lunes, 27 de julio de 2015

TÁNATOS Y EROS

TÁNATOS Y EROS
El Hospital Interzonal se había convertido, en sólo dos horas, en un verdadero pandemónium. Los heridos llegaban casi arrastrándose o acompañados de amigos y familiares; enseguida, fue claro que las camillas y los insumos  iban a ser insuficientes.
La bomba estalló en el corazón de un concurrido shopping el sábado a las seis de la tarde. La Dirección del Hospital convocó al personal médico, de apoyo logístico, instrumentistas, sin olvidar al equipo de la morgue. Todo aquel que no estuviera de guardia debía presentarse.
Las sirenas no cesaban de sonar, los televisores de las salas de espera transmitían minuto a minuto, vívidamente, lo que aún estaba sucediendo.
Cientos de personas sufrieron el ataque terrorista. Algunas fueron llevadas a clínicas particulares; las que estaban inconscientes o no tenían cobertura, eran transferidas de inmediato al Interzonal.
Facundo y Soledad cumplían guardia de cirugía esa tarde. Pero no se enteraron sino hasta media hora después de que comenzaran a llegar los heridos. Encerrados en el cuarto de descanso, los jadeos silenciaban los gritos.
Muerte y vida se conjugaban en el enorme edificio.
Una vez vestidos, dejaron la habitación y se entregaron al fárrago de llanto y sangre. Dos días y sus noches tardó en aplacarse la crisis.

Al tercer día, más o menos a las seis de la tarde, ojerosos y agotados, volvieron a encerrarse en el cuarto de descanso.

ANIVERSARIOS

En el aniversario del nacimiento de ROBERTO ARLT y ALDOUS HUXLEY

jueves, 23 de julio de 2015

Nostalgia

Nostalgia
© David Gómez Salas, el Jaguar.

Por temor a no poder
evitar que la olas mueran
las dejé de ver.

Pero las olas solo se acuestan
y se vuelven a levantar.
Nunca mueren, siempre están.

Tu recuerdo nunca se fue
sigo pensando en el mar,
No te dejé de ver.

Aún sin volver al mar,
me fue imposible olvidar lo amado.
Ausencia de ausencia, fue.

miércoles, 22 de julio de 2015

Tormenta

Tormenta © David Gómez Salas

El viento dobló los pinos,
y sacudió los pirules con violencia.
Los frutales se veían indefensos
al inicio de la tormenta.

Después llegaron los
relámpagos
con desfasados truenos.

Inició la tormenta
con toda furia del cielo,
cayeron ríos de agua,
se inundó el suelo.

Crujieron los árboles
al desgarrarse sus ramas y troncos
Las corrientes arrastraron piedras y lodo,
se llevó la tierra vegetal
y asomó el tepetate duro y bronco.

Terminó la tormenta pronto,
En el semidesierto, así es el destino,
la naturaleza edifica lentamente
y le da un final repentino.

Al terminar la tormenta
suspiré y mire al cielo.
Un cielo ofensivamente
limpio...

viernes, 10 de julio de 2015

EL GUARDIÁN

Y sigo regalándoles mis cuentos: Del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

EL GUARDIÁN
            La veo entrar, cansada, después del trabajo en su bufete de abogada de la 5º Avenida. Aunque estoy acurrucado bajo el sillón del hall, veo que su maquillaje ya no puede ocultar las ojeras de un día complejo. Mariana va a la cocina, se sirve un jugo y galletitas y luego prepara su acostumbrado café negro. Lynn suele venir minutos más tarde: el tiempo suficiente para que ella descongele alguna comida al terminarlo. Abre la botella de Chablis y la lleva al living: pone música.
            Apaga el celular y lo abandona sobre el audio; se queda mirando por el ventanal el puente de Brooklyn que, separándola de Manhattan, le asegura una horas de descanso y tranquilidad.
            Mira el reloj y pone sin apuro la mesa para dos. Me llama. No me muevo. Tengo miedo. Empieza a buscarme, extrañada. Se encoge de hombros. Sabe que nunca me escapo.
            Vuelve a la cocina y yo me escondo más, estrechándome todo lo que puedo, que no es mucho. Sigue llamándome. Mudo.
             Mira sorprendida el saco de Lynn, colgado en el perchero de la entrada. Es curiosa. Revisa los bolsillos y descubre el celular. No puede evitarlo. Recorre los últimos mensajes de voz y escucha: “Susan… sí, hoy se lo digo… se terminó, ¡te lo juro! Tranquila, tengo los pasajes… ¡Te amo!”
            Mariana tira el celular y sube las escaleras. Supone que él  estará recogiendo sus cosas. En el rellano patea un bolso.
            Salgo de mi escondite. La sigo. Él yace destrozado sobre la cama.
            Soy un rottweiler. No permito que a mi dueña la abandonen.





             

viernes, 3 de julio de 2015

FUERA DE PROGRAMA

Para todos un cuento más de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR. Gracias por leerlo.

FUERA DE PROGRAMA
            Era sin duda una pianista magistral. Sus pequeños dedos se posaron en el instrumento por primera vez a los cuatro años y ya nunca se separaron. Los mejores profesores de su Irlanda natal protagonizaban contiendas para ser elegidos como tutores. Era tal su prestigio que pagaban para enseñarle; mejor dicho, perfeccionarla.
            Los padres de Molly eran gente sencilla que no entendía nada de música y que, por esas cosas de la vida, habían guardado como una reliquia el piano de la abuela. Estaba ubicado en la estancia principal de la modesta casa: casi en la penumbra, bajo una luz indecisa que penetraba por la ventana a través de un cortinado de voile.
            La oscuridad era su aliada porque Molly sufría de progeria, envejecimiento prematuro, y contra todo pronóstico, había sobrepasado los treinta años: tenía rostro arrugado, el mentón retraído, los ojos saltones y la nariz en forma de pico, había comenzado a caérsele el cabello y estaba perdiendo las pestañas y las cejas;  de baja estatura, tenía una cabeza grande para el tamaño del cuerpo, el torso estrecho, el abdomen un poco abultado, la piel seca y delgada. Sufría de artritis pero sus manos, su tesoro y el tesoro de todos los que la escuchaban, eran largas, estilizadas y hermosas. Distaba mucho de ser agradable. Sin embargo, escucharla era entrar en un éxtasis de sonidos.
            En medio del derrumbamiento físico generalizado en que se resumía la vejez, su virtuosismo era testimonio dolorosamente irrecusable de la persistencia del carácter y de la voluntad. Permanecía aislada, preservándose de las críticas o cuchicheos. Incluso las salas de concierto donde ejecutaba, se mantenían en sombras. Sólo un foco cenital alumbraba el teclado y sus manos. La orquesta debía acostumbrarse a acompañar como si fuera un conjunto de ciegos.

            Carnegie Hall, 23 de Diciembre de 2010. El programa anuncia las tres obras consideradas particularmente más difíciles: Los trece Poemas sinfónicos de Liszt,  el Concierto para piano y orquesta Nº 2 de Prokofiev, para finalizar con Gaspar de la Nuit de Ravel.
            Sala llena, gente parada en Paraíso. Apabullados y en arrobamiento más de quinientas personas siguen las manos de Molly sintiendo que se encuentran en una especie de Edén. Todos saben, pero nadie comenta. Los aplausos se mantienen durante más de media hora al finalizar las obras de Liszt. Molly sale y se cambia el vestido mojado por la transpiración. Prokofiev le otorga casi cuarenta y cinco minutos de ovación. Ataca  "Ondine" y "Le Gibet" de Ravel, con energía y dulzura y, antes de comenzar "Scarbo", se escuchan repentinos silencios como espacios huecos. La partitura se deshace como un collar de perlas roto.
            Todo el mundo, intolerante, comienza a murmurar. La música es reemplazada por el ruido de voces, algunos zapateos impacientes, el sonido extraño de las ropas al rozarse, las palmas de fastidio.
            Nadie percibió en la oscuridad las lágrimas que brotaron de los ojos de Molly, la grande. Nadie pudo escuchar la queja suave que partió de su corazón, mientras iba desplomándose sobre su único amigo, el piano.




Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos