BICHO RESPIRATORIO
Les voy a contar
una historia de total desubicación para un barrio donde todos se conocen.
La semana había
pasado sin mayores altibajos. Yo, como de costumbre, paseaba por la calle
buscando una buena hembra para el fin de semana. Esos días se hacen largos en
soledad. Para todos los machos, creo yo. Las hembras son más ingeniosas para
eso.
Bueno, sigo: el
domingo me fui a pasear, “acompañado”, a Caminito. Y la verdadera revuelta fue
el lunes. Me acomodé al lado de Pepe, el verdulero. Es un buen tipo; bruto pero
bueno. En la Feria
de San Telmo tampoco es cuestión de pedir mucho cociente intelectual. Basta con
que tengan lo que los demás van a buscar y listo.
José el pescadero
estaba contándole a Mabel, la de los quesos, cómo había estado la fiesta de los
diecisiete de Silvia (la del 3° C del edificio de la esquina). En eso, cosa de
no creer, aparece la mentada, vestida de color naranja fosforescente, con un
escote que le llegaba casi hasta el cinturón. Parecía un cartel luminoso. Me acerqué
corriendo y ella me saludó con cariño, como siempre. Le quise decir que no le
convenía meterse en la feria, que subiera a la vereda, pero ella parecía tan
decidida…
Al bruto los ojos
se le saltaban de las órbitas. El muy baboso la siguió durante unos metros,
atontado. Y después, lo que me temía. Arremetió.
-¡Mamita! ¿Dónde
te tenían escondida? ¡Pedazo de hembra! No te vayás a refalar con esos tacos y
¡si te refalás que sea para este win!
Vi clarito cuando
le tocó el culo. Silvia reaccionó como un resorte.
-¡Desgraciado
hijo de puta!
La cachetada y el
grito fueron bombas a esa hora de bochinche en el barrio. Silencio sepulcral. Todos
mirábamos asombrados la escena. A Silvia le pude leer el pensamiento de tanto
que la conozco: ¡¿Cómo pudiste ser tan
estúpida de venir para la Feria
vestida así?! La vecina del 4° H del mismo edificio se acercó a Pepe, y
solidaria con la chica le pegó otra bofetada mientras le decía que era un
estúpido, que cómo no se había dado cuenta de que era la Silvia , que podía ser su
hija, y esas cosas. Así son las hembras: en dos minutos el resto se unió a la
vorágine boxística de la vieja, y Pepe, por estúpido, recibió los insultos y
golpes que se merecía. Para mí que todas las broncas que guardaban desde años contra
los maridos cayeron sobre Pepe, que seguro sentía lo mismo, porque gritaba:
-¡Basta! ¡Basta!
¿Qué lo que soy yo, un bicho respiratorio, soy?
Hasta yo, perro
pulgoso pero eso sí, culto, sé que se dice chivo expiatorio. Pobre calentón
ignorante…
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Gracias por tu comentario. Lidia