Blog literario de escritos propios y amigos, información literaria y aportes sobre escritura-
lunes, 25 de abril de 2016
domingo, 17 de abril de 2016
16 IRÓNICOS CONSEJOS DE BORGES SOBRE CÓMO NO SE DEBE ESCRIBIR
En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.
miércoles, 30 de marzo de 2016
RECUERDO A ESTE JOVEN TAN GRANDE
Ayer se cumplieron años de la muerte de uno de los GRANDES en español, que murió con tan solo 32 años.
un muy sentido homenaje Emoticón cry
Un fatídico día 28 de marzo, Miguel Hernández fallecería a la edad de 32 años.
sábado, 19 de marzo de 2016
A UNA CASTAÑA DE CAJÚ
A una castaña de
Cajú
No te nombro
percibo tu fértil semilla
a punto de prodigarse
irrepetible
en cualquier instante
Tu singularidad me
habla
de compartir
lo encerrado
Sé que debo romper
tu coraza áspera
para conocer un interior
dulce y liso
Pero dura y blanda
rugosa y suave
siempre única
como yo
martes, 15 de marzo de 2016
ME ATREV0 O NO ME ATREVO CON ALGUNOS POEMAS?
YO QUIERO
Yo quiero unos ojos
firmes
frágiles
finos
y llevarme una ventana
a mi casa
y mirar
y ver
desde ese pequeño marco
un mundo feliz.
martes, 1 de marzo de 2016
FALLECIÓ UN VERDADERO MAESTRO
Fallece Umberto Eco: su identidad a través de 5 libros
“Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca”.
J.L. Borges
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca”.
J.L. Borges
Umberto Eco ha fallecido, a la edad de 84 años después de una valiente lucha contra el cáncer páncreas por más de dos años tiempos en el que nunca abandonó su pasión por escribir y de donde nació “Pape Satán Aleppe. Crónicas de una sociedad líquida” , no nos queda más que recordar ahora y vivir entre sus paginas quien fue y la lección de vida que nos dejó a todos como parte de el mismo, un rebelde por naturaleza que decidió contrariar los deseos de su padre y en vez de estudiar derecho decidió estudiar Filosofía medieval quizás esa decisión la toma en realidad el personaje que escribió: El nombre de la Rosala historia que lo lanzo al ruedo de escritores para nunca más salir de la lista de los más leídos del mundo entero.
Con sus 38 doctorados honoris causa, Eco fue un niño eterno, quien con una habilidad erudita para la escritura se vertía en las mas de 500 paginas de sus libros con una gran genialidad, para adultos y niños integrándose dentro de los personajes como; La misteriosa llama de la Reina Loana, inventaba historias, daba vida a protagonistas como: Baudolino , nos colocaba en el tiempo y lugares fantásticos donde ocurrían eventos maravillosos y en donde se rescataban tesoros, quizás el más importante de ellos, la naturaleza humana.
Su vida fue productiva , entre libros creció y vivio y sus ultimos años los paso encuadernar las primorosas ediciones decimonónicas de Gautier y Dumas, inquieto su pensamiento acerca de la verdadera naturaleza de las cosas, signos, símbolos misterios, semiología, significados eso trato de trazar en su obras, los extremos , la historia de la belleza, la historia de la Fealdad, su nutrido pensamiento caminaba abordando todas las perspectivas posibles sobre un mismo tema, hoy en día, Eco no ha muerto su vida quedó eternizada en sus obras, es parte de nuestros días y cada vez que alguien compre un libro y abra una de sus paginas el volverá a vivir, lo mejor es que el lo sabía y se entregaba por completo en cada una de ellas. Hoy más que nunca están vigentes sus lineas de pensamiento.
DOCUMENTAL SOBRE UMBERTO ECO
miércoles, 10 de febrero de 2016
CONSEJOS PARA UN ESCRITOR/A NOVEL
4
consejos esenciales para un escritor novel
1-. Sigue tu instinto.
No
asumas que hay alguna ruta prediseñada que los escritores deben seguir para
llegar al éxito. Ser escritor novel no es facil pero, tienes que hacer lo
que mejor te funcione a ti. Escucha las voces de tu cabeza y aprenderás a
mejorar tu intuición con el paso de tiempo. A veces pensarás que vas por el
camino correcto con un proyecto literario y te darás de bruces contra la
realidad, otras verás como tu creación crece de forma espectacular sin haberlo
esperado. Si quieres dedicar gran parte de tu tiempo libre a escribir, debes
saber que para esta profesión no existen caminos de ladrillo amarillo.
2-. No imites.
No
imites a otros, no intentes parecerte a tus ídolos: sé tú mismo. Aunque seas un
escritor novel, no quiere decir que no seas escritor. Lo eres. Busca tu propio estilo, el enfoque que
solo tu puedes darle a una historia, eso es lo que la hará diferente al resto.
