miércoles, 13 de mayo de 2015

SICARIOS del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ASESINOS AD HONOREM
Sólo dos personas estaban  serias y calladas en la tribuna. Sabían que el verdadero espectáculo no iba a ser, como decía el cartel, la presentación de una plataforma política conservadora más. Mientras los demás entonaban pulidos e inofensivos cánticos partidarios, el menor masticaba un chicle ansioso y ya viejo, manteniendo la mirada fija en la entrada al pequeño estadio. El otro, algunos años mayor y con experiencia en estas misiones, sostenía con su mano derecha, ya preparada, el arma con la que iba a asesinar al candidato.
El tiempo se alargaba para ellos mientras los gritos y cornetas pretendían convertir el asunto en una fiesta. Vestidos con elegante sencillez de marca para no llamar la atención, de vez en cuando lanzaban un grito mentiroso que los escondía un poco más.
El candidato entró rodeado de sus guardaespaldas saludando con los brazos en alto. Subió a la tribuna a pocos metros de ellos, y mientras recibía un ramo de flores de las Damas de Beneficencia, quedó sin protección por un momento. Era la ocasión. Mientras el más joven se ponía adelante para disimular y cubrir, el otro extrajo la pistola y apuntando con pericia, disparó un solo tiro que dio en la zona del corazón. Ya estaba hecho. No importaba nada más. Habían cumplido el contrato. Ahora, sólo restaba aprovechar el revuelo, esconderse entre la gente, escapar y recoger el dinero.
El ardor vengativo de la multitud no se los permitió: habían matado al futuro salvador de la patria; como animales feroces se lanzaron sobre el dúo pagado nadie sabía por quién. No interesaba. En apenas diez minutos cientos de personas acaudaladas, sobrias y cultas, destrozaron con salvajismo y a puntapiés, golpes de puño y navajazos suizos, a los dos delincuentes.
Incomprensiblemente, no solicitaron pago alguno por lo hecho.



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“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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