viernes, 15 de enero de 2016

MANO DE OBRA DESOCUPADA de mi libro Esa Obstinada Costumbre de Morir

MANO DE OBRA DESOCUPADA
            El vidrio amarillo lechoso con detalles de burbujas lo asoma a un mundo extraño que no puede discernir. Bultos móviles, luces pasajeras, colores bizarros de objetos irreconocibles llegan a sus ojos irritados por el desamparo. Hace muchos días que lo mantienen en ese sótano, ignorante del porqué o el para qué. Este sucucho es un depósito; por el olor,  seguro guardaban gomas de autos. Ni una lamparita, ni un mueble, ni una canilla; sólo un vaso de lata. El piso de baldosas, está lejos de ser el colchón apacible y acogedor de su cama, ese que nunca valoró como hoy.
            Al principio creyó, ingenuo, en una confusión de víctimas, por eso no se preocupó de contar o marcar en la pared la oscuridad cíclica. Pronto lo liberarían. No sabe si ha pasado una semana o más. ¿Me estarán buscando? ¿Habrán puesto mi foto en los diarios? ¿Cuánto ofrecerán por información sobre mí? ¿ qué pedirán éstos?
Las primeras jornadas se desgañitó y pateó con fuerza la puerta hasta herirse los pies; la sangre que brotó de los dedos y los tobillos lastimados se coaguló y, adorno espeluznante, quedó sobre los moretones. De a poco la desesperanza le fue ganando; se dio cuenta de que no escuchaba ni ruido ni voces, salvo el deslizamiento por debajo de la puerta de una ración de polenta insulsa, arroz blanco y un pan sobre un cartón oscuro y repetido; con un plato de latón lleno de agua durante las horas de esa luz mortecina, se completaba todo su alimento.
Comienza a sentir el deterioro. Quiere cantar sus canciones preferidas, Tears in heaven de Clapton y Me gusta todo de ti de Serrat, pero le cuesta  recordar las letras; con el tiempo, hasta las melodías se le van entremezclando. Constipado por naturaleza, la dieta que le impone el secuestrador no ayuda. Su vientre tiene el peso de una bolsa de papas. El agua que tomó desesperado el primer y segundo día, se convierte en sorbos que aprende a administrar como náufrago. Duerme enroscado cuando no hay luz. Y a veces, mientras está comiendo, pierde la conciencia, la boca llena de arroz.
            Después de contar cientos de veces hasta mil, recordar el nombre de cuanta persona ha conocido en su vida, jugar decenas de enredadas partidas imaginarias de ajedrez, decide que hoy es su cumpleaños. Para cuando lo metieron en el coche con la venda en los ojos, sabía que sólo faltaban quince días para sus treinta. Tiene la barba y el pelo enmarañados de mugre. La familia y los amigos tenían pensado darle una sorpresa de la que por supuesto ya estaba enterado. ¿Estaba enterado? Le parece que no. No puede afirmar nada con certeza. Entonces resuelve que hoy es una fecha buena como cualquiera. Con la polenta de ayer, que no comió, hace bolitas y las pasa por el arroz como confites vegetarianos. Lanza una muda carcajada: a mi no me vengan con eso, se acuerda, nunca voy a pasar un día sin comer carne. Ironías de la vida que no permite cumplir los juramentos. No es mucho para pasar la década pero… con un vaso de agua hará el festejo antes de la oscuridad total. Es triste una fiesta en soledad rodeado de orina, pero ¡qué tanto… es mía! Todavía tiene algo suyo, además de la inmundicia y la ausencia de fe.
            En la habitación contigua alguien  está cantando el Feliz Cumpleaños. ¡Qué ironía!
No puede soportarlo. Su mente es humo blanco. Una imagen se le aparece con cierta nitidez: él metiendo una media en su boca y tragándola de a poco hasta que se le queda atorada y ya no puede respirar. Podría resultar.
¿Cómo puedo acabar con mi vida si no me dejaron ni el cinturón ni las medias? Además ¿qué podría hacer con eso? Mira su  miserable plato de festejo y llora. Por primera vez. Siente que está por claudicar. Se acuerda de que en un documental de Discovery ¿o era Natgeo? contaron cómo algunas personas se suicidan mordiéndose la lengua hasta desangrarse. Por ahí mañana. Sin embargo se requiere fuerza y coraje para hacerlo. Ahora sabe lo que es la desesperación del que no encuentra salida.
            Rodolfo, mi amigo… ¿o es mi primo? pensará que me tomé el avión con el que tanto bromeaba, y que ahora estoy en las playas de México, ¿o era Bermudas? Una playa era. La madre conoce sus ataques de rebeldía, no le extrañará que haya desaparecido para el cumpleaños. Nunca se olvida de aquellas ratas al colegio o de sus arranques de disconformidad con los jefes: ni siquiera se sentía obligado a renunciar, simplemente desaparecía de los empleos. Con Silvina se habían enojado el día anterior a que se lo llevaran. No, me parece que era Romina… bueno, cualquiera; como son las mujeres, ya estará apretando con otro. Se acuerda de sus sobrinos. Un nudo de angustia en el medio del pecho y un rayo de esperanza: saben que no me hubiese ido sin avisarles; deben haber preguntado. ¡Sáquenme de acá! ¡Por favor, chicos!
            Oye un aleteo de pájaros y el rechinar de sus propios dientes. Al fin algo que no es su pensamiento. Toca la pared y el moho, resbaladizo y frío, se le pega en las yemas de los dedos. Los pájaros intentan entrar por la única ventana de este sótano en el que lo encerraron. A trasluz, los ve grandes y oscuros, enloquecidos y desesperados como él. Estoy delirando, sí, es eso. Pero esto no lo tranquiliza. Por el contrario, lo sobrecoge un miedo cepo y se sofoca.
            Del otro lado se escucha Tears in Heaven; Clapton lo aterroriza.
            Los buitres consiguen romper el vidrio, le sube el espanto amargo y espeso hasta la garganta. ¡Son de verdad, son reales! Sabe que tiene los minutos contados. Nadie va a pagar rescate por un muerto.
            Detrás de la puerta hay un hombre, atento a cada ruido y movimiento proveniente del sótano cerrado. Expectante y gozoso. Sentado en un cómodo sillón, escucha ahora a Hugo del Carril, mientras se dice: Seguro pensaba que iba a pedir rescate. ¡Pobre iluso! Muerte a picotazos: otra nueva forma de matar que inventé..
Es todo su pasatiempo. No sabe hacer otra cosa desde los 70’.






















Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos