jueves, 19 de febrero de 2015

SEGREGADO

SEGREGADO
“Con un ojo en cada sien, como los centauros, se encaramó a la roca para dejarse caer hacia el acantilado y terminar su inútil vida. Fin”.
Levanté la mirada  y vi que Juani ya se había dormido. No sé cómo, pero se había dormido. Me dije: esta es la historia más terrible que he leído en mi vida. De verdad. Y eso que llevo décadas leyendo. No podía concebir que mi hijo me pidiera que le contara este cuento para dormir. Un penoso relato de un animal deforme, segregado por la manada al punto de suicidarse. Dejé la habitación en puntas de pie y, todavía estremecido, me senté en el sillón del living. Algo tenía que hacer y no sabía qué. Él se había adentrado en el sueño con facilidad y yo, un adulto, no podía sacarme de la cabeza la escena final: ese hartazgo irreparable del que es diferente. Me propuse reescribir el cuento. Un padre no podía permitir que un niño de cuatro años disfrutara de aquello. Necesitaba darle un clima de aceptación, un mensaje de esperanza y caridad.
Pasé toda la noche en la computadora.  Al fin, la historia modificada me agradó: una versión del Patito Feo; pero era lo que yo deseaba contarle a Juani. Busqué papel canson y crayones y dibujé un centauro alado. Un animal que cambia la propia muerte por el vuelo, ése al que su manada admira mientras surca los aires. Pensé: Juani, será tuyo cuando despiertes.
Pero no se lo di a la mañana. Decidí que al acostarse, cuando me pidiera que leyera el cuento nuevamente le entregaría el dibujo y el nuevo relato. Más tranquilo, me fui a la oficina. Mi mujer todavía dormía. Juani se iría al jardín y ella a su trabajo.
No fue un buen día. Mis compañeros, esos que me dirigen la palabra solamente para saturarme de trabajo, esos que nunca se acuerdan de mi nombre, esos que se burlan de mis orejas grandes, mi calvicie prematura, mis anteojos de miope, mi tartamudeo, mi gordura; esos, no me dieron paz durante nueve horas. Encima, dos horas antes de retirarme, el jefe de sección me llamó a su despacho, dijo que ya no necesitaban más de mis servicios y que en quince días debía desalojar mi escritorio. Pasé mucho tiempo en el baño vomitando, aturdido, lleno de miedo y también de odio hacia mí mismo, por ser así, por no tener amigos, ni vida social. ¿Qué iba a hacer yo de aquí en más? ¿Cómo mantendría a mi familia? Sabía que Estela me quería, pero no me amaba. Yo no era la persona de la que se había enamorado.
Salí nauseoso de la oficina y mientras caminaba cargado de culpa y cobardía recordé que una vez, al entrar a casa, le escuché decir a mi hijo: “ahí viene Dumbo, mamá”. “¡Shhhhhhh!” Yo era su vergüenza: no podía soportarlo.
El cuento, el original, se me hizo presente y comprendí qué le había pasado a aquel animal.  No podía transformarme en un padre aceptable. Ni tampoco en un buen proveedor para mi mujer. También me sentí un inútil.
En el andén del subterráneo no dudé ni un instante: volé, centauro con alas.




sábado, 14 de febrero de 2015

OTRO CUENTO DE MI LIBRO "ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR"

YO, COLECCIONISTA
Llevo al cándido púber a mi cuarto y, traspasando la conversación sobre temas intrascendentes, lo violo. Gozo al verlo aterrorizado y con náuseas, gimiendo de dolor.
Soy sanguijuela: bebo los fluidos rojiblancos en desesperado ritual. Al fin, inservible para otra cosa, lo abandono en un pasaje sin luz.
Limpio el puñal y guardo, en la caja de madera labrada, otro pañuelo húmedo en semen y sangre.
Nunca serán suficientes.


domingo, 8 de febrero de 2015

Vietnam: país incomparable


Vietnam: país incomparable
Autor José Luis Herce

Las impresiones de mi viaje por Vietnam me han estado acompañando por toda una diversidad de países: Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, Singapur, etc. pero es solo hasta ahora que la musa se ha dignado sentarse conmigo para lograr transcribir algunas de mis últimas experiencias en ese fascinante país.

Desde hace varios años estoy convencido que he tenido una suerte inmensa en el transcurso de mi vida. Si ahora me refiriese únicamente a los viajes que he podido emprender y los países que he podido visitar, entonces debería decir no solo que he tenido muy buena suerte, sino que he sido un ser particularmente privilegiado.

Acabo de regresar de Vietnam, país que me ha marcado profundamente por su gente, su historia, sus paisajes, su excelente comida, los múltiples colores que parecieran jugar con las condiciones climáticas para acentuar aun más su belleza y la de sus habitantes, por no citar sino algunos de los aspectos que pretendo describir.

Tendría en primer lugar que reconocer la dificultad para encontrar las palabras y las frases más adecuadas para intentar presentar a esa gente tan sonriente, hospitalaria, amable y al mismo tiempo quizás un poco tímida, sin que nosotros, los extranjeros, sepamos exactamente en donde se encuentra la frontera entre lo que aparece en un diccionario de una lengua occidental como timidez, y el respeto que tienen los vietnamitas por la persona. Esta frontera quizás resulte aun más difícil de definir si el extranjero no proviene de alguno de los países asiáticos. Y será aun más complicado hacerlo si ese extranjero es natural de un país que se encuentra a una distancia de Vietnam que sería equivalente al tamaño de dos continentes. Ir de México a Vietnam implica un viaje de más de 30 horas de avión: atravesar el océano Pacífico para ir de nuestro país a Vietnam equivale a un mayor tiempo del que nos llevaría cruzar de sur a norte dos continentes del tamaño de Africa.

Durante mis años pasados en Francia cayó en mis manos un libro extraordinario que llevaba como título “Cuando la China se despierte…” Su autor profetizaba el crecimiento espectacular de China, especialmente en las dos últimas décadas. Con frecuencia en los seminarios en los que participo debo abordar el crecimiento industrial en China y suelo comenzar pidiendo al público que cuando regrese a su casa observe la cantidad de productos que vienen precisamente de ese país: van desde juguetes hasta comida, pasando por aparatos eléctricos, bebidas alcohólicas, porcelana, ropa, electrodomésticos, aparatos electrónicos, etc. El mismo autor del libro que menciono escribió algunos años más tarde una segunda parte de su libro que lleva por título: “China ya despertó…”

Creo que podría escribir un libro similar acerca de Vietnam. Las habilidades, la seriedad, voluntad y capacidad de trabajo de los vietnamitas me sorprendieron. Resultaba muy difícil imaginar que se encontrasen a tan elevado nivel.

Se trata de un pueblo que pareciese haber encontrado un equilibrio casi perfecto entre el trabajo y las relaciones familiares. Los niños vietnamitas podrían contarse entre los más felices del mundo, lo que quizás podría atribuirse principalmente a una convivencia familiar muy sana entre los diferentes miembros de la familia y a las continuas expresiones de cariño de los padres hacia los hijos. Se tiene la impresión de que esos pequeños aprendiesen, desde la más tierna edad, a sonreír y a mostrar con su sonrisa la bienvenida que nos ofrece ese pueblo tan excepcional que es el vietnamita.
Cuando se observa con detenimiento a los hombres y mujeres de Vietnam puede confirmarse  que en su mayoría son delgados y sobretodo pequeños. Si se les compara en especial con los pueblos del norte de Europa o de Canadá y los Estados Unidos, algunas preguntas comenzarán de inmediato a asaltar la mente del observador: ¿cómo es posible que estos individuos tan amables y sonrientes, tan pequeños, tan delgados que parecieran sufrir de problemas de nutrición, con una industria a nivel de país tan elemental, que empleaban las bicicletas como medio de transporte más generalizado, pudiesen haber pasado por tantos y tantos años de guerra, y que además se hubiesen permitido el lujo de derrotar a una de las potencias militares mas importantes del planeta como lo era Francia?

Algunos años después se convirtieron en el primer país de la tierra que derrota y arroja fuera de su territorio a la superpotencia militar e industrial número uno en el mundo: los Estados Unidos. Y como si fuese poco, todavía algunos años más tarde lograron detener en la frontera común al enemigo tradicional que los había ocupado en la antigüedad durante mil años: China.

Los vietnamitas pudieron frenar a los chinos que pretendían invadirlos. Se trataba de una  represalia por la lucha emprendida por Vietnam para liberar a Cambodia de uno de los individuos más siniestros que ha producido la humanidad, comparable solo con Stalin o Hitler: Pol Poth.

Resulta curioso observar la modestia del pueblo vietnamita cuando el extranjero pretende tratar de discutir con ellos sobre esos temas. La sonrisa de los vietnamitas será la primera respuesta, y nos dejarán aun más boquiabiertos al constatar que una y otra vez nos repetirán que se trata “tan solo” de poseer una voluntad suficiente para poder vencer las bombas, los aviones y las armas químicas.

Esa voluntad solo puede estar forjada con el acero más resistente que uno pueda imaginar. No se trataba solo de bombas y de armas químicas, debieron además sobreponerse al sufrimiento, al hambre, a las enfermedades y a todas las innumerables penurias por las que tuvieron que atravesar por todos esos años de una guerra que parecía interminable.

Habría que rendir un homenaje muy especial a la mujer vietnamita por su temple. Se trata de algo único, exclusivo, que llevan esas mujeres consigo como una parte de su naturaleza. Y al mismo tiempo saben llevarlo a la par de su encantadora feminidad.

La sutil y sencilla belleza de la mujer de Vietnam, al unirse a su dulce sonrisa, hace que el hombre occidental se encuentre sin defensa alguna ante ese conjunto de gracia y encanto.

Soy un verdadero admirador de la belleza femenina. Por los países que me toca recorrer suelo llevar a cabo una sencilla evaluación para poder calificar a las mujeres del lugar en una escala de belleza muy particular y propia de mis gustos personales.

La prueba consiste en empezar a contar el número de mujeres, a partir de 14 años hasta las ya mayores, que se cruzan en mi camino. Solo me detengo en la cuenta cuando aparece ante mis ojos una que me llama la atención en particular y a la que puedo atribuirle el calificativo de  mujer bonita. En algunos países no requiero llegar a la primera decena de mi cuenta, mientras que en otros he podido llegar a la primera centena sin encontrar a la mujer que puedo calificar, por supuesto con mi gusto muy personal, como bonita. En Vietnam encontré muy rápidamente que las mujeres eran muy atractivas.

¿Cómo poder describir a la mujer vietnamita? Quizás no tendrá las cualidades de belleza que el mundo en general suele conceder a la mujer francesa por ejemplo, pero la supera a ésta, y por mucho, en cuanto a lo que se refiere a gracia, dulzura y, sobretodo, en feminidad.

Tanto mujeres como hombres se desplazan en esos incontables vehículos de dos ruedas y que llamaríamos bicicletas, motonetas, motocicletas, etc. de todos los tamaños, formas y cilindrajes posibles e imaginables. Son tantos estos “vehículos” que cruzar las calles constituye una verdadera aventura en las ciudades vietnamitas. Con frecuencia no es posible contar siquiera con la ayuda de los semáforos que tanto maldecimos los conductores del mundo occidental, por su inevitable presencia en nuestras calles y en especial por su número.

En Vietnam uno debe aprender con relativa rapidez a cruzar las calles en las ciudades. No es posible hacerlo como en cualquier otra parte del planeta. Para poder pasar a la acera opuesta resulta casi imprescindible hacerlo junto con un vietnamita. Es la manera de aprovechar su “know how” para poder así esquivar el número que pareciera ser infinito de motocicletas que se encuentran circulando a toda hora del día y buena parte de la noche.

Esos vehículos de dos ruedas provienen de tres países en especial: Japón, Rusia y China. Por supuesto las motocicletas japonesas son las favoritas, el “sueño japonés para los vietnamitas”. Las motocicletas rusas son por lo general de marca Mink, de apariencia muy sólida. Finalmente aparecen las motocicletas chinas: “el sueño japonés por fuera… pero por dentro… la realidad china”, suelen decir los vietnamitas haciendo gala de su fantástico sentido del humor.

Una de las principales, entre las múltiples atracciones de Vietnam, en especial para el extranjero occidental, la constituyen las jóvenes estudiantes de secundaria y preparatoria. Se caracterizan por llevar un uniforme, todo de una blancura impecable, que representa el vestido típico de las jóvenes estudiantes de bachillerato del país. Se trata de un vestido entallado en la parte superior pero holgado y abierto de la cintura hacia abajo y que se combina con un pantalón del mismo color.

Con frecuencia es posible observarlas desplazándose en bicicleta, llevando un sombrero cónico, hecho de paja y que no es otro que el sombrero tradicional que solemos ver en las películas o en las tarjetas postales del país.

Protegerse del sol es algo de suma importancia para la mujer vietnamita, muchos de los pueblos asiáticos consideran que la blancura de la piel es una de las más importantes características de la belleza femenina. El ver a estas jóvenes estudiantes, siempre acompañadas de su inseparable sonrisa, tanto en las ciudades grandes como las pequeñas, constituye un pasaje verdaderamente idílico.

Desde que aprendimos lo importante que era leer los periódicos, lo que para la gente de mi generación se remonta a los años cincuenta del siglo pasado, supimos que existía un país que se llamaba Vietnam y que se caracterizaba porque siempre estaba en guerra. Muchas de las trágicas fotografías que aparecían en los diarios y las revistas quedaron grabadas en la mente para muchos de nosotros.

Años después, cuando aprendíamos geografía e historia en la escuela, nos dimos cuenta del tamaño del país que se enfrentaba en su lucha por la libertad a las más grandes potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, Francia y los Estados Unidos, sentimos de inmediato una enorme simpatía por él.

Quizás fue desde entonces que Vietnam es y será siempre uno de mis países predilectos.

sábado, 7 de febrero de 2015

Escape de las Islas Marías



Escape de la Islas Marías - Autor David Gómez Salas
Cuento dedicado a la Bahía de San Blás

Las islas Marías son cuatro islas localizadas en el océano Pacífico a 112 kilómetros de las costas del Estado de Nayarit, México.


La mayor de las islas, María Madre, tiene una superficie de 145 kilómetros cuadrados y ahí se encuentra el Penal Federal de Islas Marías desde el año 1905. Las otras islas: María Magdalena, María Cleofas y San Juanito, son más pequeñas. 


Al inicio de su creación, al penal de las islas María eran llevados los reos más peligrosos y los siempre negados presos políticos. Pero en en los años setenta, llegaron a la isla reos de baja peligrosidad bajo un sistema de libertad reglamentada, que incluía la convivencia familiar, un sistema que permitía la readaptación social de los presos.


Para desmoralizar a los reos, les decían que las aguas estaban infestadas de tiburones que los atacarían si se alejaban a nado de la isla. Sin embargo los que pescábamos en esta zona sabíamos que ya no existían muchos tiburones, porque habíamos pescado en exceso. Vendíamos la aleta seca a 70 dólares el kilo.


Convencí a Martín y al Pedro para escapar de la Colonia Penal Federal Islas Marías. Fue fácil convencer a Pedro,  porque estaba decidido a todo, debido a que lo había abandonado su novia.  A Martín  también lo habían abandonado, pero estaba menos afectado.


Martín llegó al penal con su mujer Natividad (Naty). Pedro llegó con su novia Priscila (Pris).  Mi compañera fue Inés, que murió de una enfermedad.

Al transcurrir casi un año Naty abandonó a Martín,  se juntó con un guardia llamado Genaro. Priscila abandonó más rápido a Pedro, a los seis meses de su llegada se juntó con Eulogio, otro custodio.

Los tres teníamos motivos para desear no ver más aquel lugar y algunos de sus habitantes.


La Isla María Madre estaba vigilada por la infantería de Marina y estaba prohibido acercarse a la isla a una distancia menor a 12 millas. Sin embargo de noche es posible acercarse a la costa y retirarse pronto sin ser descubiertos. Por eso que mi idea fue salir nadando de noche y abordar una lancha a 100 metros de la costa.


De San Blás a la Isla María Madre hay una distancia, en línea recta, de 114 kilómetros (72 millas náuticas). Esta distancia se podría recorrer  en cuatro horas, a una velocidad 18 nudos, que es la máxima que desarrollan la mayoría de las lanchas de los pescadores. Normalmente se recorre en  5 horas y media. Navegando con tranquilidad, siempre y cuando, existan buenas condiciones de viento, oleaje y corrientes marinas


Es fácil acercarse a la isla y retirarse pronto, sin ser descubiertos. Cualquier pescador puede ir de noche a la Isla María Madre y regresar a San Blás, utilizando una brújula. Se puede atracar cerca de la Isla María Madre en las coordenadas: Norte 21º 34’ 00” - Oeste 106º 29’ 35” y en San Blás en las coordenadas: Norte 21º 31’ 33” - Oeste 105º 17’ 12”.


Así que la libertad se podía obtener, con una lancha. Necesitaba conseguir quien me apoyará con una lancha, tenía varios amigos pescadores de confianza, uno de ellos: El Oxígeno.


Martín creía que el mar estaba infestado de tiburones y atacarían a quién se arrojara al agua.


Conozco la zona—Le dije. Le expliqué que hace muchos años estuvieron pagando a setenta dólares el kilo de aleta seca de tiburón y por eso había muy pocos tiburones.


Los guardias pasaban lista a los presos tres veces al día, la primera vez a las cinco de la madrugada y la última vez a las ocho de la noche. A partir de las nueve y media de la noche hay toque de queda, nadie puede salir de su vivienda. No se puede estar en la calle, ni en otro lugar que no sea su casa.


El mejor momento para escapar es inmediatamente después de que se da el toque de queda, porque se tiene el resto de la noche sin que pasen lista. Pero como también hay que cuidar no ser vistos por los otros presos y habitantes, conviene esperar a que duerma la mayoría. Las once de la noche es  buena hora.


Así que salimos a las once de la noche, nos arrastramos hasta la playa, para lanzarnos al mar y nadar hasta el punto donde nos esperaba "Oxígeno" con su lancha "Rosario de Fátima".  Como ya sabíamos que se requiere  fuerza para arrastrarse hasta la playa y  nadar la lancha, habíamos entrenado jugando el juego llamado "los caimanes", que consiste en avanzar arrastrándose  con los codos.


Cuando subimos a la lancha, Oxígeno nos dijo que en caso de ver una lancha patrulla debíamos tirarnos de inmediato al agua. Nos entregó a cada uno, un juego de ropa compuesto por short, camiseta, chaleco salvavidas y aletas. La ropa y demás cosas eran de color negro, para que fuera difícil que nos vieran en el agua.


En caso de que nos arrojáramos al mar, "Rosario de Fátima" continuaría el viaje a la costa para que al ser interceptada más adelante, solo encontraran en la lancha Oxígeno, Yaco (su hijo y ayudante) y lo que habían pescado ese día.

Oxígeno me dio una brújula para que al nadar de noche pudiera orientarme a la costa. También me dio una pequeña lámpara para ver la brújula y hacer señales en caso necesario. 

Nos entregó un frasco que contenía una crema de elaboración casera. La elaboran con un producto artificial que le llaman esperma de ballena, al cual le agregan extractos de ruda y ajo. El esperma de ballena artificial es insoluble en el agua de mar. Este producto sirve  para que no se acerquen los tiburones. Nos untamos la crema en brazos cuerpo y piernas,


Después de cambiarnos de ropa, la que traíamos puesta la metimos en una bolsa de red plástica y la cual atamos a una piedra que nos dio Oxígeno y la arrojamos al fondo del mar. 


Si se tienen que arrojar al agua, no se preocupen. Un amigo, el Memín, estará al pendiente de ustedes y si nota que regreso a San Blas sin ustedes, él saldrá en su lancha a buscarlos--Nos dijo Oxígeno.


Memín navegará haciendo una señal con una linterna para que ustedes sepan que es él.  Será una luz  larga, tres luces cortas, una larga, tres cortas; repetidamente. Cuando vean la señal, encienden la lámpara para que él pueda verlos.


El plan era simple, podía funcionar. Para evitar que una lancha patrulla nos encontraran en la lancha de Oxígeno, debíamos tirarnos al agua en cuanto viéramos una patrulla que pudiera acercarse a la lancha en que viajábamos y Oxigeno seguiría navegando a la costa cambiando ligeramente el rumbo de la lancha.


Eran casi las dos horas de la madrugada cuando observamos que venía una lancha y por lo tanto nos tiramos al mar.


Oxígeno continuó navegando "Rosario de Fátima" rumbo a  San Blas. Aquella madrugada el cielo estaba nublado, no se veía la luna, ni las estrellas.


El agua estaba fría y gracias a Dios el mar no estaba agitado. Yo iba al frente, atrás a mi izquierda Martín y atrás a mi derecha Pedro. Nadamos rumbo al Este. Martín estaba asustado y a cada rato imaginaba ver tiburones.


No te preocupes, los tiburones no comen lo podrido—dijo Pedro a Martín. Pero es mejor que te coma un tiburón, así tu alma queda en el animal, no se la lleva el diablo al infierno


Creo que no vendrán por nosotros. el agua está cada vez más helada, ¿Cuánto dura el ungüento que nos pusimos?—dijo Martín.


No se quita con el agua, dura mucho. Vamos a nadar con calma, para que evitar un calambre—contesté.


¿Cómo se quita?—pregunto Martín.


Con gasolina o con alcohol—dijo Pedro.


Le atinamos a una noche oscurísima, no nos verá ni Dios—dijo Martín.


Hace mucho tiempo que Dios no te ve—contestó Pedro


Después de estar cerca de una hora en el agua, se aproximaron a nosotros, dos lanchas provenientes del Este.  Nos quedamos quietos y las lanchas pasaron de largo.


¿Quiénes serían?—preguntó Martín. Yo creo que la policía, ya habrán avisado al puerto, por radio. Se contestó el mismo


No vi que hicieran la señal convenida—les dije.


Hay que hacerse a la idea de que seguiremos nadando hasta la Playa—dijo Pedro.


Más o menos otros tres cuartos de hora después, regresaron del Oeste las lanchas. Esta vez pudimos ver que hacían la señal convenida. Una luz larga, tres cortas. Pero como eran dos lanchas no encendí la lámpara y las lanchas nuevamente pasaron de largo.


Debiste encender la lámpara, las dos lanchas hicieron la señal—me dijo Pedro.


Lo raro es que son dos lanchas—respondí


Que tal vino a buscarnos el Memín y otro compa. Con dos lanchas se puede revisar mejor—dijo Pedro


Si regresan encenderé la lámpara—contesté.


Y pasó casi otra hora para que viéramos de nuevo las dos lanchas que aparecieron en el Este, esta vez venían más al norte de nosotros. Encendí de inmediato la lámpara para que nos vieran y por las prisas no esperé a ver si hacían bien la señal. Y después de dos o tres minutos nos vieron y se dirigieron a nosotros.


La primera lancha que llegó era de la guardia costera.


¡Chin! Volveré a ver a la Naty—exclamó Martín.

Y yo a la Pris—dijo Pedro
Yo simplemente no puedo volver a la Isla—contesté. Pensé en sumergirme y nadar hacia el suroeste.

Repentinamente oí: ¡Ya la hicimos, mis cuates! Era la voz del Oxígeno, gritando.


La lancha de atrás era "Rosario de Fátima" y desde ahí nos gritó:

¡El Capi es mi amigo, él y sus compañeros nos van ayudar!

A bordo de "Rosario de Fátima", Oxígeno nos contó que la lancha patrulla tardó en alcanzarlo porque él le metió duro para que lo detuvieran lejos de nosotros. Y resultó que cuando la lancha patrulla lo alcanzó, Oxígeno se dio cuenta que quien capitaneaba la lancha patrulla era su amigo.


Han pasado muchos años después de aquella madrugada y todavía me reúno con Martín y Pedro, al menos una vez al año. Siempre al tomar el primer trago brindamos por “La Naty”, “La Pris” y mi Inés.


He leído que de 70 prófugos que han escapado de la Isla María Madre en los últimos quince años, las autoridades de la isla solo capturaron a cuatro. Las autoridades opinan que probablemente a los demás se los comieron los tiburones. 


La costa del Estado de Nayarit es benevolente, proporciona todo para vivir, solo hay que tomarlo. No es necesario delinquir para sobrevivir. Por eso varios de los que escapan del penal de las Islas Marías, se quedan en la costa de Nayarit. 


Son ciudadanos reformados por el mar. El mar enseña a ser pacientes, tenaces y solidarios. 

miércoles, 28 de enero de 2015

EL GUARDIAN de mi libro Esa obstinada costumbre de morir

EL GUARDIÁN
La veo entrar, cansada, después del trabajo en su bufete de abogada de la 5º Avenida. Aunque estoy acurrucado bajo el sillón del hall, veo que su maquillaje ya no puede ocultar las ojeras de un día complejo. Mariana va a la cocina, se sirve un jugo y galletitas y luego prepara su acostumbrado café negro. Lynn suele venir minutos más tarde: el tiempo suficiente para que ella descongele alguna comida al terminar el café. Abre la botella de Chablis y la lleva al living; pone música.
Apaga el celular y lo abandona sobre el audio; tras el ventanal el puente de Brooklyn que la separa de Manhattan, le asegura unas horas de descanso y tranquilidad.
Mira el reloj y pone sin apuro la mesa para dos. Me llama. No me muevo. Tengo miedo. Empieza a buscarme, extrañada. Se encoge de hombros. Sabe que nunca me escapo.
Vuelve a la cocina y yo me escondo más, estrechándome todo lo que puedo, que no es mucho. Sigue llamándome. Mudo.
El saco de Lynn colgado en el perchero de la entrada la sorprende. Es curiosa. Revisa los bolsillos y descubre el celular. No puede evitarlo. Recorre los últimos mensajes de voz y escucha: “Susan… hoy se lo digo… se terminó, ¡te lo juro! tengo los pasajes… ¡Te amo!”
Mariana tira el celular y sube las escaleras. Supone que él  estará recogiendo sus cosas. En el rellano patea un bolso.
Salgo de mi escondite. La sigo. Él yace destrozado sobre la cama.
Soy un rottweiler. No permito que a mi dueña la abandonen.


sábado, 24 de enero de 2015

Nos dejó Lemebel











ADIOS A NUESTRO GRAN PEDRO LEMEBEL.
A las 2:00am de este viernes 23 de Enero de 2015, el destacado escritor y artista visual Pedro Lemebel nos ha dejado. Como muchas personas saben, Pedro estuvo aquejado largo tiempo por un cáncer a la laringe y dio una gran lucha contra esta terrible enfermedad, que pretendió dejarlo sin voz, pero ¿quién podría dejar sin voz a Lemebel?
Su voz existe y persiste. Pedro nació en Santiago de Chile en 1952, comenzó su carrera artística en los años ochenta, en plena dictadura militar. Desde los márgenes urbanos, Lemebel hizo propio la resistencia político-cultural, la crítica social y una férrea defensa de los Derechos Humanos. Desde su propia biografía homosexual, que reflejó en su obra, remeció las estructuras patriarcales y machistas de nuestra sociedad y su doble moral, que nunca pudieron acallar su inmensa voz. Lemebel no necesitó mayores premios, sino sólo el cariño y reconocimiento de sus lectores, de su público que, como una de sus características, reconoce en él a un gran intérprete de la cultura actual.
En 1987, junto a Francisco Casas, fundó el colectivo de Artes, Las Yeguas del Apocalipsis, cuyas performances marcaron un hito en la escena artística del país, a través de irrupciones plásticas, poéticas, fotográficas y de video que abogaban por el rescate de la memoria, el cuerpo homosexual, la recuperación de la democracia y la libertad de En 1995, Pedro Lemebel publicó La esquina es mi corazón, su primera recopilación de crónicas urbanas, a las que luego se sumaron Loco afán: Crónicas de sidario (1996), De perlas y cicatrices (1998), Zanjón de la Aguada (2003), Adiós mariquita linda (2004), Serenata Cafiola (2008), Háblame de amores (2012) y la antología Poco Hombre (2013). En 2001 publicó su renombrada, y como le gustaba repetir a él, “única” novela de gran éxito La relevancia literaria de Pedro Lemebel traspasó las fronteras, su obra ha sido traducida a diferentes idiomas y alcanzó vasto reconocimiento latinoamericano y mundial, obteniendo premios literarios como Anna Seghers de Alemania en 2006 y José Donoso en 2013. Además, sus crónicas constituyeron fuente de inspiración para diversas puestas en escena teatral. En Chile fue nominado en seis oportunidades al Premio Altazor y en 2014 fue postulado al Premio Nacional de Literatura (sin obtener ninguno de estos. En los últimos años, sus presentaciones lo llevaron a diversas partes del mundo, ofreciendo performances literarias que conjugaban letra, música y audiovisual, en diferentes ferias de libros, charlas y conferencias. Expuso su trabajo plástico en Buenos Aires, Nueva York, San Pablo y, últimamente, en el Museo Reina Sofía de Madrid. Su último trabajo retrospectivo fue para la Galería D21 en Santiago de Chile, denominado “Arder”, que obtuvo una interesante recepción de parte de la crítica.
La obra literaria y plástica de Pedro Lemebel es ampliamente estudiada en universidades extranjeras. La circulación de su obra en diversos formatos, desde el audio radial, el panfleto, la fotocopia y el pirateaje, ha formado parte de su escena performática, mediante la cual Lemebel se erige como uno de los más relevantes escritores de los últimos decenios, tanto en originalidad literaria como ética, expresando un profundo sentido intelectual y político para interpretar la realidad chilena y latinoamericana.
La familia, amigas y amigos agradecemos las profundas muestras de cariño y admiración del pueblo chileno e internacional que sigue y seguirá la obra y la persona de Pedro Lemebel ¡¡ahora y siempre¡¡.

domingo, 11 de enero de 2015

ESCONDITE EN PLAZA RODRIGUEZ PEÑA

¡Estoy harto! Sí. Esa palabra es la que usa papá cuando vuelve del trabajo. También la usa mamá, cuando se sienta a tomar mate viendo la telenovela de las seis de la tarde. Dice estoy harta de planchar ropa, lavar platos, barrer pisos, coser medias y calzoncillos de todos. Esa palabra se escucha un montón en casa. Ahora la entiendo. Es cuando uno está muy cansado de hacer siempre lo mismo o de que le pasen las mismas cosas. Por eso ¡Estoy harto! Pero esta vez no voy a llorar como siempre cuando me encuentran en las escondidas. Basta.
Siempre. Era una palabra muy fea para él. Siempre lo encontraban antes de que pudiera tocar el árbol con la mano. Siempre perdía. Y por eso estaba harto. Pensó con una insólita determinación para siete años que esta vez no lo iban a encontrar. Papá dice que el mundo es para los ganadores… Pero me parece que él pierde como yo, porque mamá le grita ¡perdedor! cuando viene los domingos de las carreras.
Y cuando Matías se apoyó contra el árbol de Charcas y Callao para contar hasta cincuenta, ya tenía planeado lo que iba a hacer. Corrió velozmente por la plaza, levantó la puerta de metal que habían dejado sin traba y se metió. Bajó los cinco escalones que iban al sótano donde antes guardaban la máquina de cortar el césped y otras herramientas. El depósito estaba vacío: hacía mucho que nadie cuidaba bien la plaza. La puerta de metal se cerró despacio detrás de él y quedó a oscuras.
No tengo miedo. No tengo miedo. ¡Este es un escondite bárbaro! También es lindo para jugar a los soldados y para guardar la colección de escarabajos. Después decidiría eso. Estaba satisfecho. Los chicos no lo iban a encontrar ahí y por fin iba a ganar.

Dos meses después, la policía encontró el cuerpo de Matías -el chico desaparecido mientras jugaba con sus amigos- cuando rastrearon con perros la zona comprendida por las Avenidas Córdoba, Callao, Santa Fe y la calle Montevideo y lograron abrir la puerta de metal que no tenía picaporte por dentro.  
                                                                                      





jueves, 8 de enero de 2015

PILAR SORDO

“Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en  que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de  haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.” 
Pilar Sordo

viernes, 2 de enero de 2015

EL PRIMER CUENTO DE MI LIBRO

CANCIÓN DE CUNA
Muerte súbita. Es lo que dijeron. ¿Cómo puede alguien morir así, de repente, sin razón alguna? No lo entiendo. No lo puedo entender, no lo entenderé jamás.

Fría noche del mes de junio. Amalia es una mujer de cuarenta años, poco sociable; fue abandonada como un paquete en la puerta de una iglesia cuando tenía apenas unos meses y despedida del orfanato a los dieciocho. Trabaja de mesera en un restaurante mediocre. Hoy regresa a la pensión a las once, hora de cierre. No viene cantando; ni siquiera tararea. Está apurada por llegar a su cuarto frío y solitario de todos los días y todas las noches. Cien metros antes de la puerta de entrada, tres muchachotes la sorprenden, la golpean, la violan, uno a uno. Es el momento de mayor intimidad que Amalia ha vivido con hombre alguno. Bañada en sangre y semen, pasa la noche lavando y curando sus heridas. No siente odio. No siente nada.
Dos meses después se da cuenta del embarazo. Y contra toda predicción, experimenta el calor de la felicidad. No le importa otra cosa: será madre y nunca renunciará a su hijo. Ella no es esa mujer que la metió en una caja.
Los días y las semanas no se detienen. Su panza puntiaguda sobresale del papel que escribe al tomar los pedidos de los clientes. Tiene los ojos brillantes y una sonrisa soldada en su boca. Quienes la conocen creen que es verdad lo que cuenta: se enamoró y él trabaja lejos de la ciudad. Aunque les parece extraño. Amalia: una mujer fría en plena transformación.
Arrorró mi niño, arrorró mi amor…
Ocho meses después toma su licencia. Prepara el ajuar y al momento de las esperadas contracciones va sola, como siempre, al hospital. La habitación queda lista para recibir al niño (porque su instinto le dice que lo es): moisés, ropa, juguetes, globos de bienvenida. Sin invitados ni acompañantes ni amigos que no tiene. Regresa con su bebé por las mismas calles en donde la atacaron. Ya no recuerda. Lo ha borrado de su memoria.
Arrorró pedazo de mi corazón…
Manuel muere sin razón, sin un llanto de protesta. Cuando los paramédicos que acuden a su llamado se lo arrancan, Amalia se sumerge en dolor. Dos meses se mantiene dentro del departamento sin comer ni dormir, alimentándose sólo de lágrimas. Pero también quiere olvidar esto.
Este niño lindo que nació de noche…
Pasada la congoja, de regreso al trabajo carga la mochila del bebé y sus compañeras, alborozadas, se acercan rápidamente para conocer al hijo.
Amalia dice: —Se llama Manuel y lo amo. 
Ríe a carcajadas, mientras levanta un muñeco de trapo de ojos negros con un moño celeste. Lo acuna durante un tiempo que a las chicas se les hace eterno. Estupefactas, sus rostros no solamente son signos de interrogación sino  asustadas máscaras frente a lo incomprensible. Ella continúa riendo y dando de mamar al juguete.
Quiere que lo lleven a pasear en coche…
Una ambulancia se la llevó al Hospital Neuropsiquiátrico.
No hubo forma de separarla de Manuel.




lunes, 29 de diciembre de 2014

A TODOS: AMIGOS, SEGUIDORES, COMPAÑEROS

NO QUIERO QUE SE TERMINE ESTE AÑO SIN DESEAR LO MEJOR PARA TODOS: PAZ, SERENIDAD EN LAS EMOCIONES, SALUD EN EL CUERPO Y LA MENTE Y MUCHÍSIMA IMAGINACIÓN PARA ESCRIBIR COSAS QUE IMPORTEN Y MODIFIQUEN A NUESTROS LECTORES
¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO!!!

domingo, 21 de diciembre de 2014

ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

COMPARTO CON MIS SEGUIDORES Y AMIGOS LA ALEGRÍA DE VER MI LIBRO EN LOS ESCAPARATES DE LAS LIBRERÍAS.
El libro se sigue vendiendo y pueden conseguirlo en:
MERCADO LIBRE con envío por OCA código de Publicación #534012952


o en Facebook: 
editorialparaisodeldiavlo.mercadoshops.com.ar





lunes, 8 de diciembre de 2014

UN DIA COMO HOY... EL DOLOR


Un día como hoy moría un grande. Un ser especial y distinto que amaba a la humanidad. Qué raro, no? Amara a la humanidad, imaginar que todos nos queremos, que no hay barreras, ni países, ni gobiernos. Un ser a quien todos querían, menos uno, el que nos lo arrebató.

martes, 2 de diciembre de 2014

CASI UN SABIO

#22N #UnDíaComoHoy de 1900 nacía BERNARDO VERBITSKY. #114añosBernardoVerbitsky Novelista, ensayista, periodista, guionista cinematográfico y miembro de número de la Academia Porteña del Lunfardo, narrador caracterizado por su realismo emotivo y analítico, fue autor, entre otras obras, de Es difícil empezar a vivir, Villa Miseria también es América, Un hombre de papel, Octubre maduro, Enamorado de Joan Baez, íQué muchacha loca!, La esquina, Calles de tango, que fue llevada al cine por Hugo del Carril con el nombre de Una cita con la vida. +Agencia Télam 

LA FRASE




sábado, 29 de noviembre de 2014

de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ACECHADA
La mirada del Cristo que me sigue de un lado al otro de la habitación se clava en mi nuca como un estilete. El cuadro, única herencia de un tío que perteneció a la Acción Católica, llegó a mis manos hace una semana, acompañado de una esquela:
CRISTO TE OBSERVA AUNQUE NO CREAS EN ÉL.
                               Y TE PERDONA.
Lo apoyé en la chimenea del living, demostrando cierto respeto hacia un ser muy querido.  
Ayer me levanté y, sin vestirme, fui a la cocina a desayunar; todavía estaba con los ojos entrecerrados. Antes de cruzar la puerta vaivén me detuve en seco. Esa mirada había bajado de la nuca hasta mi trasero. No pude soportarlo. Me saqué una chinela y se la tiré. Tambaleó.
Hoy al despertar elaboré una estrategia: imitando a un reptil, iba a  arrastrarme sobre el plastificado por delante del hogar.
A mitad de camino sentí el cansancio del pucho y me recosté boca arriba. Por alguna razón misteriosa el cuadro, que había caído hacia adelante, sobresalía lo suficiente como para que los malditos ojos se clavaran en mis pezones.
Me pregunto qué habrá querido decir el tío Raúl. Ese Cristo, de verdad me observa, pero todavía  no sé qué debe perdonarme. Tal vez que tengo pensado dibujarle anteojos oscuros con carbonilla. Si no resulta, con todo el pesar de mi alma no creyente, ¡voy a tirarlo, tío!
Ya bastante tengo con los ojos de mi marido que están en cloroformo en el frasco de vidrio sobre la mesita de luz. El cuerpo enterrado en el jardín no molesta.



Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos