domingo, 29 de diciembre de 2013

VA UNO DE AMOR...

CUESTIÓN DE GUSTOS

            Ludmila está harta de esa música. Nadie podía decir de ella que era sorda, más bien todo lo contrario. Ama los sonidos y son su pan de cada día, por algo es compositora: enciende la radio ni bien se despierta, y se envuelve en jazz. Trabaja en casa, con su computadora, su piano, sus hojas pentagramadas, y siempre acompaña las inevitables tareas de la casa con las FM on line: prefiere las escandinavas e inglesas porque la música clásica la tranquiliza y la mantiene concentrada. Cuando termina, alrededor de las seis de la tarde, coloca sus preciosos vinilos en el tocadiscos, hasta que se acuesta.
            Sobreviene el calvario. Su vecino la perturba. El tumulto de su música heavy metal y rock pesado, se le mete como intruso en la oscuridad de su cuarto. Imposible dormir. Durante el día, su música, lagos y nubes pastando sobre el teclado. De noche, la de él, tormentas y erupciones volcánicas.
            El encargado del edificio le comentó que se llama Alan, es compositor y bajista de una banda: Los Rudos, o algún nombre así de mediocre. De día, duerme la mona, dijo. Y ella piensa que seguramente duerme también el ácido.
            Lo odia sin conocerlo; lo odia por lo que toca, lo odia porque desde que se mudó, hace un mes, no puede pegar un ojo.
            Con un oído contra la pared medianera, intenta descubrir algo más: cómo es, qué edad tiene, de qué color son las paredes del cuarto. Sabe que esto es imposible pero ejerce metódicamente la vigilancia del gato sobre el ratón. Total, el sueño ha desaparecido.
            Ya no puede trabajar tranquila, su mente está centrada en el otro lado. Del otro lado.
            Una tarde cualquiera, sale del departamento y mientras cierra con llave ve que Rudo (así lo llama para abreviar) también se dispone a tomar el ascensor. No puede volver a entrar, le parece que sería más que descortés, sería agresivo. De modo que yendo hacia el elevador aprovecha para mirar. No tiene más que un minuto pero observadora como es, desnuda una vertiginosa radiografía: no más de treinta años, casi dos metros de altura, castaño lacio, pulcro  y frugal por lo bien vestido y delgado. Nada de lo que imaginó.
            Él le da el paso para entrar y bajan juntos sin dirigirse la palabra. Al llegar a la pequeña escalinata que desciende a la calle, queda un escalón más alto que él. No sabe por qué, pero su brazo se extiende y apoya la mano sobre el hombro de su vecino (ya dejó de llamarlo Rudo porque el mote no le va). Él se da vuelta, sorprendido, y clava sus ojos vegetalmente verdes en ella. Paralizada, no atina más que a generar algunos sonidos embobados, al tiempo que su rostro se torna colorado. Tartamudea un "los dos somos músicos…me parece". La sonrisa de Alan se despliega con dulzura y le toma las manos: "¡vos sos la pianista!  Duermo y te escucho; me calmás tras las noches agitadas de rock". Ludmila cree que va a desmoronarse. Juró que después de Francisco no entraría ningún hombre más en su vida. Y ahora siente un pánico atroz. No puede retirar las manos, el mundo alrededor se nubla, su corazón galopa. "Sí, yo te escucho a la noche. No soy muy rockera pero… sé  que los dos componemos".

            Ya están los dos en la vereda y no se han soltado las manos. Alan y Ludmila caminan desde ahora, juntos. Luzmila no sabe por qué pero ahora le gusta el rock.

domingo, 8 de diciembre de 2013

UNA HISTORIA DEL PASADO

1940
            Vivíamos al lado de la única casita verde de la cuadra, separados por un jardín largo y angosto. Mi ventana daba a la suya, oscurecida por una pesada cortina de tela rosa, aunque traslúcida. De noche, después de que terminábamos de cenar; después de que rezábamos con mamá junto a la cama; después de que me preparaba para dormir; después de que ella cerraba la puerta de mi cuarto, me levantaba sigiloso y miraba a través de mis cortinas a lunares, hacia esa ventana inquietante.
            Ese era el momento en que la señoritaDulceDelia, mi maestra de 2° grado entraba a su dormitorio y empezaba un ritual incomprensible, pero que yo, maravillado, seguía cada noche: prender un velador con cristales colgantes de colores, sentarse frente a un espejo y con algo en la mano seguir las líneas de los ojos, de la boca, dar golpecitos en su cara; y al deshacer el ajustado rodete, dejar caer por la espalda una tormenta de pelo oscuro como la que yo nunca había visto antes y juro que nunca lo vería.
            Recuerdo que me restregaba los ojos llorosos de tanto mantenerlos abiertos.
            Al levantarse del asiento, se quitaba el saco con solapas, la falda gris y la camisa blanca y, como tantas veces había sorprendido a mi madre antes de tomar un baño, se quedaba con unas enaguas brillantes que desde los hombros llegaban hasta no sé dónde. Mirándose en el espejo, de pie, las dejaba caer al suelo.
            No podía creer lo que estaba pasando, y cuanto más fijaba la vista más aumentaba mi asombro. El color de su cuello y sus piernas me resultaba mágico, irreal. Entonces, se dirigía a un ropero con luna, lo abría y sacaba un vestido rojo que deslizaba con lentitud por su cuerpo. Siempre el mismo. De una caja tomaba una flor amarilla que abrochaba en su pelo, por sobre la oreja.
            Yo predecía estos movimientos noche tras noche, conociendo el orden, como el del libro de cuentos leído cientos de veces y del que un chico nunca se cansa. Me adelantaba, considerándome un adivino: “Ahora…te vas a servir un vaso con un líquido oscuro que hay en un botellón con tapa; ahora lo vas a tomar despacio en el silloncito mientras fumás un cigarrillo como los de papá; ahora…vas a prender la radio para escuchar música…” Me fascinaba saber el futuro.
            Algunas veces esa persona misteriosa que era mi maestra, se incorporaba al sonar un vals y con el vaso en una mano y el cigarrillo en la otra, daba vueltas y vueltas por el cuarto en penumbras. En otras ocasiones la perdía de vista.  Reaparecía y su risa me hacía temblar. Nunca había escuchado antes a alguien en soledad que riera de esa manera, libre y aparentemente sin motivo. Era extraño y al mismo tiempo lindo verla así. En la escuela jamás la había escuchado gritar y, cuando me tocaba, sus manos eran suaves como plumas. Sin embargo  aunque no parecía enojada se la veía siempre seria, como ocultando cierta tristeza.
            Una de esas noches, salió de la habitación. Al volver, apareció acompañada de un hombre. La luz se apagó y fue la primera vez que rompió la rutina.
            —¿Mamá, la señoritaDulceDelia es como vos? 
—No…ella no es como yo: ella no tiene ni puede tener marido, ella es un ángel de la guarda porque es una maestra; ella es tu segunda mamá y ustedes son como sus hijos.
            Pero la señoritaDulceDelia no tenía alas cuando se sacaba la ropa.
            Yo tenía un secreto. Un secreto enorme y magnífico: la señoritaDulceDelia no era un ángel ni mi segunda mamá. Era una mujer y nadie se había dado cuenta porque era imposible verla en otro lugar que no fuera la escuela. Después de las horas de clase desaparecía del mundo. No paseaba, no iba a tomar helado, no tenía amigas.
            Mis ocho años querían que todos supieran que la señoritaDulceDelia era como todas las madres, que le gustaba la música y bailar, y también hacía algunas otras cosas, como fumar y beber. En ese entonces yo quería casarme con ella cuando fuera grande.
            Después de hacer los deberes, una tarde le escribí una carta contándole lo que sabía y pidiéndole perdón por mirarla a la noche; que yo sabía que no era un ángel como creía mi mamá y que así la quería más. Que me gustaba su vestido rojo y su flor amarilla, y esas cosas…
            Al otro día en la escuela, le di el sobre antes de formar para izar la bandera. Mientras cantábamos Aurora me di cuenta de que la DirectoraEma se lo pidió antes de que lo abriera. Yo, inocente, estaba contento: todos se iban a enterar y la iban a premiar por ser tan buena sin ser un ángel.  Esperé todo el día a que me dijera algo. Supuse que había recibido una noticia triste porque se sonaba la nariz  todo el tiempo y tenía los ojos llorosos.
“Mañana me vas a contestar”
            Pero ese mañana no llegó. La señoritaDulceDelia no volvió al grado y trajeron otra maestra suplente. Llamaron a mi madre y a partir de esa noche, cuando me iba a dormir, cerraba los postigones de la ventana después de darme un beso. Pusieron un cartel de venta en la casita verde y nunca más vi a mi maestra.
            Hoy, setenta años después, todavía me arrepiento de no haber sabido guardar un secreto.
            —Bueno, ya te conté… Dale, ahora te toca a vos: hablame de la señoritaVerónica. Te gusta, ¿no? ¡Vamos…! ¡Soy tu abuelo! A mi podés decirme la verdad. Te prometo que queda entre vos y yo.
           



miércoles, 4 de diciembre de 2013

TRAS LA MÁSCARA

Tras la máscara

          De repente esa imagen me resulta extraña. Círculos verde claro como los de ciertos dibujos animados japoneses. Sin las pestañas postizas impresionan como cuadros futuristas, incomprensibles, enmarcados por unos finos arcos dibujados con lápiz negro que no acusan movimiento alguno. Viejas persianas, ahora abiertas con desmesura, sorprendidas. Nunca antes las vi llorando y ahora desprenden gotas densas, pegajosas y negras.
           Sobre el mentón distingo un rojo corazón de rouge, menos ancho que el dedo meñique, ahora manchado de negro y deformado. No sonríe, en cambio percibo el pavor. A simple vista, nadie puede saber si tras esa forma ridícula hay humedades o un vacío interminable y seco. Esa grieta cerrada se abre y estalla en monosílabos agudos tratando de ahuyentar el miedo.
       Arriba, y en esa imagen que dolorosamente se va transformando de a poco, un apéndice inmenso y carnoso con dos agujeros, de los que sobresalen descuidadamente unos finos pelos aún ardiendo de clorhidrato.       
       Dos óvalos heridos de plata 900 sobresalen a los lados de una forma casi calva sobre la que hace instantes descansaba una peluca pelirroja.
            El resto, blanco pálido, talcoso.

        Esa cara en dos dimensiones, hace apenas unos minutos la de un travesti, va a desaparecer en el momento en el que yo, mujer atrapada en cuerpo masculino, apague la luz del baño y deje de mirarme en el espejo.

sábado, 23 de noviembre de 2013

PREMIO CERVANTES 2013


La escritora mexicana Elena Poniatowska es la ganadora del Premio Cervantes de 2013, en cuyo palmarés sucede al poeta gaditano José Manuel Caballero Bonald. Poniatowska se convierte así en la cuarta mujer que entra en el palmarés del primer premio de la literatura en español, después de Dulce María Loynaz, María Zambrano y Ana María Matute. 

Poniatowska es un caso singular en la literatura mexicana: nació en París, hija de una familia de nobles polacos huidos de los turbulencias políticas de la época. Sólo llegó a México y al idioma de su literatura (también el de su familia materna) cuando tenía siete años. Pasó la adolescencia en estados Unidos y llegó a la edad adulta con el equipaje de una princesa austrohúngara. 

Y con esa extraña presencia, Poniatowska debutó en la literatura con los relatos de Lilus kikus (1954). "Todo en este libro es mágico", dijo Juan Rulfo de aquel debut, que, como su primera novela, Hasta no verte Jesús mío, sólo es un presagio de lo que iba a significar su carrera. Fue el periodismo, dicen los cercanos a Poniatowska, el alimento que dio proteínas y nervio a la obra de la autora, el que evitó que sus relatos fueran las historias de una niña bien que se interesa por los pobres. 

"Lo malo es quedarse mucho tiempo en el periodismo. Pero la verdad es que es difícil salirse de él. Después de que el periodismo lo pica a uno no es nada fácil librarse", dijo en 2010 Poniatowska, que debutó en los medios con una larga serie de entrevistas que la acercaron a la tierra. Es el tópico casi confirmado de muchos escritores latinoamericanos: la extravagancia del día a día en el que viven mejora sus fantasías. Amanecer en el Zócalo. El libro crónica Los 50 días que confrontaron a México y su ensayo sobre Octavio Paz,Octavio Paz: Las palabras del árbol, son dos pruebas de ese realismo periodístico. 

Y no sólo eso: cuando se leen novelas como El tren pasa primero se reconocen técnicas propias del periodismo aplicados a asuntos historiográficos y a temas tan sociales como la injusticia, la moralidad, la colectividad... En aquellas páginas, la historia de la Revolución Mexicana aparecía contada desde la esquina de unos trabajadores ferroviarios en medio de la contienda. Quien haya leído cualquier novela de Aguilar Camín o Los testigos de Juan Villoro, ya sabe de dónde les viene una parte, al menos, de la inspiración. 

El nombre de Poniatowska, atractivo parta un jurado por la extensión de su carrera y por su posición atípica en la literatura latinoamericana (contemporánea al Boom pero ajena a su núcleo duro), no estaba entre los favoritos del Cervantes de este año. Si se atendía a la lógica de que este año tocaba un escritor latinoamericano y un narrador, los favoritos eran el argentino Ricardo Piglia y el nicaragüense Sergio Ramírez. Piglia, más intelectual; Ramírez, más poético. Poniatowska queda en medio, más pegada a la tierra. 


lunes, 18 de noviembre de 2013

FALLECIÓ UNA GRANDE DE LAS LETRAS

Falleció la Nobel Doris Lessing a los 94 años




El pelo recogido en un trenzado a la nuca. El gesto que delata el pasado de niña inquieta, de mujer rebelde. Los gatos. Algún cigarrillo en el pasado.
Tenía 94 años, varios premios, entre ellos, un Nobel, 
y muchas, muchas novelas, y murió este 17 de 
noviembre en Londres, allí, donde decidió empezar su carrera como escritora.

Aunque Doris Lessing nació en Irán (cuando todavía era llamado Persia)en 1919, con el nombre Doris May Tayler, fue África el continente que la vio leer esos libros que su madre se encargaba de encargar con meticulosidad. Sus padres eran británicos y pasó su infancia en Zimbabwe, entonces territorio que recibía a una gran población de europeos y que acentuaba así las grande diferencias entre blancos y negros. Allí creció la escritora, en una choza de barro y techo de paja, entre los enfrentamientos con su madre, los conflictos raciales y la atracción por un paisaje imponente de sabana.
A los trece años se fue de su casa. Tuvo tres hijos y dos maridos. Con uno de sus hijos, el menor, fue que viajó a Londres a sus 31 años, cuando ya tenía terminada Canta la hierba, su primera novela. Todo el resto lo dejó atrás. De su pasado amoroso, luego diría: "Creo que el matrimonio no está entre mis talentos. He sido mucho más feliz cuando no estuve casada que cuando lo estuve. Soy una persona incasable. No puedo imaginarme un matrimonio que tenga sentido para mí. Una vez pasados los 30 años, creo, resulta cada vez más difícil casarse para una mujer. Es fácil cuando se es una adolescente; a lo mejor ahí reside el mecanismo para la continuación de la especie". Su novela, en tanto, le daría una razón: su talento pasaba por otro lado, por la escritura, en tramas que narran, sobre todo, las situaciones de las minorías.  
En los sesenta y los setenta militó a favor del feminismo y el socialismo. Su libro, El cuaderno dorado, publicado en 1962, es una bandera de esas causas, y narra la historia de una escritora que escribe su propia vida. Fueron muchas las novelas y los cuentos que se siguieron entre esta y la llegada del Premio Nobel en 2007. También, fueron muchos los cambios: el de género literario fue uno de los más fuertes, al menos, para sus lectores, que con su incursión en la ciencia ficción se mostraron decepcionados ante libros como Shikasta.
Cuando la premiaron con el máximo premio literario, fue su editor el que leyó el texto que ella mandó desde su casa, ya que estaba muy enferma y no había podido asistir. Para ese momento, en el que sabía que el mundo entero posaría sus ojos en ella, en sus palabras, decidió evocar a Zimbawe, en una de sus visitas, en la década del ochenta: la escuela donde trabaja un amigo, la corrupción, el hambre, y el pedido de libros de la gente del lugar; gente que sabe leer, que quiere leer, pero no tiene libros. "La escritura, los escritores, no provienen de casas sin libros", decía, alertando sobre la necesidad de atender a ese pedido. 
El premio fue polémico. Pero fueron muchos, en realidad, quienes la consideraron una de las escritoras más influyentes del siglo XX y por eso el Nobel fue el máximo galardón de una tanda de muchos, entre los que se contó, también, el Príncipe de Asturias, en el 2001.
Vivía en Londres, a donde se fue al inicio de su carrera. Todavía hablaba con pasión y furia de lo que ocurría en África, del hambre y la pobreza en el país que la vio nacer; decía que odiaba a Irán; había recorrido Afganistán y señalaba a los soviéticos como los responsables del caos y la violencia y la pobreza en ese país. Sabía y se comprometía con Oriente y África. Con su pasado. 
Entre más de  medio centenar de libros; entre guerras, entre su hijo, su gato, y el descreimiento al amor eterno, a los fundamentalismos ajenos y a los propios; entre esas cosas pasaron los noventa y cuatro años de vida de esta autora. En una entrevista del diario El País, hace un par de años, le recordaban eso que ella tantas veces contó: esa infancia transcurrida entre leer y comer naranjas, y soñar. "Sigo soñando -respondió ella-, pero ya no como naranjas. Soy demasiado vieja para comer naranjas. Eso es hacerse vieja: no como de esto, no como de lo otro... Pero sigo leyendo mucho, y soñando".
Doris Lessing, la escritora que veía "un sueño" acabar con el terrorismo”]

domingo, 17 de noviembre de 2013

FOTO DE ARCHIVO

       Norma me pasó la última foto. Hacía dos horas que me estaba torturando con sus recuerdos de viajes y de fiestas familiares. No nos veíamos desde la secundaria y dio por sentado que debía ponerme al día con su historia personal. Ya me había tocado el turno y lo usé rápidamente; sinteticé mi vida en nueve acciones: estudié, me casé, me recibí, tuve un hijo, me divorcié, me casé, me divorcié, viaje, me casé, enviudé. Así, sin emoción, sin confidencias. ¿Qué más debía decirle a una mujer prácticamente desconocida con la que había compartido cinco años de mi adolescencia y luego, el silencio?
         No me había entusiasmado el encuentro casual ni la invitación a tomar un café en su casa; pero tenía una tarde vacía y algo melancólica, y me pareció que con intentar no perdía nada.
           Creo que lo único que me llamó la atención en su relato fue que había adoptado mellizos japoneses. Lo demás…obviable.
         A esta altura, en mí todo era simulación: recibía las imágenes en papel autómata, mis ojos hacían un movimiento de derecha a izquierda sin ver nada, y la mano apoyaba las fotos sobre una pila que ya tambaleaba. Me preocupaba que se cayeran al suelo y tuviera que ayudar a recogerlas. Coloqué la anteúltima con mucho cuidado.
            La última. Suspiré aliviada y por cortesía la observé con más detenimiento.    
        Mi pie izquierdo ya se había puesto en marcha virtual y tenía bocetado el saludo de despedida: ¡Qué alegría que nos encontramos! ¿Dale que nos reunimos otra vez el año que viene?
         Pero esa última instantánea esclavizó mi voluntad. Todo había sido “fríamente calculado”. La última foto: Martita y yo en el baile de fin de curso, abrazadas; ese beso en la boca a ojos abiertos que capturó Norma, y yo sorprendida en el primer pecado. Mi mirada descubrió todo un archivo la memoria. Y mientras mis ojos de hoy y de entonces se cruzaban, mi anfitriona, sarcástica, actualizaba la censura por no haber sido ella la elegida.
                      

PARA PENSAR CON FRANCISCO CONCEPCIÓN

La tiranía de los escritores

escritores, egoista, soñador,
¿Qué pretenden 
los escritores de los lectores?
Son muchos los calificativos que han recibido y siguen recibiendo los escritores. Mi mujer los define, con guasa, como seres solitarios, de carácter agrio, fumadores con ceniceros llenos de colillas, sentados tras una máquina de escribir antigua y escribiendo habitualmente en un escenario/ambiente muy barroco y recargado. Y aunque se cabree conmigo por la revelación: un poco vagos. Repito que es una fotografía irónica que hace ella y juntos nos reímos. Pero es muy cierto que es una imagen muy estereotipada y extendida de los escritores.

Yo trato de decirle que escribir es un trabajo duro. Que cuando yo escribo llego a sudar, a cabrearme, a excitarme sexualmente y hasta odiar y querer a los personajes. Y que escribir no es un acto tan agradable como parece. Que realmente agota. Conozco a pocas personas que puedan escribir más de tres horas seguidas.

Los escritores son (somos) unos tiranos y unos egoístas

1.- Canivalizan el tiempo (la vida) de los lectores.
¿Cómo te sientes cuando alguien te pide que le regales dos o tres días de tu vida? Pues eso es lo que pretenden los escritores. Que le dediques al menos 15/20 horas de tu vida a tiempo completo, que es la media que tardamos en

leer un libro. Pero ese tiempo que le regalamos a un escritor leyendo su libro, no es un tiempo barato, es un tiempo exclusivo. No puedes hacer otra cosa simultáneamente. Ni conducir, ni caminar, ni ver la Tv, ni hacer otro trabajo, ni escuchar a tu pareja... Exclusividad. Pocas acciones nos requieren de tal manera como el leer un libro.

2.- Que paguemos por su libro.
El escritor pretende que paguemos por su libro. Algo evidente. El precio medio del libro de papel en España es de 20 euros. Digo esto pues ya resulta muy fácil piratearlo. Y algunos lectores son incluso capaces de decírtelo, que lo van a bajar.

3.- Aceptar sus condiciones de juego y que seamos cómplices.
El lector tiene que acatar las condiciones que propone el escritor. Si el autor dice que un personaje vuela, debemos aceptar su propuesta. Es lo que sucede si leemos supermán. Debemos ser condescendientes con el ofrecimiento que nos hace, de lo contrario nos salimos del mundo, de la historia, del escenario... que nos propone y dejamos de creernos lo que nos relata. Nos pide descaradamente que seamos su cómplice.

4.- Crítica y transmisores.
Un autor lo que pretende es que el lector disfrute con la lectura de su novela y por lo tanto que posteriormente la critique positivamente, que se convierta en transmisor de sus excelencias. Actualmente cualquier lector dispone de un altavoz (Twitter, Facebook, foros, blogs...) para encumbrar un libro o tirarlo por los suelos. Esto algunos autores lo tienen muy claro.


Resumiendo:

Creo que los escritores, en ocasiones, no somos conscientes de lo mucho que le pedimos a los lectores. Y algunos abusan cuando escriben uno de esos ladrillos de novecientas páginas.

Por cierto, ¿sabes cual es el libro más largo del mundo?

Yo solo he reseñado algunos puntos por los que pienso que los escritores pueden “tiranizar” a sus lectores. Pero seguro que a ti se te ocurren más. Compártelo.

Los lectores (yo también lo soy) tampoco somos unos angelitos. También exigimos a los autores y somos unos tiranos. Pero de ello hablaré en otra entrada.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CONMEMORANDO

Carlos Fuentes.jpg
Carlos Fuentes Macías (Panamá, 11 de noviembre de 1928-México, D. F., 15 de mayode 20121 2 ) fue un escritor, intelectual ydiplomático mexicano, uno de los autores más destacados de su país y de las letras hispanoamericanas, autor de novelas como La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Aura y Terra Nostra y ensayos como La nueva novela hispanoamericana, El espejo enterrado, Geografía de la novela y La gran novela latinoamericana, entre otros.
Recibió, entre otros, el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, elPríncipe de Asturias de las Letras en 1994, la Condecoración de Gran Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia en 2003 y en 2009 la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua en agosto de 20014 y Doctor honoris causa por varias universidades entre ellas HarvardCambridge yNacional de México.
El conjunto de su obra narrativa, que denominó "La edad del tiempo", está atravesado por una reflexión constante sobre la historia y la políticade su país, sus orígenes, su cultura, el complejo mosaico que conforma la sociedad mexicana y los problemas que afectan al país. No obstante, Fuentes también incurrió en obras de tono fantástico (AuraInstinto de Inez,Inquieta compañia, etc.) en las que el elemento social está más diluido o directamente ausente.

sábado, 9 de noviembre de 2013

UNA MARAVILLA DE EDGARDO EPHERRA

EL QUE CALLA      


          - Qué tipo joven -dijo el viejito de

gorro


          - Qué tipo viejo -dijo el muchacho

 de lentes
.
           
En el medio, el del cajón parecía sonreír.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

LA CAMA

LA CAMA
Cama, hamaca, ama, amo, lamo, lama, dama, doma, loma, loca, poca, toca, toco, loco, lobo, lomo, pomo, pozo, coso, cosa, cola, sola, solo.
Solas, solos, la cama anida ensueños pasajeros, virtudes sostenidas, pecados perdonados y esperanzas casi perdidas.
Gritos disonantes, palabrotas impensables, posturas innovadoras que quieren inventar un mundo infinitamente descubierto.
Heno, paja, algodón, lana, plumas, y cosquillas, sostienen la ilusión de una pasajera eternidad.
Sangre, dolor y goce, primera mirada a la pequeña muerte. Buscada o rechazada es mito de unión que no iguala nunca la muerte definitiva del yo en el verdadero encuentro.


sábado, 26 de octubre de 2013

Una crítica literaria

La Disconforme (un libro inexistente aunque atractivo)
La disconformidad (Oposición, desunión, desacuerdo en los dictámenes o en las voluntades.RAE) es el tema en cuestión de esta novela de la escritora Medea Roja, recientemente fallecida. Es una obra evidentemente autobiográfica, cuya protagonista es una tal Risa Alegre, (en adelante RA) y que se editara por primera vez en 1976, cuando la autora ya tenía 56 años de edad. Ese sentimiento, que la mantenía en constante rebeldía con el mundo, motorizó su existencia durante noventa años; era tan fuerte en ella como puede haberlo sido el optimismo, la ilusión, el positivismo, la utopía, en un idealista. Sin embargo, RA se oponía y se rebelaba ante todo sin proponer nada.
Cualquiera sabe que los momentos felices son los más deseados aunque los más cortos. Risa-Medea tenía tanto material en sus crónicas de viajes acerca de todo lo que consideraba malo, incorrecto, destruible, decadente, ruinoso en el planeta, que era una línea negativa sin solución de continuidad, sin resuello, sin un punto y aparte.
Una novela de protesta individual, de desaliento y de escepticismo.
El corazón de este libro es lo que el lector deberá tomar como tarea a desentrañar. El enigma que plantea Medea Roja resulta ser una simple pregunta: ¿Se puede saber qué la hizo vivir hasta los noventa años, no pegarse un tiro y morir apaciblemente durante dormía?



viernes, 11 de octubre de 2013

EL NOBEL DE LITERATURA 2013 PARA UNA CUENTISTA

Mujeres ganadoras del Nóbel de Literatura

ESTOCOLMO.- La canadiense Alice Munro es la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2013, anunció esta mañana la Real Academia Sueca en Estocolmo, que la calificó como la "maestra de los cuentos cortos contemporáneos".
Munro, que nació el 10 de julio de 1931 en Ontario, es conocida por sus cuentos cortos centrados en las flaquezas de la condición humana, publicados en colecciones como ¿Quién te crees que eres? (1978), Las lunas de Júpiter (1982), Escapada (2004), La vista desde Castle Rock (2006) and Demasiada felicidad (2009).
Sus libros más reciente son Demasiada felicidad (2011) y Mi vida querida , publicado este año en la Argentina. Éste último está compuesto por catorce relatos, donde se mezclan la ficción y la autobiografía.
Es la primer vez, en 112 años, que la academia sueca premia a un autor que sólo escribe cuentos y es la décimo tercera vez en que una mujer obtiene el Premio Nobel en esta categoría.
"Munro es aclamada por su narración sutil, caracterizada por su claridad y el realismo psicológico. Algunos críticos la consideran la [Anton] Chekhov canadiense", señalaron desde la Academia en un comunicado.
Desde el organismo indicaron que "sus historias suelen estar ambientadas en pueblos pequeños, donde la lucha por una existencia social aceptable generalmente resulta en relaciones complicadas y conflictos morales, problemas que surgen de las diferencias generacionales y las ambiciones de vida contradictorias".


"Sus textos en general muestran eventos de todos los días pero al mismo tiempo decisivos, una suerte de epifanías que iluminan la historia que las rodea y dan lugar a la aparición de preguntas existenciales", dicen sobre la mujer, que desde hace años aparecía como una posible ganadora del Nobel.

UN ANIVERSARIO PARA TODOS LOS BUENOS LECTORES

"Rayuela", 50 Edición conmemorativa (Editorial Alfaguara) / Foto: Mildred Pérez

Medios de todo el mundo están hablando del 50 aniversario de "Rayuela", contranovela escrita por Julio Cortázar (1914-1984), publicada el 28 de junio de 1963, que se convirtió en un ícono de la literatura latinoamericana por su calidad y originalidad.
Para celebrar, según la página de la editorial Alfaguara, se lanzó al mercado una nueva edición que "llega a los lectores hoy, en su aniversario número 50, acompañada de un mapa del París de 'Rayuela' y de un apéndice donde Cortázar mismo cuenta la historia del libro que buscó el más allá de todas las fronteras".

lunes, 7 de octubre de 2013

SALDANDO CUENTAS

SALDANDO CUENTAS
            Al pasar, vi que ponías el agua sobre la hornalla prendida al máximo. Parada al lado de la cocina, en camisón, seguro que la mente se te disparó en recuerdos muy usados. No hubiera sido tu deseo, lo sé. Escuchaste la revolución de burbujas y, todavía allá por los treinta y pico, tus dedos encerraron con descuido las manijas ardientes; el dolor mandó al instinto y abriste las manos con la olla de fideos ya en el aire; todo se desplomó humeante sobre tu casi desnudez, mientras el recipiente rodaba por la cocina anunciando un infierno.
            No escuché ni un grito. Un estupor indiscutible debe haberte paralizado. ¿Cómo era eso de que cuando uno cocina sólo debe cocinar, y cuando recuerda sólo debe recordar? Un segundo de ausencia. Los que no te conocen, con simpleza, habrían dicho que fue una distracción. Yo sé que no.
            Te encontré tirada en el piso, temblando; cubrí con una manta tu cuerpo que ya escupía hilos de sangre, y llamé a emergencias. Mientras tanto, como pude, reconstruí mentalmente lo que había pasado. La ambulancia llegó -milagro- de inmediato.
            Ahora en el hospital, vendada como una momia, repleta de morfina hasta la inconsciencia y con un futuro improbable, percibo el movimiento de tus ojos bajo los párpados. Y sé que imaginás que al fin pagaste por haberte defendido. Tenías miedo, y un revólver, y yo me quedé sin padre, todo en un momento. Nunca te mostraste arrepentida. Me decías, eso sí, que mejor habría sido escapar.        
            Pero no había vuelta atrás.
            Ahora ni el pasado ni el presente existen.  A fuerza de compasión y de horas, mi resentimiento por lo hecho y por lo no hecho se diluye. Cada respiración me asegura que estoy viva. Por vos. La culpa prescribió con llagas. Te simulo al oído: “Elvira…soy Néstor…te perdono”.
            ¿Me habrás escuchado?
            Me acerco otra vez: “Mamá…soy Ana…te perdono y…gracias”.
            Sigo al lado de la cama, en esta habitación inútilmente aséptica, y por toda señal, percibo un lento suspiro de alivio que te lleva de viaje para siempre.


domingo, 22 de septiembre de 2013

CONSPIRACIÓN

CONSPIRACION 
A vos creo que te puedo contar. Te estuve observando ayer y hoy, y sos muy callado. ¿Me dejás?
Se sienta junto al otro en un banco de piedra.
No hace mucho que me siento así. Andaba muy bien con mis vecinos…bah, por lo menos iba a las reuniones del barrio y las fiestas escolares. Formamos un grupo muy unido. Nos conocimos casi al mismo tiempo cuando nos trasladaron de diferentes partes de la ciudad. Iban a ser derrumbadas para construir una terminal de ómnibus nueva y una autopista. Nos hicieron un barrio cerrado de chalets con jardín y todas las comodidades. Te aseguro que nunca habría podido tener la casa que tengo, sino hubiera sido por esas construcciones. Al menos en ese momento Así que estaba contento y era parte como de una gran familia.
Prende un cigarrillo y le ofrece el atado al otro. Marcelo se encoge de hombros y guarda el paquete.
Pero todo empezó a cambiar cuando me di cuenta de que habían pisoteado las plantas del jardín. Me dolió. Ahí todavía no me daba cuenta ni quién me estaba atacando así ni por qué. Después de eso no dije nada más. Pero iba a estar atento. No soy pesado ¿no? De verdad necesito contarle a alguien todo lo que pasó y vos me inspirás confianza, me parece.
Se acerca más al otro en el banco y comienza a hablarle en voz baja.
Primero fueron las plantas, después faltaron algunas corbatas. Una mañana, mientras desayunaba, vi que alguien me espiaba por la ventana pero no pude identificarlo. Cuando volvía de trabajar, varias veces sentí pasos detrás mío. Se detenían al mismo tiempo que yo. Marta no me creía. Marta es mi mujer, ¿sabés? No daba vueltas. Decía que todo era mi imaginación.  No la culpé en ese momento porque siempre había confiado en ella. Pero empecé a estar ansioso y no podía dormir. Escuchaba ruidos, voces al lado de la ventana. Temblaba todo el día y ya estaba empezando a tener miedo, te digo la verdad.
            Marcelo mira una y otra vez hacia atrás, asegurándose de que no haya nadie más alrededor. Se levanta.
Hace dos semanas en la oficina, alguien me borró toda la tarea contable en la computadora. Ahí supe que los datos que tenía en casa eran importantes.
Se agacha y le susurra:
Descubrieron que yo escondía algo fundamental para la raza humana. Imaginate que pasé los últimos cinco años dándole forma a esta investigación, para llevarla a las Naciones Unidas. Se habían enterado y querían ganarme de mano para evitar la denuncia, ¡estos hijos de puta!
Vuelve a sentarse.
Este lunes pasado no, el anterior, en la oficina,  noté que el café que repartía Sarita tenía un gusto extraño. Decidí no tomarlo más. Por las dudas, ¿viste? En realidad, a esa altura comía nada más que lo que yo mismo me  hacía. No sabía cuántos eran pero ya sospechaba que estaban conspirando contra mí. Empecé a tener muchísimo cuidado de ahí en adelante. El jueves pasado decidí no contarle más de esto a Marta porque ya no era confiable.
Saca de un bolsillo la foto de Marta y poniéndosela frente a los ojos, le dice:
¿Ves la cara de sospechosa que tiene? Como me seguían, tomé la decisión de cambiar cada día de recorrido para ir y volver de la oficina. Los iba a despistar. Además, y ésta fue la última resolución, iba a viajar armado. Por si acaso… ¿me entendés? No me iban a agarrar desprevenido. Al final puse en el saco una sevillana y en el pantalón, un spray de pimienta. No soy tan estúpido como para que la policía me lleve por  un revólver. Con eso alcanzaba. Lo creí, te digo sinceramente. El viernes pasado… ¿ya hace una semana? ellos me robaron las armas en el subte. Me sentí  impotente. Además ya no tenía dudas de que Marta era parte de todo: estaba siempre vigilando lo que hacía o dejaba de hacer para informarlo. Así que cuando llegué a casa ni la saludé.
Marcelo rompe la foto que tiene en la mano. Guarda los pedazos en un bolsillo del pijama.
Me escondí en el cuartito de atrás y no pensaba salir para cenar. No podía ni verle la cara. Era una traidora. Serían las diez de la noche cuando me secuestraron y me trajeron acá.
Se queda un rato pensativo.
Vos sabés que los que estamos en este lugar somos rehenes. Estoy seguro de que todos tienen, como yo, secretos peligrosos. Ni te voy a preguntar el tuyo. No quiero saberlo. Ni tampoco lo que los demás investigaron. En cuanto a este lugar, todo es una gran simulación: los pabellones, los comedores, los tipos  disfrazados de médicos. Con los electroshocks, las duchas frías y las pastillas, tarde o temprano los demás van a aflojar. Yo no. Soy fuerte. Y me da la impresión de que vos también. Además, ayer miércoles, mandé una carta denunciando todo. No hace falta que te diga más.

El otro, en su autismo, sigue callado.

viernes, 13 de septiembre de 2013

ARTE TRANSFORMATIVO


            Mi mano deslizaba el pincel sobre la cartulina con esmero y calma. Hacía días que imaginaba esa acuarela apacible, decidido a reproducir el desierto de Arizona. Lo había recorrido durante horas hacía seis meses, después de una corta estadía en casa de mi madre en Phoenix.
            Como amaba el naturalismo, quería ser tan fiel a la realidad como fuese posible: la extensa planicie marrón, los altos cactus verdes, las pequeñas lagartijas y sapos cornudos, el sol abrasador. Y el silencio. Ese silencio largo e implacable que permitía escuchar con claridad los propios pensamientos. El mismo que desde hacía muchos años había logrado que reinara en mi estudio, el sitio donde me escuchaba a mí mismo, me serenaba y plasmaba mis pasiones.
            Al comenzar a pintar apaciguaba mi espíritu atribulado por una relación matrimonial de quince años que se estaba rompiendo con rapidez.
            Cada trazo simbolizaba algo de mi vida: la tierra solitaria, el deseo de asentarme en armonía; los cactus, mis hijos creciendo con solidez; el calor del sol, un ferviente anhelo de afecto.
            Mi mujer y mis hijos empezaron a gritar como siempre, pero por alguna insondable razón esta vez no podía abstraerme. No alcanzaba a oír las palabras pero sí reconocer el habitual tono recriminador de ella y las voces tiernas de defensa del menor.
            El clima de desastre aumentaba.
            Un temblor violentó mi mano e hizo correr sin control los pinceles cuyas tintas fueron oscureciéndose con angustia y apresuramiento.
            —No hay caso –pensé- Este desierto ya no será el mismo que he visto.
            Golpes en la puerta, voces in crescendo.
            Mientras, mi mano reemplazaba el amarillo del cielo con el negro; el color arenoso despejado de la tierra, con un marrón tan oscuro que casi no se distinguía; los cactus verdes desaparecieron y unas largas líneas fragmentadas de color plateado surcaron el cuadro en el momento justo en que forzaron la puerta y mi mujer dijo:
            — ¡Tu hijo se está drogando!
            — ¡La culpa es tuya por insufrible! Quiero el divorcio, y ¡ya!

Dio un portazo. Miré la pintura y sentí que me gustaba. Era la representación en detalle de mi estado de ánimo. Pensé que cuando ella ya no estuviera, podría plasmar el desierto que recorrí.

viernes, 30 de agosto de 2013

30 DE AGOSTO

DÍA DE LOS DESAPARECIDOS
Desaparecidos: los muertos sin tumba, las tumbas sin nombre
y también:
   los bosques nativos
   las estrellas en las noches de las ciudades
   el aroma de las flores
   el sabor de las frutas
   las cartas escritas a mano
   los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo
   el fútbol de la calle
   el derecho a caminar
   el derecho a respirar
   los empleos seguros
   las jubilaciones seguras
   las casas sin rejas
   las puertas sin cerradura
   el sentido comunitario
   y el sentido común

EDUARDO GALEANO

miércoles, 28 de agosto de 2013

EL 26 DE AGOSTO DE 1914 NACÍA UN GRANDE DE LAS LETRAS



APLASTAMIENTO DE LAS GOTAS
Yo no sé , mirá, es terrible como llueve, llueve todo el tiempo,afuera tupido y gris, aqui contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen PLAF y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, que hastío, ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae , todavía no se cae . Está prendida con todas las uñas no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup , ahi va, plaf, deshecha,nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida,brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose, y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. 
Tristes gotas,redondas inocentes gotas, adiós gotas. Adiós. 


jueves, 22 de agosto de 2013

PEQUEÑO POEMA

SUEÑO DE MUERTE

Desmesurado sueño

Flotando en el vacío
estremecido y ajeno
hacía más cercana
a la sin ojos.

Lejano horizonte
pavorosa imagen.

Sin angustia
buscaba mi vida
para alimentarse
y seguir la pesquisa.



lunes, 12 de agosto de 2013

QUIEN LEE BIEN, APRENDE A PENSAR BIEN

FRIEDRICH NIETZSCHE SOBRE LA FILOLOGÍA

“Este prólogo llega tarde, aunque no demasiado tarde; ¿qué más da, a fin de cuentas, cinco años que seis? Un libro y un problema como éstos no tienen prisa; además tanto mi libro como yo somos amigos de la lentitud. No en vano he sido filólogo, y tal vez lo siga siendo. La palabra “filólogo” designa a quien domina tanto el arte de leer con lentitud que acaba escribiendo también con lentitud. No escribir más que lo que pueda desesperar a quienes se apresuran, es algo a lo que no sólo me he acostumbrado, sino que me gusta, por un placer quizá no exento de malicia. La filología es un arte respetable, que exige a quienes la admiran que se mantengan al margen, que se tomen tiempo, que se vuelvan silenciosos y pausados; un arte de orfebrería, una pericia propia de un orfebre de la palabra, un arte que exige un trabajo sutil y delicado, en el que no se consigue nada si no se actúa con lentitud.
Por esto precisamente resulta hoy más necesaria que nunca: precisamente por esto nos seduce y encanta en esta época nuestra de trabajo, esto es, de precipitación que se consume con una prisa indecorosa por acabar pronto todo lo que emprende, incluyendo el leer un libro, ya sea antiguo o moderno.
El arte al que me estoy refiriendo no logra acabar fácilmente nada; enseña a leer bien, es decir, despacio, profundizando, movidos por intenciones profundas, con los sentidos bien abiertos, con unos ojos y unos dedos delicados. Pacientes amigos míos, este libro no aspira a otra cosa que a tener lectores y filólogos perfectos. ¡Aprended, pues, a leerme bien!
Alta Engadina, otoño de 1886.”
Friedrich Nietzsche, Aurora, M. E. Editores, Madrid, 1994, p. 32-33. “Prólogo”
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jueves, 8 de agosto de 2013

ENGENDRANDO

ENGENDRANDO
            Sedosa es decir casi nada: la palma de mi mano corre despacio e involuntaria por esa humedad seca, casi delicada. Un visón extraño y sin pelo en el que los dedos se deslizan enfriándose poco a poco. Con mis cortos brazos la enrosco en mi cuerpo; sus ojos -verde atardecido- me observan con una serenidad y fijeza inusual. No me temen. Soy un enano de circo, un engendro de la naturaleza sin orejas ni voz del que todos se mofan. Encuentro en ella, por primera vez, aceptación: ese empático respeto de quien, como yo, imagino que sufre al ver la repulsión en la cara del que nos mira.
            Enano y serpiente: una amistad engendrada por la diferencia.


Publicado en el diario La Capital de Mar del Plata el domingo 4 de Agosto de 2013

jueves, 25 de julio de 2013

DIEZ

DIEZ

Sus dedos

mariposas deseosas
de estrellas

mil plumas
remembrando ángeles

barcos mimando
el agua

aletean sobre mí
sembrando mieles

surcan mis honduras
ansiando costas

diez olas que rompen
mi escollera

suspiros silenciosos
nunca quietos

enredan mis ramas
otoñales

y crecen trigales
en mi piel

                                                                                                                                         
                                                                                                                                         

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos