sábado, 29 de noviembre de 2014

de mi libro ESA OBSTINADA COSTUMBRE DE MORIR

ACECHADA
La mirada del Cristo que me sigue de un lado al otro de la habitación se clava en mi nuca como un estilete. El cuadro, única herencia de un tío que perteneció a la Acción Católica, llegó a mis manos hace una semana, acompañado de una esquela:
CRISTO TE OBSERVA AUNQUE NO CREAS EN ÉL.
                               Y TE PERDONA.
Lo apoyé en la chimenea del living, demostrando cierto respeto hacia un ser muy querido.  
Ayer me levanté y, sin vestirme, fui a la cocina a desayunar; todavía estaba con los ojos entrecerrados. Antes de cruzar la puerta vaivén me detuve en seco. Esa mirada había bajado de la nuca hasta mi trasero. No pude soportarlo. Me saqué una chinela y se la tiré. Tambaleó.
Hoy al despertar elaboré una estrategia: imitando a un reptil, iba a  arrastrarme sobre el plastificado por delante del hogar.
A mitad de camino sentí el cansancio del pucho y me recosté boca arriba. Por alguna razón misteriosa el cuadro, que había caído hacia adelante, sobresalía lo suficiente como para que los malditos ojos se clavaran en mis pezones.
Me pregunto qué habrá querido decir el tío Raúl. Ese Cristo, de verdad me observa, pero todavía  no sé qué debe perdonarme. Tal vez que tengo pensado dibujarle anteojos oscuros con carbonilla. Si no resulta, con todo el pesar de mi alma no creyente, ¡voy a tirarlo, tío!
Ya bastante tengo con los ojos de mi marido que están en cloroformo en el frasco de vidrio sobre la mesita de luz. El cuerpo enterrado en el jardín no molesta.



1 comentario:

Gracias por tu comentario. Lidia

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Jorge Luis Borges



Escritura

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