejos esmerilados, obras de arte originales e invaluables,
vitrinas con vajilla y loza inglesa, muebles con incrustaciones de nácar,
jarrones de la dinastía Ming, arañas de
cristal, mantelería y blanco de hilo,
bordados a mano, de origen veneciano. Todo lo mejor en un silencio sin
turbación, casi sagrado. La música era para ellas, mensaje de Satanás.
Las tías
bordaban y eran Damas de Beneficencia. Mantenían la cotidianeidad como
reinas de un
castillo inexpugnable. Las
comidas eran puntuales, los hábitos inconmovibles, las conversaciones
superficiales sin interrupciones molestas ni altibajos en la voz. Cada cosa en
un lugar preciso y conocido. Felisa podía, desde muy niña, caminar de noche por
toda la casa sin tropezarse con nada, porque no se permitían cambios.
Hasta que
una tarde, en el cumpleaños número dieciocho de Felisa, golpearon con el
llamador a la puerta de entrada; la
mucama abrió y se extrañó de no ver a nadie allí. Sin embargo, como un tornado
entró un cachorro de gran danés, con un gran moño rosa en el cuello.
En un día
de persecución, las seis mujeres y el chófer se darían cuenta de que el mundo
mantenido por ellas durante ochenta años era en realidad de cristal. Nunca
supieron quién había hecho el regalo que destruyó en 15 minutos lo que parecía
eternamente igual a sí mismo. Aunque intentaron, no hubo manera de que Felisa
se despegara de él nunca más. Las tías murieron del corazón al mismo tiempo,
dos semanas después, incapaces de soportar el caos.
jajajaj, bien hecho!!!!
ResponderEliminarMe dejó con la intriga de quién les mandó el perro.
ResponderEliminarMuy bueno, tu relato.
Un saludo.
Buenas,
ResponderEliminarNos gustaria invitarte a unirte a nuestro proyecto de literatura. Se llama Publize.com y es una red social para amantes de la literatura, en la que los escritores pueden darse a conocer o difundir su obra y los lectores encontrar cualquier tipo de lectura.
Te animamos a probarlo. Puedes darte de alta en www.publize.com, donde también podrás encontrar información. No hay que pagar nada ni dar tu cuenta ni nada por el estilo ;)
Saludos
Es que lo perfecto es tan aburrido que es una lástima que el perro no haya llegado antes. Dirían las ancianitas "los cambios son buenos, malo es vivirlos".
ResponderEliminar