sábado, 19 de marzo de 2016

A UNA CASTAÑA DE CAJÚ

A una castaña de Cajú

No te nombro
      percibo tu fértil semilla
      a punto de prodigarse
      irrepetible
      en cualquier instante
Tu singularidad me habla
      de compartir
      lo encerrado
Sé que debo romper
     tu coraza áspera
     para conocer un interior
     dulce y liso
Pero dura y blanda
     rugosa y suave
     siempre única

como yo

martes, 15 de marzo de 2016

ME ATREV0 O NO ME ATREVO CON ALGUNOS POEMAS?


YO QUIERO


Yo quiero unos ojos
firmes
frágiles
finos
y llevarme una ventana
a mi casa
y mirar
y ver
desde ese pequeño marco
un mundo feliz.


martes, 1 de marzo de 2016

FALLECIÓ UN VERDADERO MAESTRO

Fallece Umberto Eco: su identidad a través de 5 libros


“Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca”.
J.L. Borges
eco 2

Umberto Eco ha fallecido, a la edad de 84 años después de una valiente lucha contra el cáncer páncreas por más de dos años tiempos en el que nunca abandonó su pasión por escribir y de donde nació “Pape Satán Aleppe. Crónicas de una sociedad líquida” , no nos queda más que recordar ahora y vivir entre sus paginas quien fue y la lección de vida que nos dejó a todos como parte de el mismo, un rebelde por naturaleza que decidió contrariar los deseos de su padre y en vez de estudiar derecho decidió estudiar Filosofía medieval quizás esa decisión la toma en realidad el personaje que escribió: El nombre de la Rosala historia que lo lanzo al ruedo de escritores para nunca más salir de la lista de los más leídos del mundo entero.
eco
Con sus 38 doctorados honoris causa, Eco fue un niño eterno, quien con una habilidad erudita para la escritura se vertía en las mas de 500 paginas de sus libros con una gran genialidad, para adultos y niños integrándose dentro de los personajes como; La misteriosa llama de la Reina Loana,  inventaba historias, daba vida a protagonistas como: Baudolino , nos colocaba en el tiempo y lugares fantásticos donde ocurrían eventos maravillosos y en donde se rescataban tesoros, quizás el más importante de ellos, la naturaleza humana.
Su vida fue productiva , entre libros creció y vivio y sus ultimos años los paso encuadernar las primorosas ediciones decimonónicas de Gautier y Dumas,  inquieto su pensamiento acerca de la verdadera naturaleza de las cosas, signos, símbolos misterios, semiología, significados eso trato de trazar en su obras, los extremos , la historia de la belleza, la historia de la Fealdad, su nutrido pensamiento caminaba abordando todas las perspectivas posibles sobre un mismo tema, hoy en día, Eco no ha muerto su vida quedó eternizada en sus obras, es parte de nuestros días y cada vez que alguien compre un libro y abra una de sus paginas el volverá a vivir, lo mejor es que el lo sabía y se entregaba por completo en cada una de ellas.  Hoy más que nunca están vigentes sus lineas de pensamiento.
DOCUMENTAL SOBRE UMBERTO ECO

miércoles, 10 de febrero de 2016

CONSEJOS PARA UN ESCRITOR/A NOVEL

4 consejos esenciales para un escritor novel

1-. Sigue tu instinto.

No asumas que hay alguna ruta prediseñada que los escritores deben seguir para llegar al éxito.  Ser escritor novel no es facil pero, tienes que hacer lo que mejor te funcione a ti. Escucha las voces de tu cabeza y aprenderás a mejorar tu intuición con el paso de tiempo. A veces pensarás que vas por el camino correcto con un proyecto literario y te darás de bruces contra la realidad, otras verás como tu creación crece de forma espectacular sin haberlo esperado. Si quieres dedicar gran parte de tu tiempo libre a escribir, debes saber que para esta profesión no existen caminos de ladrillo amarillo.

2-. No imites.

No imites a otros, no intentes parecerte a tus ídolos: sé tú mismo. Aunque seas un escritor novel, no quiere decir que no seas escritor. Lo eres. Busca tu propio estilo, el enfoque que solo tu puedes darle a una historia, eso es lo que la hará diferente al resto. Se puede escribir sobre un mismo tema de un millón de formas diferentes y encontrar esa esencia que llevas dentro te llevará bastante tiempo. Esto es algo así como no, vivir la vida de otra persona. Vive la tuya.

3-. Sé tú mismo.

