domingo, 29 de diciembre de 2013

VA UNO DE AMOR...

CUESTIÓN DE GUSTOS

            Ludmila está harta de esa música. Nadie podía decir de ella que era sorda, más bien todo lo contrario. Ama los sonidos y son su pan de cada día, por algo es compositora: enciende la radio ni bien se despierta, y se envuelve en jazz. Trabaja en casa, con su computadora, su piano, sus hojas pentagramadas, y siempre acompaña las inevitables tareas de la casa con las FM on line: prefiere las escandinavas e inglesas porque la música clásica la tranquiliza y la mantiene concentrada. Cuando termina, alrededor de las seis de la tarde, coloca sus preciosos vinilos en el tocadiscos, hasta que se acuesta.
            Sobreviene el calvario. Su vecino la perturba. El tumulto de su música heavy metal y rock pesado, se le mete como intruso en la oscuridad de su cuarto. Imposible dormir. Durante el día, su música, lagos y nubes pastando sobre el teclado. De noche, la de él, tormentas y erupciones volcánicas.
            El encargado del edificio le comentó que se llama Alan, es compositor y bajista de una banda: Los Rudos, o algún nombre así de mediocre. De día, duerme la mona, dijo. Y ella piensa que seguramente duerme también el ácido.
            Lo odia sin conocerlo; lo odia por lo que toca, lo odia porque desde que se mudó, hace un mes, no puede pegar un ojo.
            Con un oído contra la pared medianera, intenta descubrir algo más: cómo es, qué edad tiene, de qué color son las paredes del cuarto. Sabe que esto es imposible pero ejerce metódicamente la vigilancia del gato sobre el ratón. Total, el sueño ha desaparecido.
            Ya no puede trabajar tranquila, su mente está centrada en el otro lado. Del otro lado.
            Una tarde cualquiera, sale del departamento y mientras cierra con llave ve que Rudo (así lo llama para abreviar) también se dispone a tomar el ascensor. No puede volver a entrar, le parece que sería más que descortés, sería agresivo. De modo que yendo hacia el elevador aprovecha para mirar. No tiene más que un minuto pero observadora como es, desnuda una vertiginosa radiografía: no más de treinta años, casi dos metros de altura, castaño lacio, pulcro  y frugal por lo bien vestido y delgado. Nada de lo que imaginó.
            Él le da el paso para entrar y bajan juntos sin dirigirse la palabra. Al llegar a la pequeña escalinata que desciende a la calle, queda un escalón más alto que él. No sabe por qué, pero su brazo se extiende y apoya la mano sobre el hombro de su vecino (ya dejó de llamarlo Rudo porque el mote no le va). Él se da vuelta, sorprendido, y clava sus ojos vegetalmente verdes en ella. Paralizada, no atina más que a generar algunos sonidos embobados, al tiempo que su rostro se torna colorado. Tartamudea un "los dos somos músicos…me parece". La sonrisa de Alan se despliega con dulzura y le toma las manos: "¡vos sos la pianista!  Duermo y te escucho; me calmás tras las noches agitadas de rock". Ludmila cree que va a desmoronarse. Juró que después de Francisco no entraría ningún hombre más en su vida. Y ahora siente un pánico atroz. No puede retirar las manos, el mundo alrededor se nubla, su corazón galopa. "Sí, yo te escucho a la noche. No soy muy rockera pero… sé  que los dos componemos".

            Ya están los dos en la vereda y no se han soltado las manos. Alan y Ludmila caminan desde ahora, juntos. Luzmila no sabe por qué pero ahora le gusta el rock.

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos