TESTIGO
ENCUBIERTO
Te veo atareada, yendo y
viniendo con bolsos. Los dos peones de Mudanzas Los Amigos te siguen,
fatigados; y parecen, sumisos, obedecer tus órdenes: lo que va arriba, lo que
va en la cocina, lo que va en el lavadero, lo que va, lo que va. Claro, te
ayudás con una lista que enarbolás sentenciosa. Le dije que eso iba en la pieza de abajo, mire, ¿ve? acá lo tengo
escrito. No hay forma. ¿Qué va a haber?
Nadie te convence de otra cosa. Cuándo y quién te pudo ganar en una discusión, a vos, que fuiste criada
por las monjitas para caba de enfermería. Yo, nunca pude. Colgué los guantes al
año. Pero sabías que yo te amaba y resignabas a regañadientes tu fuerte
temperamento. Siempre pensé que me veías como el padre que no tuviste. Pero los
demás, ¡pobres!
Salís a la puerta. Los
tipos hacen gestos de fastidio mientras
aprovechan para un descanso sobre las cajas todavía sin ubicar. Yo habría hecho
lo mismo, te juro. De alguna forma te agradezco aquella absurda pelea de hace
ocho meses por el control remoto que disparó mi presión a las nubes y te
convirtió en viuda. Hoy no me veo obligado a correr con las cosas de acá para
allá.
En cierta forma te
admiro. No perdés la compostura. Lo primero que colgaste al entrar en tu nueva
casa es el óleo que pinté, con el marco dorado a la hoja. Acá, bajo un cielo
huracanado, el barco pirata se sacude indomable entre las olas de un maremoto.
El suspenso del después de esa imagen ha logrado retener cualquier mirada.
Estoy orgulloso de esa pintura de mi madurez. Acercate. Calmá un poco tu ritmo
y observá con detenimiento. Descubrime. Así.
Nunca me habías visto ¿no
es cierto? Un diminuto hombrecito en la cubierta del galeón, usando el traje
verde de Peter Pan de nuestros primeros carnavales. Resalto, casi
imperceptible, en una escena totalmente trabajada en tonos negros, grises y
blancos. Tan pequeño y tan poderoso, desde este lugar de privilegio, te veo
atareada, yendo y viniendo con bolsos.
Los dos peones te siguen.
Asombrados, ahora escuchan tus “por
favor”.
Muy buen relato. Una boba rabieta te manda al otro barrio, y te condena a ver ese después, esa vida que sigue su curso nivel pese a que él se bajó del barco. Bien utilizado el vehículo de la mudanza para subrayar ese punto y seguido. Un abrazo
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