viernes, 13 de noviembre de 2015

De ESA OBSTINADA COSTUMBRE DEMORIR

SOLUCIÓN DE EMERGENCIA
            Este gordo ocupa mucho lugar. Creo que lo desinflaré: le haré un agujerito en el costado  cuando se duerma, me sentaré sobre él y apretaré con todas mis fuerzas. Espero que los demás pasajeros del micro nocturno no se asusten por el ruido. Es la única manera de poder sentarme en forma cómoda para un viaje tan largo. Empezó a roncar.

            Ya está. Estoy tan cansada que me quedaré sobre él para dormir un rato. ¡Las cosas que una tiene que hacer para  convivir con estos seres hipopotámicos! Me da pena. Le chorrea sangre por el agujerito. ¿Será grave? No respira.  

miércoles, 21 de octubre de 2015

DEBUT Y DESPEDIDA: otro cuento de mi libro Esa obstinada costumbre de morir

DEBUT Y DESPEDIDA
            Mientras César escucha un bolero gris que habla de amores infames, sale de la ducha y se cepilla los dientes, cosa necesaria aunque prosaica si las hay, piensa. Hoy formará parte del jurado en un caso de homicidio múltiple. Es su primera vez, su debut. Se juzga importante como cola de pavo real desplegada: la vida de un hombre depende de él. Y su mujer le dijo que está orgullosa.
          Anoche ella le preparó su traje, la mejor camisa, su única corbata, las medias; no olvidó lustrar los zapatos. Él tiene todo bajo control.
            El caso está impregnado de misterio y locura: un hombre (al que considera inocente hasta que le prueben lo contrario) parece haber matado a su esposa, su suegra, sus tres hijas e intentó suicidarse bebiendo un litro de detergente concentrado.. Obviamente no lo logró porque hoy estará en el estrado como acusado.
            César, jurado novel frente a un caso tan complejo, está decidido a ser absolutamente imparcial y objetivo, aunque bien sabe que él mismo ha evadido siempre las responsabilidad: salvó su pellejo varias veces después de matar las indeseables  mascotas de sus vecinos, acelerar la muerte de un padre iracundo con cloruro de potasio y dejar sin vida a la última prostituta con la que estuvo.
            Antes de vestirse toma la afeitadora…  ¡rota! Se pregunta por qué el mundo está en su contra, por qué nada es perfecto, por qué todo es al fin y al cabo una porquería… Se mira en el espejo y la barba de dos días le parece sucia, desprolija. No puede concurrir así al Tribunal. La ira lo empantana. Saca el revólver del estuche bajo la cama y pone una almohada sobre la cabeza de su mujer dormida, que se agita al tratar de liberarse. No hace a tiempo. Suena el disparo, junto con sus gritos: “¡¡¡Te dije que quiero tener siempre mi afeitadora nueva y  lista!!!”
            Minutos después se escucha la sirena policial.
            Lamenta que hoy no tendrá el honor de juzgar al homicida múltiple.  Pronto él será el acusado.







viernes, 16 de octubre de 2015

DE MENTIRAS Y VERDADES: otro cuento de mi libro Esa Obstinada costumbre de morir

DE MENTIRAS Y VERDADES
         La noticia se divulgó con rapidez. Un pueblo pequeño no permite ignorar nada de lo que sucede. La señora Sipasky había pasado a mejor vida, como dicen. Mi madre casi no la conocía, a pesar de que nuestras casas distaban pocos metros. Pero cuando me enteré, sentí que se me atascaba la garganta. Tenía que comprobar que no se habían equivocado de persona.
         Marian Sipasky me enseñó todo lo que sabía: sobre la vida, los hombres, los peligros y los goces, lo que valía la pena y lo que no, la importancia del aseo personal, y esas cosas de las que mi madre prefería no hablar; pero especialmente, de lo malo y mentiroso que es el ser humano y el mundo en general.
         La historia comenzó al ir a pedirle una taza de azúcar a su hija Irina: yo tenía doce años. Me hizo entrar al cuarto de Marian. Desde ese día, ni un solo martes y durante cinco años, dejé de ir. Era una hora, a la tarde, que atesoraba y mantenía en secreto. Después me enteré que todos lo sabían.
         Por alguna extraña razón confiaba plenamente en ella. Su palabra era la única verdad para mí. Nunca se me ocurrió preguntarle algo íntimo. Era rara, no voy a negarlo: siempre sentada en su silla de ruedas -ni supe desde cuándo-, en una habitación envuelta en tinieblas y una leve capa de polvo en el aire, con el pelo canoso y ralo, ojos semicerrados de los que nunca descubrí el color y un cierto aroma a rancio en la ropa. Su voz desprendía sonidos tibios y cadencias con un acento que bien podía ser polaco o ruso. Todos teníamos luz eléctrica, menos ella. Entre su sillón y mi banqueta, alumbraba una vela de siete colores que duraba una semana. La hija entraba en el cuarto solamente para llevarnos el té y unas galletas para mí. Según dijo, hacía ya veinte años que Marian no abandonaba esa habitación. De las paredes colgaban unos marcos antiguos pero la falta de luz me impedía saber qué encerraban. La vieja cama de metal, mi banqueta  y una mesita, era el mobiliario. Hablar a oscuras le daba a todo un clima severo y de gravedad.
         Después de verla metida en el cajón a la luz de dos velones grandes, se me ocurrió que era una mentira, que en realidad estaba durmiendo. No pude evitar tocarle las manos y la boca. Frías. Era mi primer muerto.
         Irina nos sirvió a mi madre y a mí un licor y dijo:
         —Se fue tranquila durante la noche, ¿qué en paz descanse!
         Y a mí me sonó como si se hubiese ido de paseo. No había nadie más en el velorio.        
         —Betty…, te dejó un regalo.
         Me sobresalté.  Todo lo que aquella mujer sabía de la vida me lo había enseñado. ¿Qué más podría darme?
         Irina fue hasta una puerta doble que siempre había permanecido cerrada con gruesas cortinas: terciopelo y negro. La abrió de par en par y la luz me cegó por un momento. Mamá seguía en silencio, y como asombrada, al conocer el lugar donde yo había pasado tantas tardes durante años.
         —Pasen… salgamos…
         Otro mundo apareció ante mis ojos. Un jardín increíble, prolífico, hermoso, una explosión de colores que abrumaba; y una jaula blanca con dos cotorritas azules que parloteaban cosas sin sentido.
         —Me hizo prometerle que cuando se muriera te entregaría la jaula. Las quería mucho, como a vos,  y todas las mañanas se la llevaba al cuarto para que ella les diera de comer.
         Nunca me lo había dicho. No sabía que existían. ¿Qué otras cosas me había ocultado? Ahora que lo pienso eran demasiadas las cosas que no sabía.
         Todavía con el licor en la mano, bajé el escalón  para verlas de cerca. Y ahí me di cuenta: la extremada belleza del jardín era sólo aparente. Todas las plantas y flores eran de plástico. Un mundo artificial.
         —Que la perdonaras por mantenerte en la penumbra. Hacía veinte años que estaba ciega.
         Sentí un mareo y se me cayó la copa. ¿Cómo nunca me había dado cuenta?   Descubrí dentro de mí una sensación de libertad, como si me hubiera librado de un fraude. Me sostuve en los brazos de mamá y vi que lagrimeaba.
          

         Hace cinco años que vivo en la ciudad, trabajo y estudio. Aún tengo a Ping y Pong conmigo, lo único verdadero. Aprendí a ser una escéptica. Todos mienten.



viernes, 2 de octubre de 2015

ACÁ VA OTRO DE MI LIBRO

ENTERRAR LAS PALABRAS
Haciendo un racconto de lo disfrutado desde el almuerzo, concluyó que la tarde había sido apacible. Leyó veinte páginas de una novela de aventuras y cebó unos mates; después simplemente se dedicó a mirar el cielo diáfano, el bosque de eucaliptos, el pasto verde y lozano tras la lluvia. No podía pedir más. Así era como había imaginado siempre su jubilación: un disfrute en el campo de las cosas simples de la vida.
Julia había muerto un mes atrás y aunque no quisiera confesarlo, se sentía aliviado. Habladora: no podía parar la lengua ni siquiera dormida. Lo iba siguiendo a todas partes, contándole cosas que no le interesaban y ni podía entender. Insoportable.
Ahora, el silencio, su única y perfecta compañía.
La noche de otoño era cálida e invitaba al descanso. Se acostó en la hamaca paraguaya atada entre dos robles y se quedó dormido.
La luz del amanecer lo despertó junto con el molesto ruido de los perros escarbando ansiosos en el rectángulo de flores, como si hubiesen escondido huesos y trataban de recuperarlos.
Se acabó mi tranquilidad, pensó. El jubileo duró solamente un mes. Aunque no hablara, Julia no lo iba a dejar nunca en paz. De aquí en más tendría que plantar flores él. Mejor sería deshacerse de los perros; pero son compañeros, guardianes y no hablan.


viernes, 11 de septiembre de 2015

De mi libro "Esa obstinada costumbre de Morir" les regalo otro cuento

CONFESIÓN
Escuché un golpe seco. Yo estaba en el dormitorio, prendí la luz y salté de la cama; me imaginé cualquier cosa. Agarré el revólver. No se me ocurrió que iba a ver a mi hijo así, al pie de la escalera. Le grité a mi mujer ¡llamá a la ambulancia! y bajé. No sabía si estaba vivo o muerto. ¡Son quince escalones!
Encontré a Lucas caído boca arriba, en una posición ridícula: la pierna izquierda estirada y el pie doblado para atrás. La pierna derecha apuntando a la cabeza, de la que chorreaba sangre. Los brazos desencajados y cruzados en la espalda. No podía creer que ese era él. Pensé: no se me va a morir de esta manera justo ahora. Ahí fue cuando vi que respiraba. La madre, arriba, me aturdía con sus alaridos. Abrió los ojos y me miró. Empezó a quejarse como un loco, se ve que el dolor era insoportable. Me di cuenta de que además de los huesos estaba destrozado por dentro. ¡Pobre hijo mío!  
La ambulancia apareció recién a la hora. El médico podría haberlo salvado, pero vino muy  tarde, comisario.
Por eso lo maté.

En lágrimas, bajó la cabeza ofreciendo sus manos para que ser esposado.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

A VER SI LES GUSTA ESTE CUENTO DE "ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR"

HASTA QUE LA MUERTE NOS UNA
            Sos vos, selva de canas y arrugas; caminás en tres con tu bastón, como el oráculo de Delfos lo auguró más de veintiséis siglos atrás; con la espalda curva por años sobre un escritorio de oficina. No me cabe ninguna duda. Tus manos largas, y ahora nudosas, aún conservan la alianza. El traje con chaleco, anacrónico, es tu firma, y unos pesados anteojos publicitan el umbral a la ceguera.
            Llueve. Detestabas usar paraguas y, por lo que veo, no hubo ningún cambio en diez años.
            Te sigo como perro a sulky durante una hora: apenas veinte cuadras. Lento andar. Quiero ver dónde vivís, enterarme qué es hoy del hombre que una vez me perteneció. Pero no me es posible salir del anonimato. Parezco una detective de adúlteros.

            Lo observo cuando entra en la pensión, lo espío por la ventana, guarda mi foto en un bolsillo del chaleco y, mientras se ceba unos mates con parsimonia, toma una cuerda, hace un nudo corredizo, la enlaza por una viga del cielorraso, sube al banquito naranja que había sido de nuestro hijo y se calza la víbora vegetal alrededor del cuello. Con precisión y sin lágrimas patea su pedestal provisorio. No grita, no le queda la lengua afuera, no se le caen los lentes ni se le desabrocha un solo botón. Impecable como siempre.
            No siento compasión o dolor. A decir verdad, sólo una serena alegría bajo la llovizna espesa que no me roza. Todo ha sido cuestión de esperar.

            ¿Sabés? Me sentía muy sola sin vos. 

martes, 25 de agosto de 2015

LA ESCRITURA A MANO

La enseñanza de la escritura caligráfica a debate

Escribir a mano es cada vez menos habitual en la vida cotidiana de los ciudadanos. En una sociedad moderna como la nuestra, en la que se persigue la rentabilidad por encima de cualquiera otra razón, muchas voces se preguntan si merece la pena enseñar la escritura caligráfica en la escuela o si no sería mejor arrinconarla para siempre y que los niños aprendan a escribir directamente con el teclado digital. El debate está servido.

En Finlandia ─un ejemplo a seguir en su buen nivel educativo─, a partir del curso 2016/2017, van a sustituir el aprendizaje de la escritura a mano caligráfica por clases de mecanografía en el teclado QWERTY (conocido así por las cinco primeras letras de la primera fila del teclado). Es necesario matizar que lo que se proponen es eliminar los ejercicios de caligrafía, no de escritura. Los niños aprenderán a escribir a mano, pero no a perfeccionar la cursiva ni la escritura manuscrita. Minna Harmanen, del Consejo Nacional de Educación, reconoce que se trata de una importante transformación social, puesto que el ordenador se encuentra más ligado que el papel a la vida cotidiana de los niños.
En Estados Unidos, llevan tiempo con el experimento. Desde que implantaron los Common Core Standards en la mayoría de los estados. Los alumnos trabajan la escritura hasta los siete años y se les exige que sea legible y, a partir de esa edad, los profesores se ocupan de que aprendan a teclear lo más rápido posible. En el resto, el aprendizaje de la escritura manual en la escuela es opcional, a pesar de que las experiencias pilotos del “todo digital” llevadas a cabo en “liceos del futuro” de Filadelfia han tenido resultados catastróficos.
Un estudio canadiense publicado en agosto 2013 en Computers & Education ha denunciado los efectos negativos que el sólo uso de la pantalla acarrea en la memorización y concentración de los estudiantes, a partir de un test realizado con alumnos en el que unos tomaban apuntes a mano y otros en su portátil. Quizá sea porque la escritura a mano implica un movimiento fluido, casi sin interrupción, lo que provoca que el pensamiento se vuelva también fluido.
En Franciael debate acaba de empezar. La gente todavía escribe a mano. En 2103 se vendieron siete tarjetas postales por persona y año, frente a las ocho de la década de los 90. La escritura manual ocupa un lugar importante en la tarea diaria de los alumnos. Si bien los niños utilizan cada vez más los dispositivos electrónicos, los exámenes se escriben casi siempre a mano. Salvo raras excepciones de aprendizaje precoz con el teclado, los chavales dedican mucho tiempo a aprender el abecedario y a trazar las letras. De hecho, muchos jóvenes continúan elaborando sus fichas a mano, ya que eso les ayuda a sintetizar y a memorizar.
Enrique Dans (profesor de Sistemas de Información en IE Business School desde el año 1990) no tiene ninguna duda a favor de la tecnología: “En la educación, junto con la caligrafía, deberían caer muchas cosas más. El uso del papel, por ejemplo, debería reducirse hasta convertirlo en algo residual. Los libros, como ya he expresado en otras ocasiones, deberían ser sustituidos por la red, por repositorios de conocimiento interconectados y por la enseñanza del razonamiento crítico que permite cualificar fuentes de información, porque no se puede enseñar a los niños que el conocimiento está en un soporte cerrado entre dos tapas de cartón”.
Pero los estudios científicos parecen decir otra cosa. Investigadores de la Universidad de California han comprobado que escribir a mano obliga al cerebro a trabajar a pleno rendimiento, lo que fomenta la creatividad y mejora la comprensión. El aprendizaje caligráfico trae consigo de forma implícita dos características que ayudan a la adquisición mental del lenguaje: la direccionalidad (camino que sigue el bolígrafo para trazar la letra) y la fragmentación (la separación de palabras).
Estudios neurológicos y psicológicos posteriores sobre los procesos de aprendizaje han determinado que el cerebro se relaciona mejor cuando se escribe a mano que cuando se hace en un teclado. La investigación llevada a cabo por Karin H. James y Laura Engelhardt de la Universidad de Indiana deja claro que el procesamiento de las letras en el cerebro se realiza de forma más adecuada cuando estas se escriben a mano.
Cuando se usa el bolígrafo, la mente lleva un ritmo más lento, lo que hace que se comprenda más lo que se escribe y, por lo tanto, se asimile y permanezca en la memoria. Esto queda corroborado por otro estudio realizado por dos científicos psicológicos ─Pam Mueller de Princeton y Daniel Oppenheimer, de la UCLA─ y publicado en Psychological Sciencelos estudiantes que cogen apuntes por ordenador realizan la acción maquinalmente, copian tal cual lo que oyen, pero no lo digieren, aunque los autores de este artículo lo hicieron a mano en su momento y sólo adquirieron conciencia de lo que habían copiado cuando los pasaron “a limpio”.
En general, muchos de los beneficios de escribir a mano derivan simplemente de la mecánica de trazar letras. William R. Klemm (profesor de Neurociencia en la Universidad de Texas) dice que la escritura en cursiva hace a los niños más inteligentes: “Mediante el aprendizaje de la escritura en cursiva, el cerebro desarrolla una especialización por áreas que integra la sensación, el control del movimiento y el razonamiento. A diferencia de la escritura en el teclado y la práctica visual, según estudios de tomografías del cerebro, diversas áreas del cerebro se co-activan durante el aprendizaje de la escritura en cursiva”.
Como todas las discusiones de este tipo, al final será la evolución de la sociedad y de la tecnología la que sentencie. Nosotros, quizás por una visión romántica del tema, pensamos que la enseñanza de la letra cursiva no desaparecerá, sino que alternará con la tableta y el ordenador, aunque sólo sea por seguridad, ya que los dispositivos electrónicos fallan a veces o carecen de cobertura. Pero no cabe duda de que la tecnología está a nuestro servicio y tiene mucho que aportar al aprendizaje de las habilidades que el ciudadano requiere para tener un sitio en la sociedad.

lunes, 24 de agosto de 2015

LA FECHA PATRIA DE LOS ESCRITORES ARGENTINOS

Hoy se conmemora el Día del Lector en homenaje al nacimiento de Jorge Luis Borges.

"UNO NO ES LO QUE ES POR LO QUE ESCRIBE SINO
  POR LO QUE HA LEÍDO" 

Gracias, maestro por todo lo que nos diste!!!

sábado, 15 de agosto de 2015

UNA SIMPLE ESPINA del libro Esa obstinada Costumbre de Morir

UNA SIMPLE ESPINA
            Hacía una semana que no lo veía. La separación había sido terrible, como suelen ser todas, pensaba: recriminaciones, insultos, amenazas y pase de factura por años de mala convivencia. Recapacitó que no tenía sentido tener miedo, que era un hombre como cualquiera, herido en su machismo. Estaba segura de no querer continuar con esa vida. Ya no más, se repetía. Contaba con el apoyo de Fabián pero a la vez, muy adentro, su corazón le susurraba que aún sentía algo por Darío. Al fin de cuentas, era el padre de sus hijas.
            Cuando la llamó para tomar un café, trató por todos los medios de negarse. “No quiero verte mássólo en el juzgado”, aclaró. Pero siempre había sido un seductor, un manipulador; implorando, le dijo que necesitaban terminar bien, por las chicas.
            Lo esperó en una confitería del centro. Darío apareció quince minutos tarde con una sonrisa impostada y una rosa. Se la ofreció sin sentarse. Ella mostró resistencia: no quería regalos ni promesas. “Lo último, para que no me olvides”,  dijo él. La recibió sin ganas, quitándole importancia; descuidada se pinchó con una espina húmeda, sangró y se llevó el dedo a la boca.

            En diez minutos el cianuro hizo su trabajo. “No vas a ser de otro, nunca”, había gritado cuando ella decidió por fin salir de la casa. Tuvo razón.



jueves, 6 de agosto de 2015

VENCIMIENTO (otro cuento del libro Esa Obstinada costumbre de morir)

VENCIMIENTO
El tic-tac cansino del despertador denuncia sus pilas gastadas. El cuarto  está frío. Mis pies también. Hoy no quiero abrir los ojos. El acolchado me amortaja. Ni una pequeña rendija en la persiana permite entrar luz a la habitación. El gato, que siempre salta sobre mí pidiendo el desayuno, ya desinteresado, ronca bajo la cama como un perro. Mi cuerpo persigue los restos de un sueño en el que termino de preparar las valijas. Un aroma ácido impregna el cuarto a oscuras y descubro en mí una saliva lentamente espesa y amarga. Como todos los días, mi mujer entra para correr las cortinas. Todo sería natural si  no apareciera. Un sol a rayas va inundando el dormitorio. Ella, todavía en pantuflas y camisón me da un beso prolongado y un buendíamiamor que parece llegar desde un grabador defectuoso. Tras mis párpados cerrados vislumbro su desconcierto, me destapa, apoya el oído sobre mi pecho, la escucho gritar con voz desconocida, me sacude, me da cachetadas y me insulta como nunca antes.
            Ahora se arrodilla y llora. El despertador se detuvo a las 7.  Mi corazón también.



lunes, 27 de julio de 2015

TÁNATOS Y EROS

TÁNATOS Y EROS
El Hospital Interzonal se había convertido, en sólo dos horas, en un verdadero pandemónium. Los heridos llegaban casi arrastrándose o acompañados de amigos y familiares; enseguida, fue claro que las camillas y los insumos  iban a ser insuficientes.
La bomba estalló en el corazón de un concurrido shopping el sábado a las seis de la tarde. La Dirección del Hospital convocó al personal médico, de apoyo logístico, instrumentistas, sin olvidar al equipo de la morgue. Todo aquel que no estuviera de guardia debía presentarse.
Las sirenas no cesaban de sonar, los televisores de las salas de espera transmitían minuto a minuto, vívidamente, lo que aún estaba sucediendo.
Cientos de personas sufrieron el ataque terrorista. Algunas fueron llevadas a clínicas particulares; las que estaban inconscientes o no tenían cobertura, eran transferidas de inmediato al Interzonal.
Facundo y Soledad cumplían guardia de cirugía esa tarde. Pero no se enteraron sino hasta media hora después de que comenzaran a llegar los heridos. Encerrados en el cuarto de descanso, los jadeos silenciaban los gritos.
Muerte y vida se conjugaban en el enorme edificio.
Una vez vestidos, dejaron la habitación y se entregaron al fárrago de llanto y sangre. Dos días y sus noches tardó en aplacarse la crisis.

Al tercer día, más o menos a las seis de la tarde, ojerosos y agotados, volvieron a encerrarse en el cuarto de descanso.

ANIVERSARIOS

En el aniversario del nacimiento de ROBERTO ARLT y ALDOUS HUXLEY

jueves, 23 de julio de 2015

Nostalgia

Nostalgia
© David Gómez Salas, el Jaguar.

Por temor a no poder
evitar que la olas mueran
las dejé de ver.

Pero las olas solo se acuestan
y se vuelven a levantar.
Nunca mueren, siempre están.

Tu recuerdo nunca se fue
sigo pensando en el mar,
No te dejé de ver.

Aún sin volver al mar,
me fue imposible olvidar lo amado.
Ausencia de ausencia, fue.

miércoles, 22 de julio de 2015

Tormenta

Tormenta © David Gómez Salas

El viento dobló los pinos,
y sacudió los pirules con violencia.
Los frutales se veían indefensos
al inicio de la tormenta.

Después llegaron los
relámpagos
con desfasados truenos.

Inició la tormenta
con toda furia del cielo,
cayeron ríos de agua,
se inundó el suelo.

Crujieron los árboles
al desgarrarse sus ramas y troncos
Las corrientes arrastraron piedras y lodo,
se llevó la tierra vegetal
y asomó el tepetate duro y bronco.

Terminó la tormenta pronto,
En el semidesierto, así es el destino,
la naturaleza edifica lentamente
y le da un final repentino.

Al terminar la tormenta
suspiré y mire al cielo.
Un cielo ofensivamente
limpio...

viernes, 10 de julio de 2015

EL GUARDIÁN

Y sigo regalándoles mis cuentos: Del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

EL GUARDIÁN
            La veo entrar, cansada, después del trabajo en su bufete de abogada de la 5º Avenida. Aunque estoy acurrucado bajo el sillón del hall, veo que su maquillaje ya no puede ocultar las ojeras de un día complejo. Mariana va a la cocina, se sirve un jugo y galletitas y luego prepara su acostumbrado café negro. Lynn suele venir minutos más tarde: el tiempo suficiente para que ella descongele alguna comida al terminarlo. Abre la botella de Chablis y la lleva al living: pone música.
            Apaga el celular y lo abandona sobre el audio; se queda mirando por el ventanal el puente de Brooklyn que, separándola de Manhattan, le asegura una horas de descanso y tranquilidad.
            Mira el reloj y pone sin apuro la mesa para dos. Me llama. No me muevo. Tengo miedo. Empieza a buscarme, extrañada. Se encoge de hombros. Sabe que nunca me escapo.
            Vuelve a la cocina y yo me escondo más, estrechándome todo lo que puedo, que no es mucho. Sigue llamándome. Mudo.
             Mira sorprendida el saco de Lynn, colgado en el perchero de la entrada. Es curiosa. Revisa los bolsillos y descubre el celular. No puede evitarlo. Recorre los últimos mensajes de voz y escucha: “Susan… sí, hoy se lo digo… se terminó, ¡te lo juro! Tranquila, tengo los pasajes… ¡Te amo!”
            Mariana tira el celular y sube las escaleras. Supone que él  estará recogiendo sus cosas. En el rellano patea un bolso.
            Salgo de mi escondite. La sigo. Él yace destrozado sobre la cama.
            Soy un rottweiler. No permito que a mi dueña la abandonen.





             

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos