domingo, 14 de septiembre de 2014

CAMBIO DE ADN
            Creemos que la rama masculina sembró en un principio los genes de ser muy altos y delgados, pelirrojos zanahoria, taciturnos, pálidos, inteligentes, algo lentos y pesados en el andar, encorvados, voraces en la forma de comer. La rama femenina aportó, según los más viejos, los genes de ojos grises extrañamente vivaces, la contextura fuerte, una introversión rayana en lo hosco pero disimulada bajo una seria amabilidad, desgarbados como a punto de desarmarse, la nariz aguileña, las orejas casi pegadas al cráneo y los brazos largos con los dedos rozando las rodillas.
            Una y otra línea hereditaria han traspasado siempre los mismos caracteres, sin importar las leyes genéticas acerca de cuáles son recesivos o cuáles dominantes. Todos los tenemos en mayor o menor medida, y por eso parecemos clones. Para empeorar el asunto y por esas cosas de la tradición, los hombres nos llamamos Julián y algo más: Julián Ángel, Julián Esteban como yo, Julián Ricardo, etc. Y las mujeres Juliana más otro.
Es evidente que la cosa viene de lejos, de muy lejos. Tanto que ninguno en la familia recuerda quién fue la o el primero. La verdad, no importa. Pero una cosa es absolutamente cierta: pasarán los siglos de los siglos y los extraños van a seguir burlándose de Julián Enrique, tal como, es seguro, se han burlado de nuestros primitivos parientes, de los que los siguieron y de mí. Pero él nunca pudo soportarlo. Se le nota.
            Desde tiempos de los que nadie tiene memoria, todos se rebelaron contra las leyes civiles o religiosas, según el caso, y siguieron casándose unos con otros como si constituyéramos un cerrado clan gitano. Sin embargo, contra lo esperable, no aparecieron retardos mentales, trisomías ni deformidades que nos mataran a los pocos meses de vida. Pero igual se burlan. Es que todos tenemos seis dedos en cada mano y en cada pie, y sin duda por eso nuestro apellido es Seisdedos. Sin posibilidad de error.
            Julián Enrique es el menor de todos los hijos, primos, nietos, bisnietos y tataranietos. Está casado con Juliana Ester, su prima segunda por parte de madre. Hace menos de un año, me confió que las cosas no iban bien entre ellos desde hacía meses; que sospechaba que ella no le era fiel porque la notaba más seria y fría que de costumbre, sin apetito, llorosa, que salía mucho sin decir adónde, y hacían poco el amor, por no decir nunca. Le dijo que no podía aguantar el malhumor constante por un defecto que todos los demás habíamos olvidado y él no. Hasta incluso le había mencionado la posibilidad de un divorcio, entre las pocas palabras que le dirigía: Julián Enrique no podía creer lo que estaba escuchando. Al fin, me dijo, a regañadientes consiguió llevarla al médico de la familia, Julián Jorge, que diagnosticó embarazo de dos meses. ¡Era eso, Julita…con razón! ¡En estado, las mujeres siempre cambian de ánimo! ¡No sabés lo feliz que soy!
             Ella se cuidó mucho durante los siete meses que restaron. Estaba radiante y esperanzada. Les nació una nena, Juliana Irene, con cinco dedos en cada mano y en cada pie. ¿Estás feliz ahora, Julián? No se van a burlar de tu hija. ¡Y si querés, el año que viene busco la parejita! ¡El doctor Helper es tan bueno que me va a ayudar!




1 comentario:

  1. ¡Ay que me da que no se ha producido una mutación genética por azar! Je, je, je.... Brillante final para un texto muy divertido. Un abrazo

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Gracias por tu comentario. Lidia

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“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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