BIOGRAFÍA SENTIMENTAL
Sentada en la escollera del Torreón, Laura es tres mujeres en una,
incapaces de separarse sin romper su esencia. La cadencia rítmica de las olas
livianas, seda los recuerdos ásperos. Habían sido tres hombres: del primero
germinó un nombre y un aliento; su útero esperó el primer llanto y poco
después, con esas manos pequeñas en su rostro, partió sin mirar atrás. Con él
aprendió el sabor de la derrota. Del segundo recordaba sólo el centro de su
pupila celeste, en la que no cabía ningún reflejo: aprendió lo que era el
egoísmo. Del tercero, bebió el dolor de la violencia: su corazón de vértices en
ángulo recto rasgaba las caricias de Laura sin piedad. Aprendió que no todos
son capaces de dar amor.
El océano, que nunca es el mismo, le enseña el sentido de
la impermanencia, y en su acercarse y retirarse hacia la costa con monotonía
incansable, no le permite olvidar los errores repetidos de los que aún no
aprendió nada.
Las horas de la tarde pasan irregulares sobre las rocas y
en su alma; el tiempo lento de la pena dobla la esquina y se transforma en un
instante pequeño de goce y luego otro dolor largo y después, una alegría corta.
Cuando el crepúsculo empieza a cubrirla, cae en la cuenta
de que se va a dejar, más pronto o más temprano: una línea recta marcará el
momento de su partida sin retorno.
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