KARNAVAL EN LÁGRIMAS
Fue en Gualeguaychú, en carnaval, en un camping atestado de gente. Era de noche y las carpas, desconocidas entre sí, mezclaban sus estacas. En una, tres adultos y dos nenes bochincheaban. Uno de ellos, Matías, disfrazado de mosquito, arremetía molesto sobre su hermano, sus papás y el abuelo. Todos se reían. Hasta que un aguijón de acero (una aguja de colchonero encontrada en un cajón de la casa) revoloteando por ahí, perforó el paquete de arroz, el de la yerba, una almohada y sin querer, claro, varios brazos. En minutos, las risas se apagaron. Miguelito, vestido de globo, lloraba mirándose la pierna con un hilo de sangre; la mamá gemía; el papá, creyendo que su pequeño mosquito humano era de la especie anofeles, trató de aplastarlo con el skate. No pudo. Desde las otras carpas llegaban gritos, chistidos, amenazas. El juego no permitía el descanso de nadie en ese camping. Pero era Carnaval y el mosquito se sentía feliz. Nunca había visto tanta sangre, y estaba fascinado. No había forma de pararlo. Con toda la energía de sus seis años se escapó de la casita verde, y picó a otros acampantes a través de las lonas.
No entendía por qué lloraban tanto. Después de todo, la mamá le había cosido el disfraz…Cuando el abuelo, con habilidad desesperada, consiguió desprender sus alas de alambre y tela medio-sombra, Matías se dio cuenta de que, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, el carnaval había llegado a su fin. Cansado, se durmió en el brazo de su papá que permanecía intacto.
Nunca va a olvidar esa noche. Nadie en la familia va a poder olvidarla.
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Gracias por tu comentario. Lidia