sábado, 7 de marzo de 2015

Marisol

Marisol
Autor David Gómez Salas

¿Y porque no adoptas a Marisol? —Me preguntó la señora Lilia
— Me fascinaría poder adoptarla  — Contesté.

Marisol tenía 12 años de edad,  era la  efigie de la ternura. De ojos negros impresionantes, pestañas grandes, cejas negras y  sonrisa tímida; tenía un bello rostro que irradiaba afecto.  Era sobrina de la señora Lilia y tenía una hermana mayor : Olga y un hermano menor : Luis.

La señora Lilia vendía comida y refrescos, en el garaje de su casa.  Vivía frente al laboratorio que instalamos en la ciudad de Coatzacoalcos para realizar análisis fisicoquímicos y bacteriológicos en el agua, estudiábamos  el comportamiento hidrodinámico y la calidad del agua del río Coatzacoalcos,  desde Minatitlán hasta su desembocadura al mar.

Desde que vi a Marisol en casa de su tía, percibí la calidez de su mirada; irradiaba sinceridad,  fue  una luz que penetró en mi alma.  Por eso al escuchar la pregunta de la señora Lilia, sentí gran alegría.

Marisol me manifestaba su cariño al platicar y al convivir cuando yo asistía a comer a casa de la señora Lilia.  Ellas habían platicado y de ellas había surgido la maravillosa idea de que la adoptara.
 
Yo tenía un año de casado y una hija recién nacida. Imaginaba que la magia de la vida, me situaba en forma acelerada  con la posibilidad de integrar una gran familia.

De inmediato platique con mi esposa, ella estudiaba en la ciudad de México, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Lo hice por teléfono y mi sensitiva esposa estuvo de acuerdo.

Después debía conversar con sus padres para poder llevar a cabo la adopción en forma legal. La tía y la abuela lo aprobaban y se manifestaban  contentas. Marisol vivía en casa de su abuela y visitaba casi todos los días a su tía.

Durante mi estancia en Coatzacoalcos llevé  a Marisol al cine y al circo acompañado de su hermanito Luis. También un día nos llevó el charrascas a un paseo en lancha, el charrascas era el lanchero con el que se realizaban los recorridos de trabajo.  En el estuario,  donde se juntan los ríos Calzadas y Coatzacoalcos, con el agua de mar que penetra cuando sube la marea; vimos un cachalote que se asomó arriba de la superficie del agua, cerca de nosotros apenas a cuatro metros de distancia.

Pasó cerca de la lancha con su enorme cabeza cuadrada, piel café rugosa y Joroba. No supe  cuanto media porque no asomó en algún momento su cuerpo completo.  Asomó primero la  enorme cabeza y paulatinamente,  conforme la empezó a sumergir, emergió su joroba y finalmente gran parte de su largo cuerpo.  Era más grande que la lancha en la paseábamos, la cual medía como 12 metros de largo.

Conviví con la familia de Marisol. También mi esposa convivió con Marisol, gracias a que hubo una huelga en la UNAM pudo ir unos días a Coatzacoalcos.

— Dice mi hermano (padre de Marisol)  que lo recibirá en su casa el próximo sábado a las seis de la tarde, para platicar sobre Marisol — me informó la señora Lilia.

El padre de Marisol vivía en Allende de Coatzacoalcos, un caserío asentado en la desembocadura del rio al mar, en la otra margen, frente a la ciudad de Coatzacoalcos. Para arribar al lugar,  se atravesaba el río en lancha.

Aquel sábado fui a ver al padre de Marisol, acompañado de Francisco, un amigo y compañero de estudios; en ese tiempo también compañero de trabajo. Descendimos de la lancha y seguimos las indicaciones que me había dado la señora Lilia para hallar  la casa del papá de Marisol.

Allende de Coatzacoalcos era un asentamiento habitacional rudimentario, con calles de arena, sin banquetas,  pocas casas separadas entre ellas por grandes espacios baldíos, sin bardas o cercas que definieran los límites de los predios.  Muchas casas era de madera con techo de palma y tres o cuatro casas de material, así les dicen cuando usan cemento al construir sus muros o  pisos.

Caminamos y encontramos con facilidad la casa del papá de Marisol.  Su casa era de material. Cuando nos paramos frente a la casa observé que salió por la parte posterior de la casa un señor como de 20 - 25 años de edad, iba sangrando de la nariz o de la boca.  Se cubría el rostro con un trapo improvisado de pañuelo, mojado con sangre. También tenía sangre en el pecho y algunas manchas en su short. No vestía camisa y estaba descalzo. Toqué a la puerta y esperé.  

—Ahorita les abro —dijo, asomando la cara por la puerta entreabierta, para cerrarla nuevamente. Dos minutos después abrió la puerta y nos invitó a pasar.

Al entrar noté de inmediato que la casa estaba desordenada, había en el piso cosas tiradas, botellas vacías de cervezas y  todo indicaba que había sucedido una pelea. El papá de Marisol tomó unos periódicos viejos que estaban en el suelo y los puso sobre un sofá para cubrir las lunares  de  sangre que tenía el asiento.

— Siéntense —dijo.

Francisco se sentó en una silla y yo me senté en un descansabrazos del sofá.

 —A ver explíqueme que es lo que quiere — me dijo, viéndome a los ojos, con actitud retadora.

— Deseo adoptar a su hija Marisol  — contesté.

—¿Y porque se le ocurrió que podía adoptarla? —me preguntó.

—Su hermana Lilia me informó que sus hijos ya no viven con usted ni con su esposa, viven en la casa de su abuelita, mamá de usted. Siento cariño por Marisol, he platicado con mucho con ella. Sé que ella también siente cariño por mi y por mi esposa. Si platica usted platica con Marisol podrá saber directamente lo que piensa y quiere. También platique con su hermana y con su mamá y ellas le darán sus puntos de vista sobre mi y sobre mi petición de adoptar a Marisol...

 —Ya sé lo que piensa Lilia y mi mamá —interrumpió.  Lo que importa es lo que pienso yo y lo que piense la mamá de Marisol. Es lo único que importa, somos los padres de Marisol  y sin nuestra aprobación no se podrá hacer nada, agregó.

— Así es — contesté.

—No sé a qué se dedica usted, no sé en donde vive, no sé si es soltero o casado, no sé si puede o no puede tener hijos propios,  no sé porque siendo tan joven quiere adoptar a Marisol, no sé nada sobre usted.  De repente usted aparece en Coatzacoalcos, porque usted no vive aquí, simplemente conoce a mi hija Marisol , se le ocurre que puede adoptarla y llevársela a otra ciudad.  

Usted ha platicado con Marisol, mi mamá y mi hermana, usted las ha conquistado. Pero ellas no tienen la experiencia y malicia que tienen las personas que viven en las grandes ciudades, ellas son inocentes como son la mayoría de los provincianos.

Yo trabajo en cargueros marítimos, barcos de carga que transportan mercancías a todas partes del mundo. Yo conozco Grecia, Italia, Panamá, Estados Unidos, Japón y otros  más.  Me he enterado de todo tipo de historias, el mundo está lleno de gente mal intencionada.

— Deseo que todo sea oficial, ante un Juez  — Por eso vine a platicar con usted para llevar a cabo un trámite  legal en donde se investiga todo y donde se le garantice que pueda estar siempre en contacto con Marisol y sepa que está bien de salud, que estudia y que se desarrolla bien culturalmente y emocionalmente.

Mi idea es que acudamos al juzgado de lo familiar y hagamos todos los trámites que exige la ley. Empezando por los consentimientos  y la intervención del Juzgado de lo Familiar y del Registro Civil. Todo lo que sea necesario para dar seguridad a Marisol y a sus padres de sangre. Iríamos al juzgado que queda en el centro de la ciudad de Coatzacoalcos, a media cuadra del jardín central.

— Okey, vamos a reunirnos los tres.  La mamá de Marisol, yo y tú; el miércoles a las diez de la mañana. Nos vemos afuera del templo, frente al jardín  y de ahí vamos al juzgado.

— De acuerdo, muchas gracias por recibirme y escucharme — respondí y me levanté del sofá y extendí mi mano para despedirme.

—Solo iremos a ver que nos dicen en el juzgado—dijo sin estrechar mi mano.

 — Muy bien, nos vemos el miércoles a las diez de la mañana  — le dije. Y salimos de su casa.

En el camino Francisco, me comentó : Cuídate, no se ve sincero el papá de Marisol.

El miércoles llegué a la cita a las 9:30 horas, vi que la puerta principal del templo  estaba abierta así que entré y  revisé dentro de la iglesia, no había nadie. La puerta lateral estaba cerrada. Impaciente caminé muchas veces de un lado a otro por la banqueta fuera de la puerta principal.

Cuando el reloj de la iglesia marcó las diez horas, me emocioné...

Como a las 10:30 una señora morena de cabello negro como de 35-40 años, me observó con cierto disimulo. Primero cruzó del jardín al templo, pero no entró a él, se siguió de largo. Al rato pasó de nuevo y cruzó la calle del templo al jardín. Se detuvo como 10 minutos y finalmente pasó un taxi que se paró sin que ella le hiciera seña alguna, lo abordó y se fue.
 
Observaba con atención a todos los que pasaban caminando:  creyentes que se persignaban,  otros que entraban al templo y ateos o católicos que no se persignaban. También veía a los que pasaban en carro.

Algunas personas me miraban con atención quizás por tanto tiempo que estuve ahí caminando nerviosamente.   Estuve ahí hasta las catorce horas. Cuatro horas, por si había tenido algún problema al cruzar el río.

Fui a casa de la señora  Lilia, le relaté lo sucedido.

— ¿Era gordita la señora que lo observaba ? — preguntó la señora Lilia.

— Pues más o menos   — contesté.  Llenita sería la palabra, pues no era redonda, parecía tener una faja para mostrar cintura y desbordaba un poco de carne arriba y abajo de la faja. Ojos grandes negros con ojeras. Cabello negro un poco rizado, bueno no era lacio.

—¡Era ella! — dijo. Era la mamá de Marisol, fue a observarlo, quería conocer como era usted.

Más noche, la abuelita de Marisol pasó a verme al trabajo y me pidió que le contara nuevamente sobre la espera de su hijo afuera del templo. Me hizo muchas preguntas sobre la señora llenita que había estado por allá viéndome.

—Es la mamá de Marisol  — confirmó.  Hablaré con ella, no se preocupe; agregó al despedirse.

Después de seis días, una noche la abuelita de Marisol me dijo en su casa: Pues creo que nunca le van a decir sí ni no. Pienso que debería llevarse a Marisol, allá en la ciudad de México no lo encontrarán jamás.

Recordé los consejos que me dio el Juez cuando fui e verlo y le platiqué mi deseo de adoptar a Marisol y lo que había sucedido aquel día fuera del templo.

No se le vaya ocurrir que Marisol puede irse con usted con un permiso verbal, ni siquiera con un papel de un acuerdo entre particulares. Debe ser una resolución judicial. No se meta en líos.

Además usted no puede adoptar a Marisol porque ella tiene 12 años y usted 23; la ley establece que la diferencia de edad debe ser al menos 16 años,  para que biológicamente usted pudiera su padre.  Lo mismo sucede con su esposa, ella tiene 19 años, es apenas 7 años mayor que Marisol, se requiere que ella sea 14 años mayor que la adoptada para que biológicamente pudiera ser su madre.  Años después modificaron las leyes y se estableció que la diferencia de edades entre adoptante y adoptado debe ser  de 17 años o más.

Usted es joven podrá tener más hijos, me dijo con una sonrisa amable.  Estrechó mi mano y me dio una palmada en el hombro, al despedirnos.

Era un hombre bueno, un buen juez.

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