DESDE UN WINCO
Me pertenece y resistirá conmigo hasta el fin. Estuvo
desde el umbral, allí en la dulce cueva acuática: me llegaba desde el Winco que
escuchaba mi madre a la tardecita. Era un disco de vinilo de 33 Rpm con la Obertura de “El Anillo de
los Nibelungos” de Richard Wagner. Un regalo de mi padre para un cumpleaños.
Ella, embriagada por los sonidos como tragos del más refinado licor, se mecía,
y arrullaba su panza-cuna, en un éxtasis que sólo era capaz de transmitir ese
germano descomunal.
Tanto la
melodía como el arrobamiento llegaban a mí y calmaban mis ansias de salir al
mundo, mis penas por los desapacibles y cotidianos gritos externos, iba
conformando mis primeros recuerdos, y dando vida a una sensibilidad que aún hoy
me es propia e ineludible.
Escuchar música
es salvarme a mí misma; es evitar el salto al vacío, la desesperanza, el temor,
el frío, la nube negra, la locura.
Bellisima postal cargada de mucha nostalgia y emoción.
ResponderEliminarY comparto, bailamos al son de una musica celestial que no oímos pero si sentimos en nuestro ser más profundo. El problema es que hemos perdido la sensibilidad para disfrutarla. Maravilloso.
Muchas gracias Ricardo. Compartimos una de las más bellas creaciones del hombre
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