No escribas por satisfacer al mercado. Debes de ser tu mismo y encontrar tu forma de escribir. Hay que entender que no se puede gustar a todo el mundo, pero a los que consigas llegar, estarán contentos contigo y tu debes sentirte orgulloso. Mira, yo —sirviendo humildemente de ejemplo—, cuando empecé este blog no tenía nadie quien me lea; tuve tentaciones alocadas de dejarlo, de seguro corrientes de modas y tendencias, pero sabes, al final me di cuenta que quería escribir por gusto. Yo no escribo en este blog para ganar dinero — eso viene solo—, yo escribo porque me gusta y nada más. Después de seguir esto, hoy por hoy, tengo mucha gente que me lee. Por ejemplo tú, y eso me llena de orgullo y satisfacción.

4-. Formación

No descuides tu formación. Es fantástico tener una capacidad innata, como puede ser el caso de la escritura. Sin embargo todo diamante en bruto necesita ser pulido con tiempo, esfuerzo y …mucha lectura. La mejor forma de depurar tu estilo es leer a los clásicos y a los contemporáneos. No comentas errores ortográficos, trata de buscar la perfección en tus creadores, no te conformes con menos. Creo que está bien claro verdad este punto. ¿Sí? Perfecto si ese así.


viernes, 29 de enero de 2016

Y aquí va el último cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

MUERTE EN PARQUE CHAS
              Antes de que suene el reloj, despierto con una fuerte jaqueca, me duele todo el cuerpo y pasé una noche de horrendas pesadillas. Oscilante, salgo de la cama y voy al baño, me ducho y enfilo hacia la cocina. Todavía mareada, me preparo el desayuno. Son las ocho de la mañana y recién tengo sesión a las once. Para despejarme de los feos sueños decido hojear las noticias.
              Miro el piso junto a la puerta: el canillita todavía no pasó. El diario de ayer aún permanece sobre la mesa sin abrir. Después de pasarle manteca al pan, y, café con leche en mano, recorro las páginas: me ahogo al ver uno de los titulares principales. En un acceso de tos escupo la bebida y la tostada. Lo leo nuevamente, mis ojos desorbitados. “FUENTES POLICIALES REVELARON QUE LIDIA CASTRO ES EL NOMBRE DE LA MUJER ASESINADA”. Aclara muy poco más: que me habían encontrado sin vida dos días antes, a las doce del mediodía, en el pasaje Nápoles de Parque Chas; había sido terriblemente golpeada, ahorcada con una gruesa soga y rematada con un balazo en la cabeza. No se sabía si era un crimen pasional o un robo con ensañamiento. Recién hoy, aclaraba el diario, pudieron descubrir la identidad de la muerta de cincuenta años por el ADN; mis huellas dactilares habían sido limadas.  
            No entiendo lo que estoy leyendo. Es inverosímil. Alguien con mi nombre figura en los registros de ADN. Corro al baño y ahí estoy yo en el espejo: son mis ojos, mi boca, mi nariz, soy yo. Viva. No hay marcas en mi cuello ni agujero de bala en la cabeza. Algo anda mal. Muy mal. ¿Tendré una hermana gemela desconocida, con mi mismo nombre y mi ADN? Decido llamar a la policía de inmediato y aclarar este asunto.
           Marco el 911. Las manos me tiemblan sudorosas y mi corazón es un tren bala. Cómo hablaré en este estado, no lo sé. Espero. Mientras, inhalo y exhalo profundamente para serenarme. Al fin me contestan:
           —¿Cuál es su emergencia?
     —¡¡¡En el diario de ayer dice que estoy muerta!!!
     —Dígame su nombre señora, por favor.
     —Lidia Castro.
     —¿Está en peligro?
     —No sé, señorita. En el diario dice que me mataron de un balazo.
     —Déme más información. ¿Qué diario leyó y cuándo?
     —En el diario Crónica de ayer.
     —¿Ud está en algún tipo de tratamiento?
           —Sí, pero ¿qué tiene que ver eso? Debe haber un error; dice que la policía ya descubrió de quien era el cadáver de Parque Chas y pusieron mi nombre. ¿Qué tengo que hacer? Estoy muy nerviosa.
     —Debe ser otra persona.
     —¡Pero es mi nombre y la calle donde yo vivo! ¡Si me mudé hace una semana!
           —Deme su DNI para confirmar; el teléfono ya lo tengo. Enseguida la llamo.
           Pasan dos horas. La angustia me retuerce el estómago y me bloquea la garganta. No consigo detener los pensamientos ni tampoco estar sentada: camino como loca por el departamento.
           Ring. Ring.
     —Señora, ¿es usted Lidia Castro?
     —Sí, sí. ¿Averiguó?
           —Sí. Quédese tranquila. No tenemos ninguna denuncia o informe de hallazgo sobre un cuerpo en su barrio. Debe ser un malentendido.
           —Pero ¿cómo un malentendido? Mi nombre está en el diario; la gente que me conoce debe pensar que morí. ¡Esto es increíble!
           —Cálmese. Llamé también al diario y no tienen ningún dato. Pero dígame… ¿Nápoles a qué altura?
           Cuelgo furiosa. Releo la noticia. Es claro. Todo es muy claro. ¿Cómo van a  decir que no hay nada? Ni en mis peores momentos de alucinación llegué a imaginar esto.
     Me fijo en la primera página. ¡La fecha está mal!  Julio 31 de 2013.
     Hoy es 29. ¡Si ya compré los ñoquis! ¡Claro que ahora uno puede mandar a imprimir lo que sea! Pero esto no tiene nada de gracioso. ¿Quién me estará jugando una mala pasada? Seguro que es Pedro, ese imbécil. No se aguanta que lo haya abandonado y con el carácter violento que tiene quiere volverme loca. ¿Qué dijo cuando le devolví el anillo? “A mí nadie me deja y sigue viviendo”. Tengo que calmarme; estas cosas me sacan de eje, me provocan un acceso a la manía y yo, al psiquiátrico, otra vez no entro. Ya me visto, voy a sesión y después al diario. ¡Esto no va a quedar así!
     
           Lidia llama a la oficina y avisa que llegará tarde, toma su cartera y sale del departamento. Se da cuenta de que nadie camina por el Pasaje. Un coche permanece estacionado. Siente aprensión. Un hombre sale del automóvil y se acerca a ella; lo reconoce de inmediato. No tiene tiempo ni de gritar: la golpea con una gruesa soga en la espalda y las piernas hasta hacerla caer; pasa la horca alrededor de su cuello y aprieta fuerte. Ella se desmaya. Pedro saca un revolver 22 del bolsillo y se lo pone contra la nuca. Nadie escucha el disparo con silenciador. De sus dedos hace desaparecer cualquier vestigio de piel.











sábado, 23 de enero de 2016

MEMORIA CELULAR (del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR)

MEMORIA CELULAR
Accidente, terapia intensiva, amnesia. Los eventos se encadenaron como grilletes de esclavos. Irrompible sucesión que la llevó al olvido. No tenía documentos; tal vez estaban en la cartera que alguien robó. El coche, incrustado en un paredón, a diez metros de distancia de su cuerpo ensangrentado junto a un árbol. Sin nombre, ni siquiera una historia que le dijera qué había hecho en su vida. Mientras la enfermera Lucy le tomaba el pulso cada seis horas, esta NN de unos treinta años, sonreía plácida.
    ¿Te acordás de algo?
    No, y siento que eso está bien. Muy bien. Pienso que no acordarme es mejor para mí y para todos. No me preguntés por qué; no sabría qué decirte.
Pasaron los días, las semanas y las heridas cerraron; Lucy le trajo ropa de su hija menor, decidió llevarla con ella cuando firmaron el alta y, de ahí en más, la enfermera se convirtió en madre sustituta. En esta nueva familia tenía una hermana menor, una mayor y también una abuela. Por alguna razón, que no hubiese hombres en la casa la tranquilizó. Intuía que se manejaba mejor con las mujeres.
— ¿Sabés, Lucía? Es como si me hubiesen lavado el cerebro, como renacer. Tengo una vida nueva.
Consiguió trabajo de niñera de dos varones tres veces por semana. Aprendía fácilmente. Soy amnésica pero no idiota. Se acordaba de cómo vestirse, cantar, usar el control remoto, pasear al perro de los chicos, cocinar, contar cuentos, jugar a las estatuas y al gallito ciego. Día a día iba agregando recuerdos a la lista.
Algo empezó a intranquilizarla: cada vez que entraba en la cocina, todo lo que tuviese filo le generaba un temblor inquietante; lo soltaba aprensiva y ocultaba la mano. Recién entonces sentía alivio.
Un sueño le reveló su nombre. Alguien, muchos, la llamaban Dolores. No se lo dijo a nadie. Para ella, Norma, el que le pusieron en el hospital hasta que recuperara su vida, estaba más que bien; era perfecto. Lo había aceptado porque era sinónimo de fuerza, control, estabilidad. Rechazó aquel sueño casi premonitorio
            Pero…
Una noche, mientras se desvestía frente al espejo, no se reconoció: vio un gesto rígido y una sonrisa irónica, sarcástica. De pronto se encontró en la cocina empuñando un cuchillo. Convertida en autómata que repite una acción programada, entró en cada cuarto y una a una tomó por sorpresa y mató a las cuatro mujeres dormidas. Todo fue rápido. Las manos pegajosas de Dolores iban dejando caminos de sangre y ninguna sobreviviente.
Cuando terminó, puso la pava para un té.  Sujetando todavía el cuchillo, miró su reflejo en el metal manchado de sangre y recobró la lucidez. Fue entonces que pensó: No se puede escapar de la propia historia escrita, quiérase o no, en cada neurona. Sólo con su propia muerte vendría el olvido total.
Nunca tomó el té.



viernes, 15 de enero de 2016

MANO DE OBRA DESOCUPADA de mi libro Esa Obstinada Costumbre de Morir

MANO DE OBRA DESOCUPADA
            El vidrio amarillo lechoso con detalles de burbujas lo asoma a un mundo extraño que no puede discernir. Bultos móviles, luces pasajeras, colores bizarros de objetos irreconocibles llegan a sus ojos irritados por el desamparo. Hace muchos días que lo mantienen en ese sótano, ignorante del porqué o el para qué. Este sucucho es un depósito; por el olor,  seguro guardaban gomas de autos. Ni una lamparita, ni un mueble, ni una canilla; sólo un vaso de lata. El piso de baldosas, está lejos de ser el colchón apacible y acogedor de su cama, ese que nunca valoró como hoy.
            Al principio creyó, ingenuo, en una confusión de víctimas, por eso no se preocupó de contar o marcar en la pared la oscuridad cíclica. Pronto lo liberarían. No sabe si ha pasado una semana o más. ¿Me estarán buscando? ¿Habrán puesto mi foto en los diarios? ¿Cuánto ofrecerán por información sobre mí? ¿ qué pedirán éstos?
Las primeras jornadas se desgañitó y pateó con fuerza la puerta hasta herirse los pies; la sangre que brotó de los dedos y los tobillos lastimados se coaguló y, adorno espeluznante, quedó sobre los moretones. De a poco la desesperanza le fue ganando; se dio cuenta de que no escuchaba ni ruido ni voces, salvo el deslizamiento por debajo de la puerta de una ración de polenta insulsa, arroz blanco y un pan sobre un cartón oscuro y repetido; con un plato de latón lleno de agua durante las horas de esa luz mortecina, se completaba todo su alimento.
Comienza a sentir el deterioro. Quiere cantar sus canciones preferidas, Tears in heaven de Clapton y Me gusta todo de ti de Serrat, pero le cuesta  recordar las letras; con el tiempo, hasta las melodías se le van entremezclando. Constipado por naturaleza, la dieta que le impone el secuestrador no ayuda. Su vientre tiene el peso de una bolsa de papas. El agua que tomó desesperado el primer y segundo día, se convierte en sorbos que aprende a administrar como náufrago. Duerme enroscado cuando no hay luz. Y a veces, mientras está comiendo, pierde la conciencia, la boca llena de arroz.
            Después de contar cientos de veces hasta mil, recordar el nombre de cuanta persona ha conocido en su vida, jugar decenas de enredadas partidas imaginarias de ajedrez, decide que hoy es su cumpleaños. Para cuando lo metieron en el coche con la venda en los ojos, sabía que sólo faltaban quince días para sus treinta. Tiene la barba y el pelo enmarañados de mugre. La familia y los amigos tenían pensado darle una sorpresa de la que por supuesto ya estaba enterado. ¿Estaba enterado? Le parece que no. No puede afirmar nada con certeza. Entonces resuelve que hoy es una fecha buena como cualquiera. Con la polenta de ayer, que no comió, hace bolitas y las pasa por el arroz como confites vegetarianos. Lanza una muda carcajada: a mi no me vengan con eso, se acuerda, nunca voy a pasar un día sin comer carne. Ironías de la vida que no permite cumplir los juramentos. No es mucho para pasar la década pero… con un vaso de agua hará el festejo antes de la oscuridad total. Es triste una fiesta en soledad rodeado de orina, pero ¡qué tanto… es mía! Todavía tiene algo suyo, además de la inmundicia y la ausencia de fe.
            En la habitación contigua alguien  está cantando el Feliz Cumpleaños. ¡Qué ironía!
No puede soportarlo. Su mente es humo blanco. Una imagen se le aparece con cierta nitidez: él metiendo una media en su boca y tragándola de a poco hasta que se le queda atorada y ya no puede respirar. Podría resultar.
¿Cómo puedo acabar con mi vida si no me dejaron ni el cinturón ni las medias? Además ¿qué podría hacer con eso? Mira su  miserable plato de festejo y llora. Por primera vez. Siente que está por claudicar. Se acuerda de que en un documental de Discovery ¿o era Natgeo? contaron cómo algunas personas se suicidan mordiéndose la lengua hasta desangrarse. Por ahí mañana. Sin embargo se requiere fuerza y coraje para hacerlo. Ahora sabe lo que es la desesperación del que no encuentra salida.
            Rodolfo, mi amigo… ¿o es mi primo? pensará que me tomé el avión con el que tanto bromeaba, y que ahora estoy en las playas de México, ¿o era Bermudas? Una playa era. La madre conoce sus ataques de rebeldía, no le extrañará que haya desaparecido para el cumpleaños. Nunca se olvida de aquellas ratas al colegio o de sus arranques de disconformidad con los jefes: ni siquiera se sentía obligado a renunciar, simplemente desaparecía de los empleos. Con Silvina se habían enojado el día anterior a que se lo llevaran. No, me parece que era Romina… bueno, cualquiera; como son las mujeres, ya estará apretando con otro. Se acuerda de sus sobrinos. Un nudo de angustia en el medio del pecho y un rayo de esperanza: saben que no me hubiese ido sin avisarles; deben haber preguntado. ¡Sáquenme de acá! ¡Por favor, chicos!
            Oye un aleteo de pájaros y el rechinar de sus propios dientes. Al fin algo que no es su pensamiento. Toca la pared y el moho, resbaladizo y frío, se le pega en las yemas de los dedos. Los pájaros intentan entrar por la única ventana de este sótano en el que lo encerraron. A trasluz, los ve grandes y oscuros, enloquecidos y desesperados como él. Estoy delirando, sí, es eso. Pero esto no lo tranquiliza. Por el contrario, lo sobrecoge un miedo cepo y se sofoca.
            Del otro lado se escucha Tears in Heaven; Clapton lo aterroriza.
            Los buitres consiguen romper el vidrio, le sube el espanto amargo y espeso hasta la garganta. ¡Son de verdad, son reales! Sabe que tiene los minutos contados. Nadie va a pagar rescate por un muerto.
            Detrás de la puerta hay un hombre, atento a cada ruido y movimiento proveniente del sótano cerrado. Expectante y gozoso. Sentado en un cómodo sillón, escucha ahora a Hugo del Carril, mientras se dice: Seguro pensaba que iba a pedir rescate. ¡Pobre iluso! Muerte a picotazos: otra nueva forma de matar que inventé..
Es todo su pasatiempo. No sabe hacer otra cosa desde los 70’.






















