ENGENDRANDO
Sedosa es decir casi nada: la palma de mi mano corre
despacio e involuntaria por esa humedad seca, casi delicada. Un visón extraño y
sin pelo en el que los dedos se deslizan enfriándose poco a poco. Con mis
cortos brazos la enrosco en mi cuerpo; sus ojos -verde atardecido- me observan
con una serenidad y fijeza inusual. No me temen. Soy un enano de circo, un
engendro de la naturaleza sin orejas ni voz del que todos se mofan. Encuentro
en ella, por primera vez, aceptación: ese empático respeto de quien, como yo,
imagino que sufre al ver la repulsión en la cara del que nos mira.
Enano y serpiente: una amistad engendrada por la
diferencia.
Publicado en el diario La Capital de Mar del Plata el domingo 4 de Agosto de 2013
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