REPOSITOR
La ausencia de Pilar, castigo torturante aunque merecido, le niega el
sueño y el hambre, pero anima su imaginación: seguirla, disculparse, rogarle,
perseguirla, acosarla, acorralarla y violentarla hasta conseguir doblegar esa
firme decisión de abandonarlo. Ella no es (ni nunca fue) mujer de dudas. Él, en
cambio, es un vacilante. Ese constante ir y venir emocional le hizo creer que
podría traicionarla rompiendo un compromiso sin papeles, pero compromiso al
fin.
Cuando aquel día ella subió al auto, dejándolo sin palabras y con las
manos vacías de dos años de compartir mates, no había lágrimas en la despechada
que se iba. Él era quien lloraba su propio terror a la soledad.
Cuando no la vio más al doblar en la esquina, recostado en la puerta,
recordó con amargura las mezquinas excusas que durante meses le había dedicado
triunfador, al volver de hoteles alojamiento.
Hoy, después de una semana, todo lo imaginado quedó sólo en eso.
Recriminándose el triste final, no pudo siquiera comer esa tarta solitaria y
seca que ella había dejado en la heladera. Todo un desperdicio, como el último
tiempo.
Aulló como simio solitario, pero sin ruido. Al fin de cuentas
concluyó, debía comportarse como cualquier ser humano: Pilar no era la única
mujer en el mundo. No lo dudó ni por un momento. Un clavo saca otro clavo.
Salió a reponer víveres para la heladera.
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Gracias por tu comentario. Lidia