sábado, 20 de enero de 2018

AQUÍ Y AHORA

Mi vida había sido una penosa sucesión de frustraciones, orfandad,  pruebas  fallidas, interminables duelos y dolores físicos torturantes, que de tan conocidos se habían convertido en  mis dulces y leales compañeros.
El último año, al regresar de un retiro monacal voluntario en el que medí el completo vacío de mi existencia, creyendo -ilusa- que no habría nada peor, encontré mi casa ardiendo y conocí algo más cruel: la indigencia.  Vagaba por las calles con lo puesto y descubrí que aún se podía caer más bajo. Comía si daba a otros unos minutos de mi cuerpo, ausente de emociones. Sola, sin siquiera un perro que me ladrara, añoré amistades engañosas de la adolescencia, hombres abusadores de la juventud e internaciones en los que para mí eran nidos de cemento y cristal. En ese entonces todavía tenía un nombre propio que ya estoy olvidando y sentimientos que se van adormeciendo poco a poco.
El mes pasado encontré una paloma herida en la plaza; la curé con mis manos calentadas a soplo, y recibí de ella una fidelidad simple, sin palabras ni exigencias.
Ayer comprendí que al hacerme cargo de ese pequeño plumaje, había entrado por primera vez en un aquí y ahora perfecto y siempre diferente: incapaz de traicionar porque es presente absoluto.
Cuando la paloma voló, como volaría un hijo, al fin conocí la riqueza del instante fugitivo.

martes, 9 de enero de 2018

INTERCAMBIO

            Con dificultad introduje la llave: era la correcta.  Abrí la puerta y tanteé la pared, buscando el contacto de la luz, que no pude encontrar. Todo giraba. Volví a cerrar la puerta y di unos cuantos pasos, inseguro. Había una mesa y una lámpara. Siguiendo el cable llegué a la perilla. Una luz azulada iluminó el rincón. Sentía vértigo y ganas de vomitar. Abrí la primera puerta a la izquierda. El baño. Largué una mezcla repugnante de vodka, naranja, menta y gin. Borrosa, vi una cara con barba crecida en el espejo. Era yo. Me arrastré por la sala buscando la puerta del dormitorio. Lo único que quería era acostarme. En penumbras arrojé los zapatos y casi sin equilibrio ni pantalones, aparté las sábanas y caí sobre el colchón. Un brazo enlazó mi cuerpo. Al rato, caricias desconocidas se adueñaron de mis deseos.

              Todo resultó extraño y seductor. Pero no  tenía interés en conocer la cara de ese hombre que dormía a mi lado.              ¿Qué estará sintiendo mi mujer, en nuestra cama, en nuestro departamento, recorrida por manos femeninas, las mismas con las que en la barra de aquel bar de mala muerte los cuatro intercambiamos llaves y direcciones? 

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos