jueves, 12 de marzo de 2015

Octavo cuento de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

TESTIGO ENCUBIERTO
Te veo atareada, yendo y viniendo con bolsos. Los dos peones de Mudanzas Los Amigos te siguen, fatigados; y parecen, sumisos, obedecer tus órdenes: lo que va arriba, lo que va en la cocina, lo que va en el lavadero, lo que va, lo que va. Claro, te ayudás con una lista que enarbolás sentenciosa. Le dije que eso iba en la pieza de abajo, mire, ¿ve? acá lo tengo escrito. No hay forma. ¿Qué va a haber?  Nadie te convence de otra cosa. Cuándo y quién te pudo ganar en una discusión, a vos, que fuiste criada por las monjitas para caba de enfermería. Yo, nunca pude. Colgué los guantes al año. Pero sabías que yo te amaba y resignabas a regañadientes tu fuerte temperamento. Siempre pensé que me veías como el padre que no tuviste. Pero los demás, ¡pobres!
Salís a la puerta. Los tipos hacen gestos de fastidio mientras aprovechan para un descanso sobre las cajas todavía sin ubicar. Yo habría hecho lo mismo, te juro. De alguna forma te agradezco aquella absurda pelea de hace ocho meses por el control remoto que disparó mi presión a las nubes y te convirtió en viuda. Hoy no me veo obligado a correr con las cosas de acá para allá.
En cierta forma te admiro. No perdés la compostura. Lo primero que colgaste al entrar en tu nueva casa es el óleo que pinté, con el marco dorado a la hoja. Acá, bajo un cielo huracanado, el barco pirata se sacude indomable entre las olas de un maremoto. El suspenso del después de esa imagen ha logrado retener cualquier mirada. Estoy orgulloso de esa pintura de mi madurez. Acercate. Calmá un poco tu ritmo y observá con detenimiento. Descubrime. Así. 
Nunca me habías visto ¿no es cierto? Un diminuto hombrecito en la cubierta del galeón, usando el traje verde de Peter Pan de nuestros primeros carnavales. Resalto, casi imperceptible, en una escena totalmente trabajada en tonos negros, grises y blancos. Tan pequeño y tan poderoso, desde este lugar de privilegio, te veo atareada, yendo y viniendo con bolsos.
Los dos peones te siguen. Asombrados, ahora escuchan tus “por favor”.



1 comentario:

  1. Muy buen relato. Una boba rabieta te manda al otro barrio, y te condena a ver ese después, esa vida que sigue su curso nivel pese a que él se bajó del barco. Bien utilizado el vehículo de la mudanza para subrayar ese punto y seguido. Un abrazo

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Gracias por tu comentario. Lidia

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Escritura

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