jueves, 5 de octubre de 2017

UN MISMO FAROL, UN MISMO LLANTO

            La noche la sorprende bajo la penumbra del mismo farol, ese donde él le estampó el primer y último beso francés. Entonces se sienta contra la columna de hierro, con los brazos enlazados a sus rodillas y se le vienen miles de imágenes: el jean deshilachado, la remera de los Ratones y esos ojos…esos ojos húmedos en los que veía, embobada, su propio rostro. Y no puede evitar derramar unas lágrimas a modo de veintiuna salvas de cañón por ese amor de alto voltaje, que ahora sólo humeaba agonizante.
            ¡Qué tiene que aprender? Quién sabe… a veces no se aprende nada; y también está bien.
            Por eso se consuela con un cabsha y se tira en el sofá junto a su persa dispuesta a mirar una vieja película. Se pregunta: ¿cómo puede ser que la primera imagen sea la de una chica sentada contra una columna de hierro, la de un farol, con los brazos enlazados a sus rodillas, llorando?
            La realidad imita a la ficción.



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“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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