domingo, 6 de julio de 2014

ES QUE ERA MUY DIFÍCIL...

MEDIACIÓN
            --Cuénteme…
            --Tengo dieciocho y hace dos semanas que me fui de casa. Largué el cole el año pasado. La verdad, no sé hacer nada. Vendo revistas en un kiosco, y en la playa a la tarde, helados. Por un amigo del diariero conseguí alquilar una pieza con cocinita, y baño con ducha, inodoro y puerta. Eso sí, la cocina es oscura porque no hay ventana.
            --¿Por qué se fue?
            --Mis viejos no me aguantaban más por mi forma de ser, solitaria; y según ellos, aburrida. Nunca tuve amigos, no me gustan los animales, no leo ni las historietas, y la música me cansa. Un tipo que conocí dijo que me caracteriza el tedio. No sé qué es, pero suena interesante. Me quedó. Lo que sé es que cuando al final me mudé, sonreí; creo que por primera vez: ya no tengo a nadie que me rompa las bolas. Miré las paredes recién pintadas y el cinco por cuatro vacío de muebles, y créame grité ¡Por fin solo! Con decirle que duermo sobre una colchoneta que encontré…y los de la calle me enseñaron que los cartones son más calientes que una frazada. Tienen razón. No tengo nada…pero soy libre. Bueno. Ya le conté lo más importante de mí.
            --Entonces está contento…
            --Ahora voy a lo que vine. Yo, la verdad, pedí hablar con un abogado, pero las chicas de adelante dijeron que usted me puede ayudar, que se especializa en estos problemas.
            --A ver, dígame de qué se trata.
            --Tengo dos: una en el bañito y otra en la cocina. La de la cocina es charlatana; se pasa día y noche hablando como loro. Cuando me voy a laburar la dejo gritando no sé cuántas cosas que todavía no entiendo. Tenga en cuenta que hace unos días que la conozco. Pero qué pasa: a veces a la tarde me acuerdo de cosas de chico, y se mete en lo que pienso, indiscreta diría mi viejo, y me hace una mezcolanza de cosas lindas con todas las palizas que ligaba y me quiero olvidar. Le digo por favor calláte, ya te estás pareciendo a mi vieja,  me fui de casa para no escuchar tanto griterío, y ahora estás ahí con la misma voz chillona. Pero no hay caso. De noche se pone imbancable y sube el volumen a todo lo que da. Mi abuela decía que el agua orada la piedra. Por eso tengo miedo de que me perfore los oídos y me llegue hasta el cerebro. Algo duermo, con tapones de algodón. ¡Pero no es vida! El otro día le imploré como a la virgen que cortara la cháchara, que no soy de conversar, y menos con quien no me entiende. ¿Me sigue?
            --¿Y la otra?
            --Con ella es distinto: la del baño es silenciosa, ¿discreta se dice? se parece a mí. Larga su chorro cuando yo quiero. Es reservada, como yo. Pero anoche me asusté. Sí, cuando me fui a lavar los dientes después del sánguche de milanesa, siguió muda. Debe estar harta de escuchar a la de la cocina. ¡Y eso que entorno la puerta para que descanse! Me limpié la pasta con la toalla, me fijé que estaba bien cerrada por si acaso, y le di un beso de buenas noches. Mañana te vas a sentir mejor. Pero nada, esta mañana seguía sin decir agua va, como si estuviera amordazada, ¿vio?
            --¿Y yo en qué lo puedo ayudar…a ver?
            --¿Por qué no me dice qué hago, doctor? Dicen que el silencio es salud, ¡pero ni muy muy, ni tan tan! ¿Qué me aconseja? Yo las respeto. Cada uno es como es. Y aunque no les entiendo ni jota, ellas no quieren cambiarme. Y eso, después de tanta historieta con mis viejos, me gusta. ¿Puedo decirle lo que quiero? Quiero una canilla de cocina que murmure y no me vuelva loco las veinticuatro horas; y si es posible, una canilla de baño que no me haga acordar al vigilante de la esquina, tan serio y seco que hasta da miedo preguntarle cualquier cosa. Como leí en una pared: CONVIVAMOS EN ARMONÍA. Eso lo entiendo. ¿Tan difícil es?
            --Mire...vamos a hacer una cosa. Les va a dar estas pastillas. Una de mañana a la de la cocina; otra de noche, a la del baño. Vamos a ver cómo andan con esto. Por hoy dejamos acá. Lo espero el miércoles que viene a las tres de la tarde. Tráigalas y vamos a intentar conciliar. Todo es cuestión de negociación.         
            --Hasta el miércoles, doctor. ¡Ah…! me olvidaba: las pastillas estas ¿las meto directamente por el agujerito, o tengo que desarmar las canillas?



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