martes, 6 de abril de 2010

EL PECADO DE GLADYS

EL PECADO DE GLADYS


José había fallecido hacía ocho años y medio. Gladys lo amó desde que se conocieron, cuando ambos tenían diecisiete. Noviaron, se casaron, tuvieron hijos y nietos, y un día José, su querido José, se enfermó. Fue un largo y penoso proceso que Gladys acompañó con cuidado, afecto y una tristeza sorda por la separación inevitable. Al morir, Gladys se quedó sola: sus hijos y nietos vivían lejos, y ella no quería dejar el hogar. Había sido tan feliz.

Siguiendo los deseos de su marido, Gladys lo había enterrado en el cementerio y sobre la tumba, armó un jardín. Durante el primer año, iba todos los domingos a mantener las plantas,” conversar” y llorar. Como en todo duelo, poco a poco fue aceptando su muerte, trayendo a la memoria buenos momentos de la vida en común, y llorando cada vez menos. Cuando sus hijos venían a visitarla, iban con ella a poner unas flores, y después recordaban entre todos sus mejores rasgos. Gladys empezó a ir una vez por mes. Luego del tercer aniversario, sólo para el cumpleaños, el aniversario de casamiento y el día de todos los muertos. A los cuatro años renovó el alquiler de la sepultura, y empezó a ir sólo para conmemorar el día de su fallecimiento.

Mientras, la vida de Gladys seguía: había hecho nuevas amigas, concurría a un club a bailar folclore, viajaba a casa de los hijos a visitarlos y se quedaba todo el tiempo que quería, adelgazó y ahorró algún dinero de la pensión y de su propia jubilación. Un día se fue de viaje a Europa con dos amigas y paseó durante 4 meses. Cuando regresó pensó en el jardín del cementerio y en cuánto hacía que no iba a cuidarlo. Con seguridad las plantas habrían muerto. Tomó nota mental de todo lo que había hecho últimamente y se dio cuenta de que hacía dos años que no iba. Sólo un día después tomó el colectivo cargada de flores y plantines.

Cuando volvió, fue directo a la casa de una amiga. Blanca abrió la puerta y la vio pálida. —“Hola, Gladys, ¡qué alegría que viniste! Pero, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?” —Gladys la miró y le respondió: “Vengo con José”.

En una bolsa de arpillera traía los huesos que el domingo anterior habían sacado de la fosa al vencer el segundo plazo de renovación.

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