miércoles, 27 de mayo de 2015

PABELLÓN DE LA MUERTE: un nuevo cuento de Esa Obstinada costumbre de morir

PABELLÓN DE LA MUERTE
6 de Agosto de 1890. Prisión de Auburn, New York, Estados Unidos.
Acaba de terminar su comida, la última. Pidió costillas de cordero con puré de batatas. Dos botellas de cerveza y un puro. No hubo problemas: todo exquisito. El cura parecía muy ansioso de conversar. No obstante, lo dejó con las ganas; no tiene nada que ver con él y sus creencias.
Son las ocho de la noche y le parece que una siesta de una hora le hará bien.
Más tarde, cree que es tiempo de pensar en todo lo que no hizo durante siete años en prisión. Quizás le encuentre sentido a su vida, ese sentido que nunca se le manifestó.
Imagina qué  habría hecho de no haber matado al hombre. Tal vez conocer una mujer y tener algún hijo, terminar sus estudios, comprar una casa con jardín, tener perros, viajar a Louisiana y conocer el lugar donde nacieron sus padres. ¡Tantas cosas podría haber logrado en esos siete años! reflexiona.
Él no había querido asesinar a ese viejo. Había entrado en la vivienda a robar, nada más. Pero su víctima, ex policía,  sacó un arma y él no tuvo más remedio que usar la suya. Nunca había disparado. No había tenido necesidad. Pero la falta de trabajo y el hambre, lo llevaron de las aulas a la calle y ya estaba cansado de mendigar. Se asustó. Sabía que iría a la cárcel si lo descubrían y en la oscuridad bajó al sótano y encontró un hacha. Desesperado, descuartizó al muerto y lo metió en bolsas de residuos. Con su ropa ensangrentada,  cargó los sacos en el coche del viejo y lo empujó al río Mohawk hasta que desapareció bajo el agua. No imaginó que la suave corriente lo arrastraría a la costa dos días después. Tampoco, que había un testigo: una viejita de anteojos que observaba tras las cortinas desde la casa de enfrente. Él no la había visto. De otra manera también hubiese tenido que matarla.
El gran evento tendrá lugar a las cero horas un minuto, ni un segundo antes, ni un segundo después.
Cintas oscuras como retazos de mortaja negra lo van rodeando. Sabe que las recorren finos hilos metálicos. El sillón de madera es grande, más parecido a un  regio trono que a un asiento mortal.
Rodeado de cinco personas se siente atendido como si fuera un niño pequeño. ¿Cuándo lo habían tocado con tanta dedicación? Ni siquiera al recibir el puntazo en el patio de la prisión por resistirse a formar parte de una de las camarillas. La verdad es que no comprende por qué son tan delicados para amarrarlo con esas tiras. Que no deseen lastimarlo antes de que la corriente eléctrica circule a través de su cuerpo es irónico. A final, el cuidado que jamás le habían dado sus padres ni tampoco los adoptivos, lo recibe de sus verdugos.
Diecisiete pasos desde la celda por el camino final, sus muñecas y sus tobillos encadenados. Muy a su pesar, el cura fue leyéndole los Salmos. Caminaba sereno. Sabía que era culpable. No obstante ahora, sentado en la silla, una débil esperanza lo mantiene atento al aviso de indulto que puede salvarlo.


El mensaje no llegó. Al minuto después de la medianoche, el verdugo bajó la palanca y la silla eléctrica funcionó por primera vez en la historia. Su nombre pasaría a la posteridad: William Kemmler, un blanco. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

El ser humano y el gobierno

EL SER HUMANO Y EL GOBIERNO Por: David Gómez Salas

Originalmente el ser humano se organizó en grupos, integrando tribus, para defenderse de los peligros que representaban los animales salvajes, y para protegerse y auxiliarse ante fenómenos naturales como tormentas, inundaciones, terremotos y periodos de sequías. Para evitar desastres y calamidades por estos fenómenos. Por siglos, el ser humano se fue organizando para formar mejores estructuras sociales, primero para sobrevivir y satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido. En otras palabras comer, y protegerse del clima y los animales.

El crecimiento de los centros de población, el comercio y el desarrollo industrial obligó a que los seres humanos establecieran formas de gobierno que dieran mayor seguridad a la propiedad privada y que permitieran proteger y conservar los bienes públicos; asimismo para alcanzar mayores niveles de educación, cuidado de la salud, cultura, diversión, deporte, desarrollo científico y tecnológico, etc.

 La sociedad se organizó bajo diferentes esquemas de gobierno.  Algunos sistemas dieron más importancia al bienestar colectivo y otros a las libertades individuales; pero siempre la sociedad ha buscado organizarse para alcanzar mayores niveles de bienestar. Sin embargo, la ambición del hombre en el poder ha llevado en muchas ocasiones a intentar crear sistemas de gobierno dictatoriales, para mantener sus privilegios toda la vida, e incluso para heredarlos. Lo malo es que lo ha logrado varias veces. Esto se ha observado históricamente en jefes de tribus, monarquías, gobernantes golpistas, líderes religiosos, líderes obreros, partidos políticos, caciques, sistemas parlamentarios, empresarios, banqueros, familias políticas, grupos delictivos, etc.

La población mundial creció en medio de la ambición de los gobernantes, que llevaron a crear pugnas entre regiones, países, entidades, condados, etc.

La lucha por poseer los recursos naturales, tales como: las mejores tierras para la agricultura, zonas forestales, ríos y acuíferos, esteros y mares ricos en fauna y flora, yacimientos de petróleo y minerales (oro, plata, cobre, uranio), esta lucha se ha dado en todos los niveles: mundial, nacional, estatal, municipal, ejidal, colonia urbana, etc.

Proteger al ser humano ante los fenómenos naturales como sequías, tormentas, inundaciones, terremotos, pasó a segundo término. Los gobiernos históricamente invirtieron (e invierten) en guerras y reparación de daños de estas, cuando son potencias guerreras y económicas; en mantener cuerpos represivos para mantenerse en el poder, cuando son países pobres; y la mayoría de países (pobres y ricos), en favorecer a los grupos de poder.

Poco se ha avanzado en el almacenamiento de agua para mitigar las sequías; tampoco se ha avanzado en el control de las avenidas (corrientes) de los ríos, en el control de inundaciones, y en promover que los centros de población se ubiquen en zonas con menores riesgos de desastres por fenómenos naturales; a pesar de ser problemas que se conocen históricamente. Por lo que desafortunadamente seguirán presentándose en los medios de comunicación, noticias sobre estos desastres.

La Enciclopedia Sopena dice lo siguiente: Gobernar- Guiar, dirigir, regir, conducir, administrar, brindar servicios públicos, mandar. Gobernante- El que gobierna, el que se mete a mangonear, dirigir o gobernar algo. El subcomandante Marcos dice: Gobernar es mandar obedeciendo, y el gobernado obedece mandando. Bajo este romántico punto de vista, el gobernante, debe mandar obedeciendo a los ciudadanos a quienes pretende servir, y reconocer que ciudadanos y gobierno pertenecen al mismo grupo social, que se ha organizado temporalmente de cierta manera.

Actualmente los ciudadanos no cuentan con los medios legales para participar activamente en la definición de las normas de gobierno y en la vigilancia de su cumplimiento, hacen falta instrumentos legales como el Referéndum, procedimiento por el que se somete al voto popular la aprobación de leyes o actos administrativos. Sin embargo, existe un marco legal que, aún cuando debe perfeccionarse, representa garantía de respeto a los derechos ciudadanos. Hay que apegarse al marco legal, y así crecerá la cultura de confianza en la legalidad. El bienestar colectivo y los derechos individuales, estarán sobre la ambición personal, el autoritarismo y el influyentismo.

En una ocasión, un ciudadano de experiencia decía que para ocupar el  cargo de administrador de un condominio comercial, gerente de una empresa ó líder de un gremio, debíamos seleccionar a una persona con relaciones en el gobierno; con palancas, resaltaba. No pude, ni puedo compartir su punto de vista. Yo apuesto por la preparación académica, por la dedicación, por el esfuerzo, por la legalidad, por la tecnología, por la creatividad; pero sobre todo como decía un maestro, “Por el deseo de ser”, pues para ser buen medico hay que desear serlo y eso significa comprometerse a sanar al enfermo.

martes, 19 de mayo de 2015

BREBAJE de ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

BREBAJE
            Nunca, pero nunca nunca me gustaron las plantas y mucho menos las flores. Más aún, las detesto. Soy un hombre de oscuridad, nocturno, aborrezco todo lo que se interpone en mi camino.
            Madre tenía un jardín. Y lo cuidaba más de lo que me cuidaba a mí, eso decía mi padre. Los colores la obsesionaban. Cuando una flor se marchitaba o si veía un limón aplastado a los pies del árbol le caían lagrimones. Lloraba todos los días y prácticamente todo el día. A la mañana me servía el desayuno en el comedor pero al bajar a tomarlo, ella ya estaba en el dichoso jardín. Para mí, el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena se servían solos. Madre nunca estaba conmigo. Jamás me preguntó sobre mis tareas, las maestras, mis compañeros o el colegio. No le interesaba. Aprendí a cuidarme solo cuando papá murió intoxicado por un té de Hierba Luisa. Estuvo un tiempo detenida por homicidio no premeditado, pero al regresar, siguió con el jardín, regándolo con sus lágrimas y pidiéndoles perdón a las malditas plantas por haberlas abandonado. Levantó una lápida y enterró las flores marchitas, los macizos marrones y una rama partida. Hasta que no terminó de arreglar todo no entró a la casa. Creo que fueron casi diez días. Eso sí, al entierro de mi padre no fue.
            Desde entonces, una alergia latente no me dejó en paz: me subía la fiebre, estornudaba y casi no podía respirar. Madre intentaba darme una de sus mezclas de hojas, pero yo no accedía, por si acaso. Iba a lo de la vecina y, metido en su cama, me cuidaba hasta sentirme mejor. Madre nunca se enteró. Ella y sus plantas. Ella y sus flores. Ella y sus árboles.
            Yo creo que estaba loca, qué quieren que les diga. Hablaba con los arbustos como si fuesen personas; todo delicadeza, todo caricias, todo mimos con las flores. Yo ni salía al jardín porque me asfixiaba. Sentía odio, de verdad.
            No la tuve que internar, por suerte. Se descuidó con el veneno del estramonio que preparé con las flores blancas tan letales. Pobre. Ella no hubiese querido que la separasen de sus plantas. La sepulté debajo de la Santa Rita. Juro que me costó. Lo hice casi con los ojos cerrados, porque los colores me ciegan.

            Sí. No puedo mentirles: nunca, pero nunca nunca me gustaron las plantas y mucho menos las flores. Más aún, las detesto. Por favor, si alguien se acuerda de mí, no me las traigan al cementerio. Cada vez que ponen una me revuelco en la tumba. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

SICARIOS del libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ASESINOS AD HONOREM
Sólo dos personas estaban  serias y calladas en la tribuna. Sabían que el verdadero espectáculo no iba a ser, como decía el cartel, la presentación de una plataforma política conservadora más. Mientras los demás entonaban pulidos e inofensivos cánticos partidarios, el menor masticaba un chicle ansioso y ya viejo, manteniendo la mirada fija en la entrada al pequeño estadio. El otro, algunos años mayor y con experiencia en estas misiones, sostenía con su mano derecha, ya preparada, el arma con la que iba a asesinar al candidato.
El tiempo se alargaba para ellos mientras los gritos y cornetas pretendían convertir el asunto en una fiesta. Vestidos con elegante sencillez de marca para no llamar la atención, de vez en cuando lanzaban un grito mentiroso que los escondía un poco más.
El candidato entró rodeado de sus guardaespaldas saludando con los brazos en alto. Subió a la tribuna a pocos metros de ellos, y mientras recibía un ramo de flores de las Damas de Beneficencia, quedó sin protección por un momento. Era la ocasión. Mientras el más joven se ponía adelante para disimular y cubrir, el otro extrajo la pistola y apuntando con pericia, disparó un solo tiro que dio en la zona del corazón. Ya estaba hecho. No importaba nada más. Habían cumplido el contrato. Ahora, sólo restaba aprovechar el revuelo, esconderse entre la gente, escapar y recoger el dinero.
El ardor vengativo de la multitud no se los permitió: habían matado al futuro salvador de la patria; como animales feroces se lanzaron sobre el dúo pagado nadie sabía por quién. No interesaba. En apenas diez minutos cientos de personas acaudaladas, sobrias y cultas, destrozaron con salvajismo y a puntapiés, golpes de puño y navajazos suizos, a los dos delincuentes.
Incomprensiblemente, no solicitaron pago alguno por lo hecho.



martes, 12 de mayo de 2015

Francisco Federico Raggi Cárdenas

Francisco Federico  Raggi Cárdenas
Autor David Gómes Salas

Hace tiempo jugaba basquetbol todas las mañanas en la canchas de cemento de la Universidad Nacional Autónoma de México con Francisco Federico Raggi Cárdenas. Llegaba a la cancha casi siempre acompañado de un amigo  que imagino se llamaba Manuel, le decía "Meme" o algo así.  No recuerdo bien fue hace muchos  años ...1973-1974.

Conocí a Raggi en 1966 en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, terminaba mi preparatoria en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas.  Llegó como profesor invitado para impartir unas conferencias  en los cursos de preparación que nos dieron para ir a México a presentar el examen de admisión .  Llamó mi atención porque era Doctor en Matemáticas y se veía muy joven.  Aparentaba como  21 años.  Por eso recordada su nombre perfectamente.

Cuando ingresé a la UNAM fui a verlo a la Facultad de Ciencias en 1967. Seis años después  lo volví a ver en las canchas, de casualidad y sin ponernos de acuerdo continuamos viéndonos  todas las mañanas. Yo trabajaba en el Instituto e Ingeniería y estudiaba la maestría. Literalmente vivía en la UNAM, ahí jugaba, me bañaba y comía.  Arribaba a las siete de la mañana y me iba de la UNAM a las nueve de la noche, con mi esposa y dos hijas.

Raggi llevaba una balón de cuero, que en esa época eran poco comunes. Además que quienes tenían una pelota de cuero afirmaban que se debían usar solo en canchas de duela, no de cemento porque en ese material se ponen feas, como afelpadas. A Raggi no le importaban esas teorías, decía que su pelota la habían fabricado en China.

Fue siempre amable y muy alegre, lo recuerdo con su bigote grande y a veces con una barba de candado, short  tipo bermudas color gris o caqui, playera blanca y tennis. Le gustaba jugar en toda la cancha a cinco canastas o hasta que dieran las 8 de la mañana.  Le gustaba menos jugar 21s en una sola cancha, le gustaba correr más, disfrutar el espacio y no amontonarse abajo del aro como sucede en los 21s.

Lo admiraba como matemático, estudié su libro de Algebra superior - lo consideré libro de texto -  en el primer año que estudié matemáticas en la facultad de Ciencias.  Ahí disfruté la deducción y la inducción matemática, el principio del buen orden y muchas cosa más que he olvidado, pues una vez regalé el libro al hijo de un amigo.

En 1978 tenía un equipo de básquetbol y fuimos invitados a un torneo que se celebró en Tapachula Chiapas.  Un cuadrangular con las selecciones de Comitan. Villaflores, Tapachula y nosotros "Pamperos". Uno de nuestro jugadores tenía 18 años y estudiaba matemáticas en la Facultad de Ciencias.  Mi joven amigo no podía ir porque tenía examen con Raggi, así que le pidió que le hiciera el examen dos días antes para poder viajar y jugar básquetbol.
¡Le hizo el examen y le deseó que ganara!  Raggi era una persona que apoyaba a los jóvenes, era cálido,  noble y amaba el básquetbol.    

El 11 de mayo de 2015 al leer el calendario matemático 2013, me entero que Raggi murió en el año 2012.  Leí sobre sus grandes logros, muchos de ellos ya los conocía de nombre únicamente, pues no profundice en ellos. Supe que era muy bueno en Teoría de los anillos, destacado internacionalmente.

Al enterarme en forma tardía de su muerte, sentí deseos escribir sobre Raggi, expresar mi admiración por el gran ser humano, matemático e intelectual que fue. Lo recuerdo con cariño.

jueves, 7 de mayo de 2015

ATRAPADO - Cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ATRAPADO
La ola chocó contra la pared. La pucha que esa fue grande, musitó sin despertarse del todo. Siguió inmóvil. Hasta que un ruido descomunal cercenó la historia que soñaba.
Entreabrió los ojos. Vio, en forma borrosa, la pared derruida y aunque estaba a cuatro metros de su cama, la distancia no evitó la salpicadura. Incrédulo, se secó la cara. El mar, agitado y sombrío, aparecía perturbadoramente cerca. Se acordó de que el coche había quedado estacionado en la calle. Autómata, tanteó en el cajón de la mesita de luz buscando las llaves. Trató de encender el velador y nada. Mientras se ponía los lentes para ver, tiritó. Al frío se le sumó el espanto: el boquete que la ola acababa de hacer era del tamaño de una puerta ventana doble y el viento del océano entraba rugiendo sin compasión. Se puso de pie y con cuidado dio ocho pasos. Intentó asomarse y mirar hacia abajo. Otra ola furiosa lo hizo caer.
Este no va a ser un buen día, resopló.
El reloj marcaba las tres. Ya despierto, buscó el celular para pedir ayuda. No lo encontró. Otra vez en la cama deseó: ¡Ojalá sea una pesadilla! Pero las sábanas mojadas le confirmaron que no lo era. Volvió a incorporarse. Las chinelas flotaban: no le servían. Después de chapotear hasta el placard consiguió un buzo y unos pantalones gruesos de gimnasia. Intrigado se asomó al living. El balcón había desaparecido y el agua inundaba el parquet; la mesa ratona, bote a la deriva, surcaba la sala. Trató de abrir la puerta de entrada. Imposible.
Recordó un documental de Discovery. Los surfistas pasaban años esperando ‘La Gran Ola’, esa forma gigantesca que representaría el mayor riesgo y pericia  dándole sentido a sus vidas. Aquí estaba y se repetía una y otra vez. Pero él no hacía surfing y además nunca había aprendido a nadar.
Lamentó no haber escuchado a su padre cuando a los doce años le aconsejaba que tomara clases en el club del barrio. Demasiado tarde para arrepentimientos. El agua le llegaba a las rodillas. Tomó conciencia de que era tarde para todo: no podría terminar la tesis,  no podría pedirle a Silvia que se casaran, no podría ganarle la partida de ajedrez al australiano, no podría usar más el coche, ni siquiera tomar el desayuno y leer el diario de la mañana. Tiró las llaves.
Siempre había considerado que era un tipo resuelto y optimista frente a los obstáculos. Pero la puta ola lo dominó. Se encontraba en una trampa: ¡Morir ahogado debe ser horrible!

Cobarde para enfrentar lo que ocurría, se metió nuevamente en la cama y rezó un Padrenuestro. 

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos