VENCIMIENTO
El tic-tac cansino del despertador denuncia sus pilas gastadas. El
cuarto está frío. Mis pies también. Hoy
no quiero abrir los ojos. El acolchado me amortaja. Ni una pequeña rendija en
la persiana permite entrar luz a la habitación. El gato, que siempre salta
sobre mí pidiendo el desayuno, ya desinteresado, ronca bajo la cama como un
perro. Mi cuerpo persigue los restos de un sueño en el que termino de preparar
las valijas. Un aroma ácido impregna el cuarto a oscuras y descubro en mí una
saliva lentamente espesa y amarga. Como todos los días, mi mujer entra para correr
las cortinas. Todo sería natural si no
apareciera. Un sol a rayas va inundando el dormitorio. Ella, todavía en
pantuflas y camisón me da un beso prolongado y un buendíamiamor que parece
llegar desde un grabador defectuoso. Tras mis párpados cerrados vislumbro su
desconcierto, me destapa, apoya el oído sobre mi pecho, la escucho gritar con
voz desconocida, me sacude, me da cachetadas y me insulta como nunca antes.
Ahora se arrodilla y llora. El
despertador se detuvo a las 7. Mi
corazón también.
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Gracias por tu comentario. Lidia