martes, 5 de enero de 2016

MORIR CON GANAS otro cuento de mi libro Esa Obstinada Costumbre de Morir


            —¿Otra vez a bailar? Si saliste anoche…
            —¡Ufa! Me hartás con preguntas. ¡¡No me persigas, má!!
            —Pero tenés que estudiar, ir a pasear con amigas, a Palermo, al cine… lo que hace una chica de tu edad, Sisí. Estamos preocupados.
            —Déjense de pavadas. Las chicas del cole son aburridas, el pasto está lleno de hormigas y el cine no me gusta.
            —Pero…
            —Basta de peros. Tengo dieciséis. ¡No sé de qué se quejan! Si soy la única que no traigo problemas.
            —Dije que estamos preocupados, no que nos quejamos. Sábado y domingo te la pasás durmiendo todo el día. Si andás de novia, decílo de una vez…
            —¡Y dale con eso! No me interesa tener novio. Chau, má. Pico algo y me voy. Beso.
            Y Sisí se fue después de comer algo liviano. Había aprendido a bailar tango, salsa, danzas folclóricas, merengue, jazz, hip-hop y rap. Además se anotaba en las clases de bailes típicos. En esa familia tan poco comunicativa nadie estaba al tanto.
Ya hacía dos años que llevaba una existencia movida, y todo en ella revelaba un aire de satisfacción.
Por Internet se enteró de un Torneo que se iba a llevar a cabo en Rosario: bailarían todos los ritmos al estilo de los años 60’, desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche de un sábado, y aquel que no abandonara resultaría ganador o ganadora: medalla, diploma y 300 pesos.
En su casa dijo que iría a un picnic en una quinta, y por eso debía salir muy temprano; en realidad iba a tomar el micro de las 5.30 en Retiro, pero de esto no se sabría una palabra. y se miraron aliviados. Al fin saldría con chicos de su edad.
Sisí volvió a las 2 de la madrugada, cansada pero con sus premios en la mochila. Nadie había podido seguirla y terminó sola en la pista de baile, con una danza del vientre en jeans y remera de Eminem. Escondió todo en una caja de cartón y le puso una etiqueta: SUPERPRIVADO. Al día siguiente, empezó una dieta estricta de proteínas, cereales, nada de grasas y muchas frutas y verduras. No le gustaba el alcohol y en los concursos le permitían tomar agua pero sin detenerse, como en las carreras pedestres. Bebía lo menos posible para no tener que ir al baño: sólo podía dejar la pista 10 minutos cada 6 horas. Esta vez pesaba tres kilos menos.
Cuando cumplió los dieciocho, empezó a trabajar de secretaria en un consultorio, martes y jueves todo el día, para hacer ver que se ganaba su dinero como dios  manda; estudiaba programación y sistemas los miércoles, y de viernes a lunes inclusive, sus piernas no paraban un minuto. Tampoco estaba quieta en el escritorio ni en la computadora: se sentía partida en dos: de la cintura para abajo era Sisí la bailarina y sus pies no dejaban de moverse al ritmo de su Mp3; de la cintura para arriba Sisí, una chica como cualquiera.
Ni ella misma sabía bien cómo, pero había logrado impulsar la realización de torneos en varios lugares del país, todos con la particularidad de ser maratones de resistencia. De “aguante” los llamaban. Se tenía mucha confianza. Ella, que siempre se había aburrido, que no había descubierto una vocación, que no compartía intereses. Ella, que había sido siempre una inigualable solitaria, ahora, fuera adonde fuese, era siempre la última en dejar la pista con su medalla colgada al cuello, el diploma enrollado como si terminara un doctorado, y el sobre, el bendito sobre con la plata, tan apreciado por su madre si lo hubiera sabido.
Sisí no tenía pareja fija en los concursos, ni le interesaba. Cuando el de turno, según el orden de inscripción, abandonaba, ella seguía girando hasta que otra mano masculina cualquiera tomaba la suya o rodeaba su cintura. Nunca miró a los ojos a su compañero casual, y por eso jamás competía en torneos por parejas. No quería saber nombres, ni procedencias. No tenía tiempo para eso.  Su mente no pensaba en nada que no fuera el presente presente de las sensaciones en brazos y piernas, los movimientos relajados, la cabeza llevada sin tensión por un torso lleno de vitalidad. El propio.
Ya tenía una caja para cada cosa: SUPERPRIVADO I (medallas) SUPERPRIVADO II (diplomas) SUPERPRIVADO III (dinero). Todavía no se animaba a colgar lo colgable en las paredes. Ni siquiera su hermana, conocía el secreto. Tampoco se le había ocurrido abrir una cuenta de ahorro, y 14.000 pesos eran, lo sabía, mucha plata para tener en una caja de cartón en la casa, con dibujitos de mariposas verdes.
En las vacaciones habituales de febrero del año siguiente, avisó que viajaría al Uruguay con unas amigas. Falso de toda falsedad, pensaba, pero no le generó ningún problema de conciencia. Iría a una Maratónica de cuatro días de salsa y hip-hop en Montevideo. Se sentía preparada y ganadora antes de poner en el bolso las zapatillas rojas que ya se habían convertido en amuleto. Era el concurso más largo en que interviniera hasta el momento. Ya era muy conocida en el ambiente. “Sisí, La emperatriz del baile”, le decían. No obstante, en tres años no se había hecho nunca de una amiga o un amigo. Eso no es para mí, reflexionaba, muy poco pero lo hacía; no me interesa tener amistades… sólo bailar. No soy una persona. Soy movimiento.
Y triunfó. Pero ahora no contaba con el hecho de que el tema de los concursos de resistencia se había convertido en novedad para los noticieros. Cuando sus padres se acercaron al aparato de televisión no daban crédito a lo que veían sus ojos en la pantalla. Cambiaban de Crónica TV a Canal 9 Noticias, y de ahí a TN. Atónitos, veían cómo, inclusive periodistas extranjeros, trataban inútilmente de entrevistar a Sisí. El teléfono no dejaba de sonar en esa casa en la que el silencio predominaba porque a los padres no les gustaba la música, y la hermana era resentidamente paralítica. Todos querían saber cómo, desde cuándo, por qué, y ellos permanecían boquiabiertos. No podían contar lo que no sabían. Para ellos, Sisí era una desconocida.
Antes de que volviera, desesperados, se metieron en su cuarto, revolvieron, desarmaron, encontraron. ¿Cómo una chica de poco mas de veinte años, tenía 25.000 pesos, 35 medallas y otros tantos certificados y ellos nunca se habían enterado?
Cuando Sisí entró, el padre le pegó una bofetada: no la conmovió. Su madre lloraba y entre moco y moco decía:
—No sé quién sos, Sisí… ¿qué es todo esto?— mientras señalaba los tesoros encontrados.
— ¿Por qué se metieron en mi vida?
— ¿Qué es esto…qué es?
— ¿Hice algo malo? Me gané la plata en buena ley.
—Pero, ¿para qué, Sisí?
—Porque sí. El dinero no me importa, la gente no me importa, la ropa no me importa, la vida no me importa. Lo único que importa es resistir, permanecer, mantenerse, persistir, ser fuerte, aguantar…
Sisí no paró de bailar hasta los cuarenta. Cayó muerta una noche en la pista, exhausta tras diez días sin detenerse.

No conoció nunca el placer de una charla con amigas, un novio que la abrazara, una mascota durmiendo a los pies de su cama. No gastó un solo peso de lo ganado. Tampoco reconoció ni una sola vez la cara del compañero que se movía a su ritmo.







lunes, 28 de diciembre de 2015

PECULIAR AGENDA: de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

PECULIAR AGENDA
                   Como siempre te despertás a las 6, vas al baño y te cepillás los dientes.           
                 Como siempre te hacés el desayuno de reyes que aconsejan los que saben y cargás el celular.
            Como siempre te das una ducha con los tres últimos segundos de agua fría para tonificar, te afeitás, te ponés loción y te vestís con la ropa que preparaste a la noche.
            Como siempre cortás la llave general de gas, no olvidás apagar todas las luces y desconectás la computadora por si hubiese corte de electricidad. Recogés tu teléfono móvil, el attaché del escritorio, abrís la puerta, levantás el diario que dejaron en la entrada y cerrás con las cuatro llaves.
               Como siempre sacás el auto de la cochera, manejás tranquilo por la ruta hasta el centro escuchando tu Mp4.
                 Como siempre pasás tu mañana en la Bolsa comprando y vendiendo acciones para tus clientes, ganando buenas comisiones. Después vas una hora al gimnasio a hacer un poco de pesas y unas piletas.
                 Como siempre te encontrás a almorzar con un amigo en el mejor restaurante de la City porteña, pagás con tu American Express, regresás a la oficina y hacés algunos llamados personales mientras organizás el día de mañana.          
                   Como siempre  -satisfecho de la jornada- vas a tomar unos tragos a un pub del Bajo con varios colegas, volvés a tu casa un poco entonado pero manejando con prudencia para que no te pare la policía.
           Como siempre, al entrar encendés las luces, preparás un buen café porque no acostumbrás cenar, te tirás en el sillón del living, decidís que es una buena idea ver un estreno en el DVD y desconectás los dos teléfonos. Terminás la película y, todavía despabilado salís de tu casa sin nada en las manos a correr por el parque.
       Como siempre encontrás alguna pareja besándose y les cortás las gargantas con la sevillana que, como siempre, llevás en el bolsillo del jogging.
        Todo como siempre, pero la navaja la usás sólo el último viernes de cada mes.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Karítsi kalosýni

Karítsi kalosýni
© David Gómez Salas

Una tarde en la playa
a los seis años de edad
—etapa frambuyosa—
conocí a Karítsi kalosýni
hada bondadosa
y bálsamo para los niños
que viven en orfandad.

Es una muñequita linda
que irradia alegría y dulzura;
compuesta de azúcar morena,
crema de coco y espuma de mar.

Vive en el océano y sale a tierra,
todas las navidades, sin faltar;
para dar cariño y regalos
a todos los niños de cualquier lugar.

Sonrió amorosa, acarició
mi cabeza con suavidad
y me dio un puñado de arena,
miles de granitos de felicidad.

Pizquitas de mar, de estrellas, de luna,
del universo y muchas cosas más;
chispitas de amor y bondad
que alegres vuelan hacia los demás.

Con mis amiguitos yo deseo estar
para compartir la felicidad.
que me regaló Karítsi kalosýni,
niña bondad, salida del mar.

viernes, 11 de diciembre de 2015

CONCURSO DE RELATOS "VILLANOS EXTRAORDINARIOS"

CON CADA LUNA LLENA
            El arroyo recibe el cuerpo sin vida, todavía tibio, de manos del hombre que mira extasiado cómo va desapareciendo entre restos de comida, bolsas de plástico y un viejo zapato ortopédico. El oscuro cabello se confunde con el fango pero el cadáver no termina de hundirse.
Satisfecho, se frota las manos pegajosas en el pantalón. En un bolsillo lleva como trofeo la lengua de su víctima.
El perro hambriento se acerca despacio. Huele carne fresca. Mientras los otros esperan, se atreve en las aguas y muerde un bracito. Pelea con él arrastrando el cuerpo a tierra firme. No lo perderá: hace días que no encuentra qué comer. El resto de la manada lo ayuda en el destrozo. Todo sucede en minutos; la comida resulta escasa para tantos pero su instinto les dice que aunque poca, ayuda a saciar en algo el hambre.
Celoso, el hombre observa. En ese momento se recrimina no haber comido ni bebido del que mató. Reflexiona que así habría completado el ciclo de búsqueda, violación y muerte que repite cada noche de luna llena, sosteniendo la fantasía de convertirse en lobo.
Hombre lobo del hombre, piensa. Él nunca será víctima: siempre victimario.
Se va, envidiándolos. Decide que en la próxima luna no se dejará robar el cadáver. Será suyo y de nadie más.


viernes, 4 de diciembre de 2015

MEJOR NO HABLAR: Un cuento de ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

MEJOR NO HABLAR
            Las investigaciones fueron llevadas a cabo directamente por Scotland Yard con ayuda de especialistas franceses y norteamericanos. Nadie pudo dar una explicación convincente y verosímil de lo ocurrido. La Casa Taylor fue cerrada por unos parientes lejanos hasta acordar cómo dividirían los bienes.
            Lo cierto es que antes de la reunión, Kevin Taylor[1], biólogo marino excéntrico y alejado hacía años de las aulas de Oxford, había enviado a sus principales colegas extranjeros -yo entre ellos- informes detallados de lo que él consideraba un hallazgo, una mutación extraña y enorme de la especie Pagurus Bernhardus[2]
            El 23 de setiembre del año 2003 nos citó en su castillo de la campiña inglesa, acompañando a la invitación los pasajes aéreos y el correspondiente recibo de alquiler de dos automóviles para nuestro traslado desde Londres hacia las afueras de Windsor, donde vivía.
            Acudimos siete de los ocho científicos invitados; sin falsa modestia, todos de renombre internacional. Dejamos constancia de lo que se habló y se hizo en un Libro de Actas. Scotland Yard consignó que las fotografías que saqué en el momento con mi cámara polaroid, faltaban. Los espacios vacíos en el libro daban cuenta, dijeron, de que alguien o “algo” las había robado. Otro interrogante más sin respuesta.
            A la prensa le informaron lo que constaba en las actas: el Dr. Taylor mostró el espécimen, relatando dónde, cómo y cuándo lo había descubierto en el Mar del Norte. Discutimos su verdadera procedencia, la forma de mutación, propiedades y prospectivas de evolución. El acta terminaba con una frase: “Madison y Lessoine sacan el ejemplar  del recipiente de vidrio sellado y lo colocan sobre la mesa de disección. No se observa movimiento alguno aunque pueden percibirse colores cambiantes bajo la epidermis…”.  Nada más.
                        Los inspectores a quienes recurrió cada familia luego de cuatro días de no tener noticias nuestras, hallaron lo que habían sido miembros y órganos humanos diseminados por el piso, pegados a las paredes, colgados del techo de la sala principal. El resto de las cosas: maletines, vasos de whisky servidos, pipas, anotadores, lapiceras, abrigos e instrumentos quirúrgicos estaban, al parecer, tal y como los habíamos dejado en ese momento. Del animal no había rastro alguno. Pero comentaron: “se sentía en el aire un olor ácido que nos provocó vómitos compulsivos, ardor en los ojos y mareos persistentes junto con una variación constante de colores en las pupilas que nos obstruyó la visión durante semanas”      
            A mí me encontraron oculto en la bodega del castillo, dentro de un tonel, paralizado y sin habla. Me internaron como catatónico post-traumático, amnésico y al parecer irrecuperable. Mi esposa, siempre esperanzada de que volviera a la realidad, me mantuvo al tanto de las investigaciones y los artículos periodísticos aún sin obtener ninguna reacción de mi parte. Me contó que los restos fueron llevados a Londres y están en cincuenta y seis cubetas cerradas en el laboratorio principal de la Universidad.
            Nunca se comprobó nada de lo que dejamos asentado en el acta de esa fecha; ni tampoco fue posible llevar a cabo ninguno de los siete sepelios. Hasta el momento lo consideran caso no resuelto.[3]
            Yo prefiero no hablar. Aunque decidí no abrir los ojos, sé que el Pagurus Bernhardus me observa.

           





[1] Quienes lo conocieron dicen que todo en él llevaba siempre al peligro
[2] Esta especie singular de artrópodo crustáceo de cuerpo blando se aloja en las conchas 
vacías de caracoles marinos. Se la conoce comúnmente como “ermitaño”.
[3] Cold case. La comunidad científica persiste en ignorarlo.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Breve

Breve
© David Gómez Salas, el Jaguar

¿Cómo explicar a  mi mismo,
mi espíritu efusivo?
Si en cuestiones de amor,
nada es excesivo.

¿Para que soñar con un futuro?
Si amar es mi presente
y no apetezco un destino
diferente.

Te necesito

Te necesito
© David Gómez Salas
-
No sé donde nace el fuego
que funde mi esencia
para engendrar arrabios
de pasión e inocencia.
-
Arrabios que buscan en tus labios
la dulzura que mi alma
y mi cuerpo, necesitan.
Un poco de calma al ciclón
que a mi corazón, agita.
-
Ven mujercita, necesito
abrazarte y colmarte de besos.
Sentir tu piel, tu aliento
y amarte con exceso.

viernes, 13 de noviembre de 2015

De ESA OBSTINADA COSTUMBRE DEMORIR

SOLUCIÓN DE EMERGENCIA
            Este gordo ocupa mucho lugar. Creo que lo desinflaré: le haré un agujerito en el costado  cuando se duerma, me sentaré sobre él y apretaré con todas mis fuerzas. Espero que los demás pasajeros del micro nocturno no se asusten por el ruido. Es la única manera de poder sentarme en forma cómoda para un viaje tan largo. Empezó a roncar.

            Ya está. Estoy tan cansada que me quedaré sobre él para dormir un rato. ¡Las cosas que una tiene que hacer para  convivir con estos seres hipopotámicos! Me da pena. Le chorrea sangre por el agujerito. ¿Será grave? No respira.  

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos