TODO PASÓ COMO EL VIENTO
Está atardeciendo. Dejó flotar en el aire las palabras junto con el humo dulce del tabaco de pipa que fumaba,
primerizo. Se acurrucó sobre ese madero rústico donde los pescadores habían
disfrutado de largos silencios de espera.
Ella no contestó. Su mirada aceptó el acercamiento
de los cuerpos. Tomó la mano del joven
que ya amaba y la apoyó sobre su vientre virgen. Se besaron sin vergüenza
mientras la sinfonía de las aves del río iba apagándose. Encendidos, sus sexos
iluminaron la noche.
La sedujo la primera semana, la tuvo en la
siguiente, y la dejó sin misericordia, sin himen y repleta, un mes después.
Ella nunca volvió al muelle.
Él se convirtió, de adulto, en un
consumado fumador de pipa
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Gracias por tu comentario. Lidia