Se puede escribir sobre un mismo tema de un millón de formas diferentes y
encontrar esa esencia que llevas dentro te llevará bastante tiempo. Esto es
algo así como no, vivir la vida de otra persona. Vive la tuya.
3-. Sé tú mismo.
No
escribas por satisfacer al mercado. Debes de ser tu mismo y encontrar tu forma
de escribir. Hay que entender que no se puede gustar a todo el mundo, pero a
los que consigas llegar, estarán contentos contigo y tu debes sentirte
orgulloso. Mira, yo —sirviendo humildemente de ejemplo—, cuando empecé este
blog no tenía nadie quien me lea; tuve tentaciones alocadas de dejarlo, de
seguro corrientes de modas y tendencias, pero sabes, al final me di cuenta que
quería escribir por gusto. Yo no escribo en este blog para ganar dinero — eso
viene solo—, yo escribo porque me gusta y nada más. Después de seguir esto, hoy
por hoy, tengo mucha gente que me lee. Por ejemplo tú, y eso me llena de
orgullo y satisfacción.
4-. Formación
No
descuides tu formación. Es fantástico
tener una capacidad innata, como puede ser el caso de la escritura. Sin embargo
todo diamante en bruto necesita ser pulido con tiempo, esfuerzo y …mucha
lectura. La mejor forma de depurar tu estilo es leer a los clásicos y a los
contemporáneos. No comentas errores ortográficos, trata de buscar la perfección
en tus creadores, no te conformes con menos. Creo que está bien claro verdad
este punto. ¿Sí? Perfecto si ese así.
viernes, 29 de enero de 2016
Y aquí va el último cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR
MUERTE EN PARQUE CHAS
Antes de que suene el reloj,
despierto con una fuerte jaqueca, me duele todo el cuerpo y pasé una noche de
horrendas pesadillas. Oscilante, salgo de la cama y voy al baño, me ducho y
enfilo hacia la cocina. Todavía mareada, me preparo el desayuno. Son las ocho
de la mañana y recién tengo sesión a las once. Para despejarme de los feos
sueños decido hojear las noticias.
Miro el piso junto a la puerta:
el canillita todavía no pasó. El diario de ayer aún permanece sobre la mesa sin
abrir. Después de pasarle manteca al pan, y, café con leche en mano, recorro las páginas: me
ahogo al ver uno de los titulares principales. En un acceso de tos escupo la
bebida y la tostada. Lo leo nuevamente, mis ojos desorbitados. “FUENTES
POLICIALES REVELARON QUE LIDIA CASTRO ES EL NOMBRE DE LA MUJER ASESINADA ”.
Aclara muy poco más: que me habían encontrado sin vida dos días antes, a las
doce del mediodía, en el pasaje Nápoles de Parque Chas; había sido
terriblemente golpeada, ahorcada con una gruesa soga y rematada con un balazo en
la cabeza. No se sabía si era un crimen pasional o un robo con ensañamiento. Recién
hoy, aclaraba el diario, pudieron descubrir la identidad de la muerta de
cincuenta años por el ADN; mis huellas dactilares habían sido limadas.
No entiendo lo que estoy leyendo. Es
inverosímil. Alguien con mi nombre figura en los registros de ADN. Corro al
baño y ahí estoy yo en el espejo: son mis ojos, mi boca, mi nariz, soy yo.
Viva. No hay marcas en mi cuello ni agujero de bala en la cabeza. Algo anda
mal. Muy mal. ¿Tendré una hermana gemela desconocida, con mi mismo nombre y mi
ADN? Decido llamar a la policía de inmediato y aclarar este asunto.
Marco el 911. Las manos me tiemblan
sudorosas y mi corazón es un tren bala. Cómo hablaré en este estado, no lo sé.
Espero. Mientras, inhalo y exhalo profundamente para serenarme. Al fin me
contestan:
—¿Cuál es su emergencia?
—¡¡¡En el diario de ayer dice que estoy muerta!!!
—Dígame su nombre señora, por favor.
—Lidia Castro.
—¿Está en peligro?
—No sé, señorita. En el diario dice que me mataron de un balazo.
—Déme más información. ¿Qué diario leyó y cuándo?
—En el diario Crónica de ayer.
—¿Ud está en algún tipo de tratamiento?
—Sí, pero ¿qué tiene que ver eso?
Debe haber un error; dice que la policía ya descubrió de quien era el cadáver
de Parque Chas y pusieron mi nombre. ¿Qué tengo que hacer? Estoy muy nerviosa.
—Debe ser otra persona.
—¡Pero es mi nombre y la calle donde
yo vivo! ¡Si me mudé hace una semana!
—Deme su DNI para confirmar; el
teléfono ya lo tengo. Enseguida la llamo.
Pasan dos horas. La angustia me retuerce
el estómago y me bloquea la garganta. No consigo detener los pensamientos ni tampoco
estar sentada: camino como loca por el departamento.
Ring. Ring.
—Señora, ¿es usted Lidia Castro?
—Sí, sí. ¿Averiguó?
—Sí. Quédese tranquila. No tenemos
ninguna denuncia o informe de hallazgo sobre un cuerpo en su barrio. Debe ser
un malentendido.
—Pero ¿cómo un malentendido? Mi
nombre está en el diario; la gente que me conoce debe pensar que morí. ¡Esto es
increíble!
—Cálmese. Llamé también al diario y
no tienen ningún dato. Pero dígame… ¿Nápoles a qué altura?
Cuelgo furiosa. Releo la noticia. Es
claro. Todo es muy claro. ¿Cómo van a
decir que no hay nada? Ni en mis peores momentos de alucinación llegué a
imaginar esto.
Me fijo en la primera página. ¡La fecha está mal! Julio 31 de 2013.
Hoy es 29. ¡Si ya compré los ñoquis! ¡Claro que ahora uno puede mandar a
imprimir lo que sea! Pero esto no tiene nada de gracioso. ¿Quién me estará
jugando una mala pasada? Seguro que es Pedro, ese imbécil. No se aguanta que lo
haya abandonado y con el carácter violento que tiene quiere volverme loca. ¿Qué
dijo cuando le devolví el anillo? “A mí nadie me deja y sigue viviendo”. Tengo
que calmarme; estas cosas me sacan de eje, me provocan un acceso a la manía y
yo, al psiquiátrico, otra vez no entro. Ya me visto, voy a sesión y después al
diario. ¡Esto no va a quedar así!
Lidia llama a la oficina y avisa que
llegará tarde, toma su cartera y sale del departamento. Se da cuenta de que
nadie camina por el Pasaje. Un coche permanece estacionado. Siente aprensión.
Un hombre sale del automóvil y se acerca a ella; lo reconoce de inmediato. No
tiene tiempo ni de gritar: la golpea con una gruesa soga en la espalda y las
piernas hasta hacerla caer; pasa la horca alrededor de su cuello y aprieta
fuerte. Ella se desmaya. Pedro saca un revolver 22 del bolsillo y se lo pone
contra la nuca. Nadie escucha el disparo con silenciador. De sus dedos hace
desaparecer cualquier vestigio de piel.
sábado, 23 de enero de 2016
MEMORIA CELULAR (del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR)
MEMORIA
CELULAR
Accidente, terapia intensiva, amnesia. Los eventos se encadenaron
como grilletes de esclavos. Irrompible sucesión que la llevó al olvido. No tenía
documentos; tal vez estaban en la cartera que alguien robó. El coche,
incrustado en un paredón, a diez metros de distancia de su cuerpo ensangrentado
junto a un árbol. Sin nombre, ni siquiera una historia que le dijera qué había
hecho en su vida. Mientras la enfermera Lucy le tomaba el pulso cada seis
horas, esta NN de unos treinta años, sonreía plácida.
—
¿Te acordás de algo?
—
No, y siento que eso está bien. Muy bien. Pienso que no acordarme
es mejor para mí y para todos. No me preguntés por qué; no sabría qué decirte.
Pasaron los días, las semanas y las heridas cerraron; Lucy le
trajo ropa de su hija menor, decidió llevarla con ella cuando firmaron el alta
y, de ahí en más, la enfermera se convirtió en madre sustituta. En esta nueva
familia tenía una hermana menor, una mayor y también una abuela. Por alguna
razón, que no hubiese hombres en la casa la tranquilizó. Intuía que se manejaba
mejor con las mujeres.
— ¿Sabés, Lucía? Es como si me hubiesen lavado el cerebro, como renacer.
Tengo una vida nueva.
Consiguió trabajo de niñera de dos varones tres veces por semana. Aprendía
fácilmente. Soy amnésica pero no idiota.
Se acordaba de cómo vestirse, cantar, usar el control remoto, pasear al perro
de los chicos, cocinar, contar cuentos, jugar a las estatuas y al gallito ciego.
Día a día iba agregando recuerdos a la lista.
Algo empezó a intranquilizarla: cada vez que entraba en la cocina,
todo lo que tuviese filo le generaba un temblor inquietante; lo soltaba
aprensiva y ocultaba la mano. Recién entonces sentía alivio.
Un sueño le reveló su nombre. Alguien, muchos, la llamaban Dolores.
No se lo dijo a nadie. Para ella, Norma, el que le pusieron en el hospital
hasta que recuperara su vida, estaba más que bien; era perfecto. Lo había
aceptado porque era sinónimo de fuerza, control, estabilidad. Rechazó aquel
sueño casi premonitorio
Pero…
Una noche, mientras se desvestía frente al espejo, no se
reconoció: vio un gesto rígido y una sonrisa irónica, sarcástica. De pronto se
encontró en la cocina empuñando un cuchillo. Convertida en autómata que repite
una acción programada, entró en cada cuarto y una a una tomó por sorpresa y
mató a las cuatro mujeres dormidas. Todo fue rápido. Las manos pegajosas de
Dolores iban dejando caminos de sangre y ninguna sobreviviente.
