¡Estoy harto! Sí. Esa palabra es la que usa papá cuando vuelve del
trabajo. También la usa mamá, cuando se sienta a tomar mate viendo la
telenovela de las seis de la tarde. Dice estoy harta de planchar ropa, lavar
platos, barrer pisos, coser medias y calzoncillos de todos. Esa palabra se
escucha un montón en casa. Ahora la entiendo. Es cuando uno está muy cansado de
hacer siempre lo mismo o de que le pasen las mismas cosas. Por eso ¡Estoy
harto! Pero esta vez no voy a llorar como siempre cuando me encuentran en las
escondidas. Basta.
Siempre. Era una palabra
muy fea para él. Siempre lo encontraban antes de que pudiera tocar el árbol con
la mano. Siempre perdía. Y por eso estaba harto. Pensó con una insólita
determinación para siete años que esta vez no lo iban a encontrar. Papá dice que el mundo es para los
ganadores… Pero me parece que él pierde como yo, porque mamá le grita ¡perdedor!
cuando viene los domingos de las carreras.
Y cuando Matías se apoyó
contra el árbol de Charcas y Callao para contar hasta cincuenta, ya tenía
planeado lo que iba a hacer. Corrió velozmente por la plaza, levantó la puerta
de metal que habían dejado sin traba y se metió. Bajó los cinco escalones que
iban al sótano donde antes guardaban la máquina de cortar el césped y otras
herramientas. El depósito estaba vacío: hacía mucho que nadie cuidaba bien la
plaza. La puerta de metal se cerró despacio detrás de él y quedó a oscuras.
No tengo miedo. No tengo miedo. ¡Este es un escondite bárbaro! También
es lindo para jugar a los soldados y para guardar la colección de escarabajos. Después decidiría eso.
Estaba satisfecho. Los chicos no lo iban a encontrar ahí y por fin iba a ganar.
Dos meses después, la
policía encontró el cuerpo de Matías -el chico desaparecido mientras jugaba con
sus amigos- cuando rastrearon con perros la zona comprendida por las Avenidas
Córdoba, Callao, Santa Fe y la calle Montevideo y lograron abrir la puerta de
metal que no tenía picaporte por dentro.
Un relato tan duro como impresionante. Fantástico Lidia, de esos que se te pegan al corazón. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente texto, Lidia. Siempre disfruto tus escritos. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Lidy.
ResponderEliminarImpactante como el anterior. No pasa desapercibido.
Un beso.
Un buen relato con un final terrible. Saludos.
ResponderEliminarEpa! como pega este relato, es muy fuerte, no recuerdo haber leído algo tan dramático tuyo.
ResponderEliminarExcelente.
Un abrazo amiga.
Fuerte, muy conmovedor. Un abrazo, Lidia.
ResponderEliminarUn relato muy dramático. Los niños son atrevidos e imprevisibles, y a Matías le costó caro. Más impactante aún, que el GUARDIÁN, que he comentado antes. Me gusta mucho cómo escribes. Nuevamente te felicito por este gran relato.
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