DOS LOCOS LINDOS
Mi tío Julio era “un
loco lindo”, ¿vio? Yo quería parecerme a él cuando fuera grande. Mire la foto
que nos sacaron una vez a los dos, él con 40, yo de 15… ¿No parecemos hermanos?
Resulta que la familia conocía cosas de las que no se hablaba, y estaban de
acuerdo en que loco era, pero no lindo, más bien peligroso. Para mí fue una
especie de justiciero. Decían que había estado en un loquero por un tiempo para
evitar la cárcel. Por cuestiones de burros. Quisieron matarlo y él se defendió clavándole,
a un flaco, un puñal en el hígado. Sentenciaron: locura, y así zafó ¿vio? Para
mí era un tipazo; vagabundo, sin ataduras, de buen humor; ¡déle plata y regalos
para los chicos de la familia! ¡Nunca lo vi encerrado! Un día fuimos a visitarlo a su casa; tenía una pared llena de armas de
todo tipo: escopetas, revólveres, arcos y flechas, jabalinas, rifles, dagas,
cerbatanas. Lo que se le ocurra. Todo traído de sus viajes como explorador y
buscador de oro ¿vio? Y nos contaba historias en las que él salía bien parado y
los demás, muertos. Otras historias, si las había, se las guardaba bien
guardadas.
Yo también me
llamo Julio. (Y ya que me preguntó, estoy en el Borda por equivocación). La
familia dice que soy lindo como él, por eso antes de que me metieran acá, hace
dos años, me gastaban: ¡Andá… loco lindo! A mí no me hace ni fu ni fa, ¿vio? Al
contrario.
Las cosas de que
se acuerda uno, ¿no? Cuando el tío murió, ¿sabe que lo mató un colectivo que
cruzó en rojo?… ¡qué absurdo! en el diario salió que el explorador de la selva
había caído en una esquina del Bajo Flores. ¡Una cargada! Como le decía, cuando
el tío murió, yo me encargué de las armas. Deshacete de todo, dijo mi vieja.
Pero yo me acordaba de cada aventura y se me estrujaba el corazón, ¿vio?
Todos los que él
había mandado al otro mundo: los indios del Amazonas, los watusi del África,
los jíbaros del Ecuador, el pirata de las Antillas, los dos bandoleros de
Turquía, el mafioso siciliano, todos, aparecieron en mi casa a reclamar. Y yo
no tuve más remedio que devolverlos uno a uno, matándolos otra vez… ¿Cómo se
les ocurría? Mi tío era hombre de una sola palabra, un solo tiro, un solo
navajazo ¿vio? ¡Qué ídolo!
Cuando él vuelva,
porque yo sé que va a volver, me va a sacar de acá. Anduve matando colectiveros,
sí. Y al que lo arrolló, también. Tenía que hacer justicia. Por eso me dicen El
Zorro. Escúcheme bien. Estoy en el Borda por equivocación. Para mí, yo tendría
que estar en la cárcel, ¿no le parece, don Robin Hood?
del libro: ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR
Lindo y justiciero
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