TAL PARA CUAL
El teléfono sonó
impaciente. Le había contagiado mi ansiedad por ese llamado que no llegaba
desde hacía varias noches. No me decidía a contestar por temor a que no fuera
él.
Lo había prometido. Lo había jurado. Pero pasaron ocho
días y no cumplió. ¿Sabía ese hombre de la angustia en mi garganta, de los pies
hablando rencores sobre el parquet, de la tinta agonizante de mis palabras en
las ocho cartas escritas y no enviadas? Seguramente no, con su amor adulterado
de domingo.
Al quinto llamado atendí. Escuché su lengua negra de
mentiras cuando dijo lo siento nena…tuve
que viajar. Sin embargo, como prostituta en celo, compuse no sé cuántas
frases ingeniosas y desde ese momento me recibí de farsante por migajas de un
día a la semana.
Éramos tal para cual. Ilusos, creyendo que el otro iba a
alimentar como fuego una esperanza de dos que ya languidecía.
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Gracias por tu comentario. Lidia