sábado, 15 de agosto de 2015

UNA SIMPLE ESPINA del libro Esa obstinada Costumbre de Morir

UNA SIMPLE ESPINA
            Hacía una semana que no lo veía. La separación había sido terrible, como suelen ser todas, pensaba: recriminaciones, insultos, amenazas y pase de factura por años de mala convivencia. Recapacitó que no tenía sentido tener miedo, que era un hombre como cualquiera, herido en su machismo. Estaba segura de no querer continuar con esa vida. Ya no más, se repetía. Contaba con el apoyo de Fabián pero a la vez, muy adentro, su corazón le susurraba que aún sentía algo por Darío. Al fin de cuentas, era el padre de sus hijas.
            Cuando la llamó para tomar un café, trató por todos los medios de negarse. “No quiero verte mássólo en el juzgado”, aclaró. Pero siempre había sido un seductor, un manipulador; implorando, le dijo que necesitaban terminar bien, por las chicas.
            Lo esperó en una confitería del centro. Darío apareció quince minutos tarde con una sonrisa impostada y una rosa. Se la ofreció sin sentarse. Ella mostró resistencia: no quería regalos ni promesas. “Lo último, para que no me olvides”,  dijo él. La recibió sin ganas, quitándole importancia; descuidada se pinchó con una espina húmeda, sangró y se llevó el dedo a la boca.

            En diez minutos el cianuro hizo su trabajo. “No vas a ser de otro, nunca”, había gritado cuando ella decidió por fin salir de la casa. Tuvo razón.



2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. ¡Caray, ya te he pillado miedo! Gracias por la historia.

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Gracias por tu comentario. Lidia

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