INSOMNIO
Las primeras
luces naturales y todavía estás con los ojos abiertos. Nada ayuda: ni la leche
caliente, ni la pastilla amarilla, ni el vaso de whisky, ni la película de
Retro. El dos de oro rechaza tus párpados persianas y los posibles sueños. Las
horas pasan lentas como siglos cuando todo está oscuro, y la primera línea
clara que se forma sobre el parquet a las cinco de la madrugada, te augura otro
día de bostezos y mal humor.
Quisieras morir con la última campanada del día, ésa que
marca el final de las veinticuatro horas, la del himno nacional por la radio;
quisieras morir la muerte pequeña de cada noche.
Pero hace meses que para vos, el descanso se convirtió en
espera, en deseo, en falta, en algo desconocido o perdido.
Todavía seguís con los ojos abiertos porque hace mucho
que no los cerrás, lechuza humana.
Tomás las treinta pastillas de Rohypnol con un vaso de
agua y caés en brazos de un Morfeo eterno. Por fin vas a dormir. Tranquilo.
Nadie va a despertarte.