Cuando terminó, puso la pava para un té. Sujetando todavía el cuchillo, miró su reflejo
en el metal manchado de sangre y recobró la lucidez. Fue entonces que pensó: No se puede escapar de la propia historia
escrita, quiérase o no, en cada neurona. Sólo con su propia muerte vendría
el olvido total.
Nunca tomó el té.
viernes, 15 de enero de 2016
MANO DE OBRA DESOCUPADA de mi libro Esa Obstinada Costumbre de Morir
MANO DE OBRA DESOCUPADA
El vidrio amarillo lechoso con detalles de burbujas lo
asoma a un mundo extraño que no puede discernir. Bultos móviles, luces
pasajeras, colores bizarros de objetos irreconocibles llegan a sus ojos
irritados por el desamparo. Hace muchos días que lo mantienen en ese sótano,
ignorante del porqué o el para qué. Este
sucucho es un depósito; por el olor, seguro
guardaban gomas de autos. Ni una lamparita, ni un mueble, ni una canilla;
sólo un vaso de lata. El piso de baldosas, está lejos de ser el colchón
apacible y acogedor de su cama, ese que nunca valoró como hoy.
Al principio creyó, ingenuo, en una confusión de
víctimas, por eso no se preocupó de contar o marcar en la pared la oscuridad
cíclica. Pronto lo liberarían. No sabe si ha pasado una semana o más. ¿Me estarán buscando? ¿Habrán puesto mi foto
en los diarios? ¿Cuánto ofrecerán por
información sobre mí? ¿ qué pedirán éstos?
Las primeras
jornadas se desgañitó y pateó con fuerza la puerta hasta herirse los pies; la
sangre que brotó de los dedos y los tobillos lastimados se coaguló y, adorno
espeluznante, quedó sobre los moretones. De a poco la desesperanza le fue ganando;
se dio cuenta de que no escuchaba ni ruido ni voces, salvo el deslizamiento por
debajo de la puerta de una ración de polenta insulsa, arroz blanco y un pan
sobre un cartón oscuro y repetido; con un plato de latón lleno de agua durante
las horas de esa luz mortecina, se completaba todo su alimento.
Comienza a sentir
el deterioro. Quiere cantar sus canciones preferidas, Tears in heaven de Clapton y Me
gusta todo de ti de Serrat, pero le cuesta recordar las letras; con el tiempo, hasta las
melodías se le van entremezclando. Constipado por naturaleza, la dieta que le
impone el secuestrador no ayuda. Su vientre tiene el peso de una bolsa de
papas. El agua que tomó desesperado el primer y segundo día, se convierte en
sorbos que aprende a administrar como náufrago. Duerme enroscado cuando no hay
luz. Y a veces, mientras está comiendo, pierde la conciencia, la boca llena de
arroz.
Después de contar cientos de veces hasta mil, recordar el
nombre de cuanta persona ha conocido en su vida, jugar decenas de enredadas
partidas imaginarias de ajedrez, decide que hoy es su cumpleaños. Para cuando
lo metieron en el coche con la venda en los ojos, sabía que sólo faltaban
quince días para sus treinta. Tiene la barba y el pelo enmarañados de mugre. La
familia y los amigos tenían pensado darle una sorpresa de la que por supuesto
ya estaba enterado. ¿Estaba enterado? Le
parece que no. No puede afirmar nada con certeza. Entonces resuelve que hoy es una fecha buena como cualquiera.
Con la polenta de ayer, que no comió, hace bolitas y las pasa por el arroz como
confites vegetarianos. Lanza una muda carcajada: a mi no me vengan con eso, se acuerda, nunca voy a pasar un día sin comer carne. Ironías de la vida que
no permite cumplir los juramentos. No es
mucho para pasar la década pero… con un vaso de agua hará el festejo antes
de la oscuridad total. Es triste una
fiesta en soledad rodeado de orina, pero ¡qué tanto… es mía! Todavía tiene
algo suyo, además de la inmundicia y la ausencia de fe.
En la habitación contigua alguien está cantando el Feliz Cumpleaños. ¡Qué ironía!
No puede
soportarlo. Su mente es humo blanco. Una imagen se le aparece con cierta
nitidez: él metiendo una media en su boca y tragándola de a poco hasta que se
le queda atorada y ya no puede respirar.
Podría resultar.
¿Cómo puedo acabar con mi vida si no me
dejaron ni el cinturón ni las medias? Además
¿qué podría hacer con eso? Mira su
miserable plato de festejo y llora. Por primera vez. Siente que está por
claudicar. Se acuerda de que en un documental de Discovery ¿o era Natgeo? contaron cómo algunas personas se suicidan
mordiéndose la lengua hasta desangrarse. Por
ahí mañana. Sin embargo se requiere
fuerza y coraje para hacerlo. Ahora sabe lo que es la desesperación del que
no encuentra salida.
