jueves, 7 de mayo de 2015

ATRAPADO - Cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ATRAPADO
La ola chocó contra la pared. La pucha que esa fue grande, musitó sin despertarse del todo. Siguió inmóvil. Hasta que un ruido descomunal cercenó la historia que soñaba.
Entreabrió los ojos. Vio, en forma borrosa, la pared derruida y aunque estaba a cuatro metros de su cama, la distancia no evitó la salpicadura. Incrédulo, se secó la cara. El mar, agitado y sombrío, aparecía perturbadoramente cerca. Se acordó de que el coche había quedado estacionado en la calle. Autómata, tanteó en el cajón de la mesita de luz buscando las llaves. Trató de encender el velador y nada. Mientras se ponía los lentes para ver, tiritó. Al frío se le sumó el espanto: el boquete que la ola acababa de hacer era del tamaño de una puerta ventana doble y el viento del océano entraba rugiendo sin compasión. Se puso de pie y con cuidado dio ocho pasos. Intentó asomarse y mirar hacia abajo. Otra ola furiosa lo hizo caer.
Este no va a ser un buen día, resopló.
El reloj marcaba las tres. Ya despierto, buscó el celular para pedir ayuda. No lo encontró. Otra vez en la cama deseó: ¡Ojalá sea una pesadilla! Pero las sábanas mojadas le confirmaron que no lo era. Volvió a incorporarse. Las chinelas flotaban: no le servían. Después de chapotear hasta el placard consiguió un buzo y unos pantalones gruesos de gimnasia. Intrigado se asomó al living. El balcón había desaparecido y el agua inundaba el parquet; la mesa ratona, bote a la deriva, surcaba la sala. Trató de abrir la puerta de entrada. Imposible.
Recordó un documental de Discovery. Los surfistas pasaban años esperando ‘La Gran Ola’, esa forma gigantesca que representaría el mayor riesgo y pericia  dándole sentido a sus vidas. Aquí estaba y se repetía una y otra vez. Pero él no hacía surfing y además nunca había aprendido a nadar.
Lamentó no haber escuchado a su padre cuando a los doce años le aconsejaba que tomara clases en el club del barrio. Demasiado tarde para arrepentimientos. El agua le llegaba a las rodillas. Tomó conciencia de que era tarde para todo: no podría terminar la tesis,  no podría pedirle a Silvia que se casaran, no podría ganarle la partida de ajedrez al australiano, no podría usar más el coche, ni siquiera tomar el desayuno y leer el diario de la mañana. Tiró las llaves.
Siempre había considerado que era un tipo resuelto y optimista frente a los obstáculos. Pero la puta ola lo dominó. Se encontraba en una trampa: ¡Morir ahogado debe ser horrible!

Cobarde para enfrentar lo que ocurría, se metió nuevamente en la cama y rezó un Padrenuestro. 

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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