jueves, 16 de abril de 2015

LLANTO Y AGRADECIMIENTO PARA UN GRANDE

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OTRO CUENTO DEL LIBRO "ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR"

DREADWOOD
Esto se está poniendo feo.  Ray, el líder del grupo de trekking decidió a último momento cambiar el trayecto. El plan había sido escalar la colina de Cresthill para regresar al atardecer. Sin embargo, apoya el mapa sobre el capó del Land Rover y anuncia que, ya que hace mucho calor para trepar, atravesaremos el bosque Dreadwood, un lugar poco transitado y bastante virgen. A todos les parece buena idea. A mí no.
—Marcia, no vayamos; este bosque tiene mala fama.
—¡Dejate de tonterías, son  leyendas!
—¿No te acordás de los que desaparecieron?
—No me hagás reír. No va a pasar nada. Mantengámonos juntos.
—¿Y los que regresaron con alucinaciones?
—Bueno. Si tenés tanto miedo no deberías haber venido. Quedate a mi lado y listo.
Somos veinte. Partimos a las 9 de la mañana. Como de costumbre y por cábala, nosotros caminamos atrás del resto. Al principio vamos por un sendero suave y dibujado por el tránsito de ciervos, linces y algún que otro oso pardo. Pero muy pronto se convierte en un bosque alto hasta donde se pierde la vista. Distingo tsugas, abetos, pinos, cedros, secoyas gigantes, infinitas lianas y tierra cubierta de humus. Imponente. Pero eso no me tranquiliza, al contrario. La luz del sol entra pidiendo permiso: la trama verde y marrón se le opone con tenacidad. Es un bosque sombrío e impenetrable.
Ya son las 12 y el día semeja un anochecer. Marcia camina decidida. Me doy cuenta de que, de a poco, quedo rezagado, demasiado jadeante para tres horas de caminata y esto no es normal. Desprendo la mochila y me apoyo contra un árbol deslizándome hasta quedar sentado en la tierra húmeda. Parece que mis piernas estuvieran atravesadas por alfileres. Está plagado de ortigas. Será mejor que las evite.
Mi abuelo materno era guardabosques en Dreadwood. No sé nada más. Todo es un espacio en blanco, un vacío de conjeturas y ciegas suposiciones sobre mi familia de origen. El porqué me habrá quedado grabado eso, lo del abuelo, no sé, pero ahora lo recuerdo.
¡Maldición! Me quedé dormido. ¿Cómo puede ser que Marcia no haya venido a buscarme? Me atrapó la oscuridad y olvidé la linterna. Error fatal para un senderista. Senderista imbécil.
Tanteo y percibo rugosidades, plantas, cuerdas colgantes; una bruma espesa moja mi cara; bajo mis piernas, hojas secas, quebradizas; oigo gritos agudos y lejanos, allá arriba, en la copa de los árboles. Monos. Alguien acecha. ¿Será mi imaginación? Tiemblo; quizás tengo fiebre. Recuerdo otra cosa de mi abuelo: murió en el bosque por un escopetazo. ¿De un cazador furtivo?
Por fin oigo la voz de Marcia. Me llama. ¡Pero se distancia en lugar de acercarse! No. En la negrura toma mi mano y me siento a salvo. Y muy estúpido por tener estas ideas locas. Soy un débil. Ella es mucho más fuerte que yo, siempre.
—Gracias, mi amor. Ahora estoy bien.
—La niebla lo cubrió todo. No es usual pero pasa. Sé por dónde voy.
Como a un ciego dócil, me dejo llevar. Parece que olvidó su linterna. Y bueno, también tiene fallas. Pero confío en ella. Sugiere que descansemos un momento y, como un niño, me quedo dormido entre sus brazos.
Cuando despierto la nube desapareció totalmente. Y Marcia.
      
Hace mucho, mucho que estoy en Dreadwood: busco senderos, marcas, señales. Nada. Siempre perdido, siempre esperando. Camino todo el día, me alimento de insectos y setas, chupo la humedad de los troncos, mi ropa está rasgada y soy un saco de huesos. No saldré más de acá, estoy seguro. El bosque es voraz, abuelo.
He muerto para el mundo, aunque no de un escopetazo.



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“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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