domingo, 17 de noviembre de 2013

FOTO DE ARCHIVO

       Norma me pasó la última foto. Hacía dos horas que me estaba torturando con sus recuerdos de viajes y de fiestas familiares. No nos veíamos desde la secundaria y dio por sentado que debía ponerme al día con su historia personal. Ya me había tocado el turno y lo usé rápidamente; sinteticé mi vida en nueve acciones: estudié, me casé, me recibí, tuve un hijo, me divorcié, me casé, me divorcié, viaje, me casé, enviudé. Así, sin emoción, sin confidencias. ¿Qué más debía decirle a una mujer prácticamente desconocida con la que había compartido cinco años de mi adolescencia y luego, el silencio?
         No me había entusiasmado el encuentro casual ni la invitación a tomar un café en su casa; pero tenía una tarde vacía y algo melancólica, y me pareció que con intentar no perdía nada.
           Creo que lo único que me llamó la atención en su relato fue que había adoptado mellizos japoneses. Lo demás…obviable.
         A esta altura, en mí todo era simulación: recibía las imágenes en papel autómata, mis ojos hacían un movimiento de derecha a izquierda sin ver nada, y la mano apoyaba las fotos sobre una pila que ya tambaleaba. Me preocupaba que se cayeran al suelo y tuviera que ayudar a recogerlas. Coloqué la anteúltima con mucho cuidado.
            La última. Suspiré aliviada y por cortesía la observé con más detenimiento.    
        Mi pie izquierdo ya se había puesto en marcha virtual y tenía bocetado el saludo de despedida: ¡Qué alegría que nos encontramos! ¿Dale que nos reunimos otra vez el año que viene?
         Pero esa última instantánea esclavizó mi voluntad. Todo había sido “fríamente calculado”. La última foto: Martita y yo en el baile de fin de curso, abrazadas; ese beso en la boca a ojos abiertos que capturó Norma, y yo sorprendida en el primer pecado. Mi mirada descubrió todo un archivo la memoria. Y mientras mis ojos de hoy y de entonces se cruzaban, mi anfitriona, sarcástica, actualizaba la censura por no haber sido ella la elegida.
                      

PARA PENSAR CON FRANCISCO CONCEPCIÓN

La tiranía de los escritores

escritores, egoista, soñador,
¿Qué pretenden 
los escritores de los lectores?
Son muchos los calificativos que han recibido y siguen recibiendo los escritores. Mi mujer los define, con guasa, como seres solitarios, de carácter agrio, fumadores con ceniceros llenos de colillas, sentados tras una máquina de escribir antigua y escribiendo habitualmente en un escenario/ambiente muy barroco y recargado. Y aunque se cabree conmigo por la revelación: un poco vagos. Repito que es una fotografía irónica que hace ella y juntos nos reímos. Pero es muy cierto que es una imagen muy estereotipada y extendida de los escritores.

Yo trato de decirle que escribir es un trabajo duro. Que cuando yo escribo llego a sudar, a cabrearme, a excitarme sexualmente y hasta odiar y querer a los personajes. Y que escribir no es un acto tan agradable como parece. Que realmente agota. Conozco a pocas personas que puedan escribir más de tres horas seguidas.

Los escritores son (somos) unos tiranos y unos egoístas

1.- Canivalizan el tiempo (la vida) de los lectores.
¿Cómo te sientes cuando alguien te pide que le regales dos o tres días de tu vida? Pues eso es lo que pretenden los escritores. Que le dediques al menos 15/20 horas de tu vida a tiempo completo, que es la media que tardamos en

leer un libro. Pero ese tiempo que le regalamos a un escritor leyendo su libro, no es un tiempo barato, es un tiempo exclusivo. No puedes hacer otra cosa simultáneamente. Ni conducir, ni caminar, ni ver la Tv, ni hacer otro trabajo, ni escuchar a tu pareja... Exclusividad. Pocas acciones nos requieren de tal manera como el leer un libro.

2.- Que paguemos por su libro.
El escritor pretende que paguemos por su libro. Algo evidente. El precio medio del libro de papel en España es de 20 euros. Digo esto pues ya resulta muy fácil piratearlo. Y algunos lectores son incluso capaces de decírtelo, que lo van a bajar.

3.- Aceptar sus condiciones de juego y que seamos cómplices.
El lector tiene que acatar las condiciones que propone el escritor. Si el autor dice que un personaje vuela, debemos aceptar su propuesta. Es lo que sucede si leemos supermán. Debemos ser condescendientes con el ofrecimiento que nos hace, de lo contrario nos salimos del mundo, de la historia, del escenario... que nos propone y dejamos de creernos lo que nos relata. Nos pide descaradamente que seamos su cómplice.

4.- Crítica y transmisores.
Un autor lo que pretende es que el lector disfrute con la lectura de su novela y por lo tanto que posteriormente la critique positivamente, que se convierta en transmisor de sus excelencias. Actualmente cualquier lector dispone de un altavoz (Twitter, Facebook, foros, blogs...) para encumbrar un libro o tirarlo por los suelos. Esto algunos autores lo tienen muy claro.


Resumiendo:

Creo que los escritores, en ocasiones, no somos conscientes de lo mucho que le pedimos a los lectores. Y algunos abusan cuando escriben uno de esos ladrillos de novecientas páginas.

Por cierto, ¿sabes cual es el libro más largo del mundo?

Yo solo he reseñado algunos puntos por los que pienso que los escritores pueden “tiranizar” a sus lectores. Pero seguro que a ti se te ocurren más. Compártelo.

Los lectores (yo también lo soy) tampoco somos unos angelitos. También exigimos a los autores y somos unos tiranos. Pero de ello hablaré en otra entrada.

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

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esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos