AJEDREZ
“¡Salud!… ¡Felicidad!”. Esas palabras seguían resonando en su mente desde que ese hombre, amigo de su abuelo Tomás, levantara su copa de sidra, en el momento en que ella sopló sus doce velitas.
La fiesta tan esperada se convirtió para Ángela en una nube oscura y triste.
¿Por qué estaba él ahí? No era amigo de la familia. Nunca lo había visto. El abuelito lo presentó como Satán, su rival de ajedrez. Lo odió desde que apareció, y no sabía bien si era por la corbata roja, el traje arrugado y con manchas, su peluquín mal colocado o sus uñas largas y sucias. Lo que sí sabía era que no debía estar en su fiesta.
Se acercó a él despacio, mirándolo fijamente. Tan fijamente que se asustó de sí misma. Su presentimiento le decía que ese hombre le ganaría al abuelo un juego mortal en pocos días.
Los demás reían, bailaban o comían torta sin darle importancia a lo que estaba ocurriendo.
El festejo terminó abruptamente cuando Ángela clavó el cuchillo de torta en el estómago del intruso. No iba a permitir que matara a nadie más como intuía que lo venía haciendo desde hacía mucho tiempo.
Al ver las manos ensangrentadas de su nieta, el corazón del abuelo no resistió. Había perdido la partida.
Hola, por acá pasando cuando la mudanza me deja apabullado. Por éstos lares recargo energía. Besitos!
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