Rodolfo, mi amigo…
¿o es mi primo? pensará que me tomé el avión con el que tanto bromeaba, y que
ahora estoy en las playas de México, ¿o
era Bermudas? Una playa era. La
madre conoce sus ataques de rebeldía, no le extrañará que haya desaparecido
para el cumpleaños. Nunca se olvida de aquellas ratas al colegio o de sus
arranques de disconformidad con los jefes: ni siquiera se sentía obligado a
renunciar, simplemente desaparecía de los empleos. Con Silvina se habían
enojado el día anterior a que se lo llevaran. No, me parece que era Romina… bueno, cualquiera; como son las mujeres,
ya estará apretando con otro. Se acuerda de sus sobrinos. Un nudo de
angustia en el medio del pecho y un rayo de esperanza: saben que no me hubiese ido sin avisarles; deben haber preguntado. ¡Sáquenme de acá! ¡Por favor, chicos!
Oye un aleteo de pájaros y el rechinar de sus propios
dientes. Al fin algo que no es su pensamiento. Toca la pared y el moho,
resbaladizo y frío, se le pega en las yemas de los dedos. Los pájaros intentan
entrar por la única ventana de este sótano en el que lo encerraron. A trasluz,
los ve grandes y oscuros, enloquecidos y desesperados como él. Estoy delirando, sí, es eso. Pero esto
no lo tranquiliza. Por el contrario, lo sobrecoge un miedo cepo y se sofoca.
Del otro lado se escucha Tears in Heaven; Clapton lo aterroriza.
Los buitres consiguen romper el vidrio, le sube el
espanto amargo y espeso hasta la garganta. ¡Son
de verdad, son reales! Sabe que tiene los minutos contados. Nadie va a pagar rescate por un muerto.
Detrás de la puerta hay un hombre, atento a cada ruido y
movimiento proveniente del sótano cerrado. Expectante y gozoso. Sentado en un
cómodo sillón, escucha ahora a Hugo del Carril, mientras se dice: Seguro pensaba que iba a pedir rescate.
¡Pobre iluso! Muerte a picotazos: otra nueva forma de matar que inventé..
Es todo su pasatiempo.
No sabe hacer otra cosa desde los 70’ .
martes, 5 de enero de 2016
MORIR CON GANAS otro cuento de mi libro Esa Obstinada Costumbre de Morir
—¿Otra vez a bailar? Si saliste anoche…
—¡Ufa! Me hartás con preguntas. ¡¡No me persigas, má!!
—Pero tenés que estudiar, ir a pasear con amigas, a
Palermo, al cine… lo que hace una chica de tu edad, Sisí. Estamos preocupados.
—Déjense de pavadas. Las chicas del cole son aburridas,
el pasto está lleno de hormigas y el cine no me gusta.
—Pero…
—Basta de peros. Tengo dieciséis. ¡No sé de qué se
quejan! Si soy la única que no traigo problemas.
—Dije que estamos preocupados, no que nos quejamos.
Sábado y domingo te la pasás durmiendo todo el día. Si andás de novia, decílo
de una vez…
—¡Y dale con eso! No me interesa tener novio. Chau, má. Pico
algo y me voy. Beso.
Y Sisí se fue después de comer algo
liviano. Había aprendido a bailar tango, salsa, danzas folclóricas, merengue,
jazz, hip-hop y rap. Además se anotaba en las clases de bailes típicos. En esa
familia tan poco comunicativa nadie estaba al tanto.
Ya hacía dos
años que llevaba una existencia movida, y todo en ella revelaba un aire de
satisfacción.
Por Internet se
enteró de un Torneo que se iba a llevar a cabo en Rosario: bailarían todos los
ritmos al estilo de los años 60’ ,
desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche de un sábado, y aquel que no
abandonara resultaría ganador o ganadora: medalla, diploma y 300 pesos.
En su casa dijo
que iría a un picnic en una quinta, y por eso debía salir muy temprano; en
realidad iba a tomar el micro de las 5.30 en Retiro, pero de esto no se sabría
una palabra. Má y Pá se miraron aliviados. Al fin saldría
con chicos de su edad.
Sisí volvió a
las 2 de la madrugada, cansada pero con sus premios en la mochila. Nadie había
podido seguirla y terminó sola en la pista de baile, con una danza del vientre
en jeans y remera de Eminem. Escondió todo en una caja de cartón y le puso una
etiqueta: SUPERPRIVADO. Al día siguiente, empezó una dieta estricta de
proteínas, cereales, nada de grasas y muchas frutas y verduras. No le gustaba
el alcohol y en los concursos le permitían tomar agua pero sin detenerse, como
en las carreras pedestres. Bebía lo menos posible para no tener que ir al baño:
sólo podía dejar la pista 10 minutos cada 6 horas. Esta vez pesaba tres kilos
menos.
Cuando cumplió
los dieciocho, empezó a trabajar de secretaria en un consultorio, martes y
jueves todo el día, para hacer ver que se ganaba su dinero como dios manda; estudiaba programación y sistemas los
miércoles, y de viernes a lunes inclusive, sus piernas no paraban un minuto.
Tampoco estaba quieta en el escritorio ni en la computadora: se sentía partida
en dos: de la cintura para abajo era Sisí la bailarina y sus pies no dejaban de
moverse al ritmo de su Mp3; de la cintura para arriba Sisí, una chica como
cualquiera.
Ni ella misma
sabía bien cómo, pero había logrado impulsar la realización de torneos en varios
lugares del país, todos con la particularidad de ser maratones de resistencia. De
“aguante” los llamaban. Se tenía
mucha confianza. Ella, que siempre se había aburrido, que no había descubierto
una vocación, que no compartía intereses. Ella, que había sido siempre una
inigualable solitaria, ahora, fuera adonde fuese, era siempre la última en
dejar la pista con su medalla colgada al cuello, el diploma enrollado como si
terminara un doctorado, y el sobre, el bendito
sobre con la plata, tan apreciado por su madre si lo hubiera sabido.
Sisí no tenía
pareja fija en los concursos, ni le interesaba. Cuando el de turno, según el
orden de inscripción, abandonaba, ella seguía girando hasta que otra mano
masculina cualquiera tomaba la suya o rodeaba su cintura. Nunca miró a los ojos
a su compañero casual, y por eso jamás competía en torneos por parejas. No
quería saber nombres, ni procedencias. No tenía tiempo para eso. Su mente no pensaba en nada que no fuera el
presente presente de las sensaciones en brazos y piernas, los movimientos
relajados, la cabeza llevada sin tensión por un torso lleno de vitalidad. El
propio.
Ya tenía una
caja para cada cosa: SUPERPRIVADO I (medallas) SUPERPRIVADO II (diplomas)
SUPERPRIVADO III (dinero). Todavía no se animaba a colgar lo colgable en las
paredes. Ni siquiera su hermana, conocía el secreto. Tampoco se le había
ocurrido abrir una cuenta de ahorro, y 14.000 pesos eran, lo sabía, mucha plata
para tener en una caja de cartón en la casa, con dibujitos de mariposas verdes.
En las
vacaciones habituales de febrero del año siguiente, avisó que viajaría al
Uruguay con unas amigas. Falso de toda
falsedad, pensaba, pero no le generó ningún problema de conciencia. Iría a
una Maratónica de cuatro días de salsa y hip-hop en Montevideo. Se sentía
preparada y ganadora antes de poner en el bolso las zapatillas rojas que ya se
habían convertido en amuleto. Era el concurso más largo en que interviniera
hasta el momento. Ya era muy conocida en el ambiente. “Sisí, La emperatriz del
baile”, le decían. No obstante, en tres años no se había hecho nunca de una
amiga o un amigo. Eso no es para mí,
reflexionaba, muy poco pero lo hacía; no
me interesa tener amistades… sólo bailar. No soy una persona. Soy movimiento.
Y triunfó. Pero
ahora no contaba con el hecho de que el tema de los concursos de resistencia se
había convertido en novedad para los noticieros. Cuando sus padres se acercaron
al aparato de televisión no daban crédito a lo que veían sus ojos en la
pantalla. Cambiaban de Crónica TV a Canal 9 Noticias, y de ahí a TN. Atónitos,
veían cómo, inclusive periodistas extranjeros, trataban inútilmente de
entrevistar a Sisí. El teléfono no dejaba de sonar en esa casa en la que el silencio
predominaba porque a los padres no les gustaba la música, y la hermana era resentidamente
paralítica. Todos querían saber cómo, desde cuándo, por qué, y ellos permanecían
boquiabiertos. No podían contar lo que no sabían. Para ellos, Sisí era una
desconocida.
Antes de que
volviera, desesperados, se metieron en su cuarto, revolvieron, desarmaron,
encontraron. ¿Cómo una chica de poco mas de veinte años, tenía 25.000 pesos, 35
medallas y otros tantos certificados y ellos nunca se habían enterado?
Cuando Sisí
entró, el padre le pegó una bofetada: no la conmovió. Su madre lloraba y entre
moco y moco decía:
—No sé quién
sos, Sisí… ¿qué es todo esto?— mientras señalaba los tesoros encontrados.
— ¿Por qué se metieron en mi vida?
— ¿Qué es esto…qué es?
— ¿Hice algo
malo? Me gané la plata en buena ley.
—Pero, ¿para qué, Sisí?
—Porque sí. El
dinero no me importa, la gente no me importa, la ropa no me importa, la vida no
me importa. Lo único que importa es resistir, permanecer, mantenerse,
persistir, ser fuerte, aguantar…
Sisí no paró de
bailar hasta los cuarenta. Cayó muerta una noche en la pista, exhausta tras
diez días sin detenerse.
No conoció
nunca el placer de una charla con amigas, un novio que la abrazara, una mascota
durmiendo a los pies de su cama. No gastó un solo peso de lo ganado. Tampoco
reconoció ni una sola vez la cara del compañero que se movía a su ritmo.
lunes, 28 de diciembre de 2015
PECULIAR AGENDA: de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR
PECULIAR AGENDA
Como
siempre te despertás a las 6, vas al baño y te cepillás los dientes.
Como siempre te hacés el desayuno de
reyes que aconsejan los que saben y cargás el celular.
Como
siempre te das una ducha con los tres últimos segundos de agua fría para
tonificar, te afeitás, te ponés loción y te vestís con la ropa que preparaste a
la noche.
Como
siempre cortás la llave general de gas, no olvidás apagar todas las luces y
desconectás la computadora por si hubiese corte de electricidad. Recogés tu
teléfono móvil, el attaché del escritorio, abrís la puerta, levantás el diario
que dejaron en la entrada y cerrás con las cuatro llaves.
Como
siempre sacás el auto de la cochera, manejás tranquilo por la ruta hasta el
centro escuchando tu Mp4.
Como
siempre pasás tu mañana en la
Bolsa comprando y vendiendo acciones para tus clientes, ganando
buenas comisiones. Después vas una hora al gimnasio a hacer un poco de pesas y
unas piletas.
Como
siempre te encontrás a almorzar con un amigo en el mejor restaurante de la City porteña, pagás con tu
American Express, regresás a la oficina y hacés algunos llamados personales
mientras organizás el día de mañana.
Como
siempre -satisfecho de la jornada- vas a
tomar unos tragos a un pub del Bajo
con varios colegas, volvés a tu casa un poco entonado pero manejando con
prudencia para que no te pare la policía.
Como
siempre, al entrar encendés las luces, preparás un buen café porque no
acostumbrás cenar, te tirás en el sillón del living, decidís que es una buena
idea ver un estreno en el DVD y desconectás los dos teléfonos. Terminás la
película y, todavía despabilado salís de tu casa sin nada en las manos a correr
por el parque.
Como siempre encontrás alguna
pareja besándose y les cortás las gargantas con la sevillana que, como siempre,
llevás en el bolsillo del jogging.
Todo como siempre, pero la navaja
la usás sólo el último viernes de cada mes.
lunes, 21 de diciembre de 2015
Karítsi kalosýni
Karítsi kalosýni
© David Gómez Salas
Una tarde en la playa
a los seis años de edad
—etapa frambuyosa—
conocí a Karítsi kalosýni
hada bondadosa
y bálsamo para los niños
que viven en orfandad.
Es una muñequita linda
que irradia alegría y dulzura;
compuesta de azúcar morena,
crema de coco y espuma de mar.
Vive en el océano y sale a tierra,
todas las navidades, sin faltar;
para dar cariño y regalos
a todos los niños de cualquier lugar.
Sonrió amorosa, acarició
mi cabeza con suavidad
y me dio un puñado de arena,
miles de granitos de felicidad.
Pizquitas de mar, de estrellas, de luna,
del universo y muchas cosas más;
chispitas de amor y bondad
que alegres vuelan hacia los demás.
Con mis amiguitos yo deseo estar
para compartir la felicidad.
que me regaló Karítsi kalosýni,
niña bondad, salida del mar.
© David Gómez Salas
Una tarde en la playa
a los seis años de edad
—etapa frambuyosa—
conocí a Karítsi kalosýni
hada bondadosa
y bálsamo para los niños
que viven en orfandad.
Es una muñequita linda
que irradia alegría y dulzura;
compuesta de azúcar morena,
crema de coco y espuma de mar.
Vive en el océano y sale a tierra,
todas las navidades, sin faltar;
para dar cariño y regalos
a todos los niños de cualquier lugar.
Sonrió amorosa, acarició
mi cabeza con suavidad
y me dio un puñado de arena,
miles de granitos de felicidad.
Pizquitas de mar, de estrellas, de luna,
del universo y muchas cosas más;
chispitas de amor y bondad
que alegres vuelan hacia los demás.
Con mis amiguitos yo deseo estar
para compartir la felicidad.
que me regaló Karítsi kalosýni,
niña bondad, salida del mar.
viernes, 11 de diciembre de 2015
CONCURSO DE RELATOS "VILLANOS EXTRAORDINARIOS"
CON CADA LUNA LLENA
El arroyo recibe el cuerpo sin vida, todavía tibio, de
manos del hombre que mira extasiado cómo va desapareciendo entre restos de
comida, bolsas de plástico y un viejo zapato ortopédico. El oscuro cabello se
confunde con el fango pero el cadáver no termina de hundirse.
Satisfecho, se frota
las manos pegajosas en el pantalón. En un bolsillo lleva como trofeo la lengua de
su víctima.
El perro
hambriento se acerca despacio. Huele carne fresca. Mientras los otros esperan,
se atreve en las aguas y muerde un bracito. Pelea con él arrastrando el cuerpo
a tierra firme. No lo perderá: hace días que no encuentra qué comer. El resto
de la manada lo ayuda en el destrozo. Todo sucede en minutos; la comida resulta
escasa para tantos pero su instinto les dice que aunque poca, ayuda a saciar en
algo el hambre.
Celoso, el hombre
observa. En ese momento se recrimina no haber comido ni bebido del que mató.
Reflexiona que así habría completado el ciclo de búsqueda, violación y muerte
que repite cada noche de luna llena, sosteniendo la fantasía de convertirse en
lobo.
Hombre lobo del
hombre, piensa. Él nunca será víctima: siempre victimario.
Se va,
envidiándolos. Decide que en la próxima luna no se dejará robar el cadáver. Será
suyo y de nadie más.
viernes, 4 de diciembre de 2015
MEJOR NO HABLAR: Un cuento de ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR
MEJOR NO HABLAR
Las investigaciones fueron llevadas a cabo directamente
por Scotland Yard con ayuda de especialistas franceses y norteamericanos. Nadie
pudo dar una explicación convincente y verosímil de lo ocurrido. La Casa Taylor fue cerrada
por unos parientes lejanos hasta acordar cómo dividirían los bienes.
Lo cierto es que antes de la reunión, Kevin Taylor[1],
biólogo marino excéntrico y alejado hacía años de las aulas de Oxford, había
enviado a sus principales colegas extranjeros -yo entre ellos- informes
detallados de lo que él consideraba un hallazgo, una mutación extraña y enorme de
la especie Pagurus Bernhardus[2]
El 23 de setiembre del año 2003 nos citó en su castillo
de la campiña inglesa, acompañando a la invitación los pasajes aéreos y el
correspondiente recibo de alquiler de dos automóviles para nuestro traslado
desde Londres hacia las afueras de Windsor, donde vivía.
Acudimos siete de los ocho científicos invitados; sin
falsa modestia, todos de renombre internacional. Dejamos constancia de lo que
se habló y se hizo en un Libro de Actas. Scotland Yard consignó que las
fotografías que saqué en el momento con mi cámara polaroid, faltaban. Los
espacios vacíos en el libro daban cuenta, dijeron, de que alguien o “algo” las
había robado. Otro interrogante más sin respuesta.
A la prensa le informaron lo que constaba en las actas:
el Dr. Taylor mostró el espécimen, relatando dónde, cómo y cuándo lo había
descubierto en el Mar del Norte. Discutimos su verdadera procedencia, la forma
de mutación, propiedades y prospectivas de evolución. El acta terminaba con una
frase: “Madison y Lessoine sacan el
ejemplar del recipiente de vidrio
sellado y lo colocan sobre la mesa de disección. No se observa movimiento
alguno aunque pueden percibirse colores cambiantes bajo la epidermis…”. Nada más.
Los inspectores
a quienes recurrió cada familia luego de cuatro días de no tener noticias
nuestras, hallaron lo que habían sido miembros y órganos humanos diseminados
por el piso, pegados a las paredes, colgados del techo de la sala principal. El
resto de las cosas: maletines, vasos de whisky servidos, pipas, anotadores,
lapiceras, abrigos e instrumentos quirúrgicos estaban, al parecer, tal y como
los habíamos dejado en ese momento. Del animal no había rastro alguno. Pero comentaron:
“se sentía en el aire un olor ácido que nos provocó vómitos compulsivos, ardor
en los ojos y mareos persistentes junto con una variación constante de colores
en las pupilas que nos obstruyó la visión durante semanas”
A mí me encontraron oculto en la bodega del castillo,
dentro de un tonel, paralizado y sin habla. Me internaron como catatónico
post-traumático, amnésico y al parecer irrecuperable. Mi esposa, siempre
esperanzada de que volviera a la realidad, me mantuvo al tanto de las
investigaciones y los artículos periodísticos aún sin obtener ninguna reacción
de mi parte. Me contó que los restos fueron llevados a Londres y están en
cincuenta y seis cubetas cerradas en el laboratorio principal de la Universidad.
Nunca se comprobó nada de lo que dejamos asentado en el
acta de esa fecha; ni tampoco fue posible llevar a cabo ninguno de los siete
sepelios. Hasta el momento lo consideran caso no resuelto.[3]
Yo prefiero no hablar. Aunque decidí no abrir los ojos, sé
que el Pagurus Bernhardus me observa.
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Escritosdemiuniverso
Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges