NUNCA MÁS.
Ella me acarició y me hizo cosquillas y me
secó las lágrimas y me abrazó como si yo volviera de un largo viaje al
infierno. Había comprendido.
Cuando me trajeron de vuelta estaba sudoroso,
cansado, hambriento, enojado y triste. A gritos le dije lo que yo quiero: que
me lleve a pasear a la playa, los dos solos, sin correa y sin horario fijo.
Porque:
¿Cómo podía ser feliz yendo sin saber adónde,
junto con un grupo de desconocidos?
¿Cómo podía ser feliz obligatoriamente de 8 a
9 de la mañana y de 6 a 7 de la tarde?
¿Cómo podía ser feliz haciendo nada porque
sí, entre cuatro rejas verdes en la plaza?
¿Cómo podía ser feliz en el extremo de una
cadena?
Porque cuando pasó por las
casas golpeando las puertas con sus puños y nos sacó uno a uno de nuestros
hogares, sin misericordia alguna, quedamos atados, unos a otros tan cerca que
nuestros olores se mezclaban. Éramos una masa informe de colores y tamaños,
llevados a la rastra sin tregua y sin aliento. Nos dijo que nos rescataba de la
prisión, que nos conducía a la libertad, que seríamos felices. Fue todo una
gran mentira.
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Gracias por tu comentario. Lidia