martes, 31 de julio de 2012

A LA HORA SEÑALADA


A LA HORA SEÑALADA
            Entro después de seis años, a la casa de mi padre –fallecido hace un mes-. Espero el retorno al hogar familiar con melancolía y algo de intriga. Mi madre pasó hace diez años a una mejor vida.
            Una casa grande con olor a rancio me recibe después de abrir las cuatro llaves de la puerta de entrada. La añoranza se disipa rápidamente. Nada es lo que era: los muebles de estilo vasco se superponen, rayados; paredes descascaradas; sofás y sillas rotos; floreros vacíos y quebrados; cuadros de firma destrozados; arañas sin lamparitas y mucho, mucho polvo y mugre por el piso. Y sólo estaba en la sala y el comedor. Comienzo a sentir miedo del resto.
            Poder abrir los dormitorios, la cocina, el baño y la puerta que da a la escalera que va al piso superior, me lleva tres horas. Cada puerta, cuatro candados. Mi sospecha de psicosis alcohólica paranoica confirmada, en un  hombre de una inteligencia superior. ¡Qué desperdicio!, pienso.
            Abierto todo, el gran manojo de llaves mojadas por el llanto, decido entrar y ver con detenimiento el gran cuarto que llamaba “desván”, en el piso superior, y que siempre me fue vedado. Corroboro el famoso Síndrome de Diógenes Negativo y siento una pena inconmensurable. Sobre una mesa de sastre que perteneció a mi abuelo materno, cientos de relojes de todo tipo se amontonan.
            No puedo creer lo que veo. Todos y cada uno están funcionando. Pero todos y cada uno señalan una hora distinta. Es algo inconcebible para mí. Mi padre falta de su casa desde hace tres meses. Imposible que las cuerdas hayan durado tanto tiempo. Y sin embargo es así. Yo, una escéptica empedernida no puedo aceptar la magia y sin embargo…
            De la melancolía al rechazo, del rechazo al dolor, del dolor y la pena a la sorpresa y el recelo.
            Justo en el medio de la mesa, sobre todos los demás, el reloj de oro de cadena que perteneció a su padre: macizo y pesado, labrado con sus iniciales, hermoso, perfecto. Lo acaricio recordando mi niñez y regresa un algo de tenue alegría. Abro la tapa con mucho cuidado.
            Es el único que está detenido. Es el único que marca las 18.43 hs. momento exacto en que mi padre dejó por fin todo lo que no se pudo llevar a ningún lado.

miércoles, 18 de julio de 2012

"LO QUE VOS TE MERECÉS"


LO QUE VOS TE MERECÉS (de M. Aznar y C. Olmedo)  
Cualquier síntesis de una historia de amor puede ocupar sólo dos páginas. Describir vuelcos calientes del corazón, dulzuras que se escapan por la punta de los dedos, miradas que desnudan… tal vez un cuento largo. Agregar palabras esperadas y de pronto ausentes, gestos fastidiosos y llantos a escondidas, darían forma a una novela. Pero con o sin nostalgias, con el tiempo, la memoria de esa relación va acortándose cada vez más.
La cocina se había convertido en pocos meses de convivencia en el espacio más importante de la casa. Ahí charlaban de tonterías esenciales para ellos con un mate en la mano. Si eran secretos lo que compartían, se paraban cerca de la heladera como si el frío fuera a conservar mejor lo dicho. Cuando reían se acomodaban sobre la mesada abrazados para no desarmarse; la tristeza se calmaba más rápido si revolvían la sopa juntos.
Pasaron siglos de cuentas sin pagar, ceños fruncidos por falta de trabajo, cama fría y atardeceres de miradas distantes.
— ¿Vamos a dar una vuelta?— le propuso por undécima vez a su hombre.
Él, sin bajar el diario ni mirarla, repitió con evidente molestia lo de tantas tardes y noches. — ¿A ésta hora?—
Ella descubrió su propio fastidio nunca hablado. —Siempre me preguntás lo mismo. A vos no hay hora que te venga bien para salir conmigo—.
Ni bien lo dijo, alivio y miedo. La respuesta inevitable llegó como cachetada.
—Tenés razón—.
Entre ellos sólo quedaba un témpano gris. Empezó la milonga triste.
Sol-Do.
Él salió de viaje con un adiós pampa mía, en un barco carguero que recalaría en Australia durante un mes.
—A probar —dijo. —Por ahí salimos de esta malaria—.  No especificó.
Ella recibió la carta de manos del empleado. Ahí mismo en el correo, la abrió ansiosa. Primero reconoció los trazos. Se llevó el papel al pecho y lo respiró. Recién entonces, y frente a los demás en la fila, leyó en voz alta, sin lágrimas y sin vergüenza alguna,  la puñalada que llenaba la hoja.
Al salir del edificio con esa carta en la mano y las frases repitiéndosele dolorosas, empezó a caminar sin rumbo y llegó, casi involuntariamente, a la escollera frente al mar. No podía admitir la realidad de un adiós definitivo. Se acordó de todas aquellas palabras esclavas de emociones y de las sonrisas suspirosas vividas durante seis años. Prefirió guardar, por el momento, una imagen que, ya empezaba a darse cuenta, era ilusoria. Tiró la carta al agua y volvió como si nada a la casa a esperar que su Tony regresara del viaje. Le llevó muy poco tiempo aceptar la realidad. No dejaría que la abandonara. Se le iba a adelantar. Ella no era cualquier mujer de tango.
Antonio volvió para llevarse todo lo que había dejado. Se encontró con que le había cambiado la cerradura y puesto todas sus cosas en un rincón del pallier, sin importarle lo que dijeran los vecinos. Ella, derecho viejo, había tomado su propio camino, renovada y olvidadiza de gritos y desdenes.
Tony, creíste que le estabas sacando viruta al piso. Pero era sabido lo que te iba a pasar, porque la historia de todos los hombres abandonados es bastante parecida. En especial cuando se les frustra su plan de retirada.
Si bien no haría falta mencionarlo, forzó la puerta y metió sus cosas de nuevo hasta la partida final. Cuando se dio cuenta de que no era un desprecio pasajero, era tarde. De ahí en más, los sucesos se precipitaron sin que él tuviera control. Los van a leer rápidamente, si no les cansa la enumeración casi aburrida de hechos fatídicos.
Ni bien ella se fue, él se quedó sin trabajo en el exterior, le robaron un Fiat 128 modelo 75 prestado, y desaparecieron sus documentos. ¿Creen que es imposible tanta mala suerte? Es lo que pasó. Sobre el pucho, no vio más salida que recurrir a la fe, y se involucró en una secta que le sacó los últimos pesos que le quedaban. Intentó suicidarse con un revólver demasiado viejo. Ató cabos. Nada le salía bien desde que ella lo había abandonado.
Para que les quede claro: si Antonio hubiese visto las señales no le habría  pasado lo que le pasó. Ingenuo, pensó que con una carta sin rostro pondría la relación en un si te he visto no me acuerdo y a otra cosa. Pero, Tony… ¿qué te costaba salir a dar una vuelta?  

ALICIA STEIMBERG: MURIÓ UNA ESCRITORA ESPECIAL

Alicia Steimberg marcó un original camino literario

Sorprendió con su humor y sus ironías en la narrativa erótica
 
La mesa en Las Violetas quedó ayer dolorosamente vacía, aunque las amigas de siempre habían confirmado vía mail, el sábado por la tarde, el rito semanal en la tradicional confitería porteña. El destino las sorprendió a las dos: Alicia Steimberg murió repentinamente el 17 de Junio tras sufrir una descompensación cardíaca, a los 78 años, y su colega, Ana María Shua no salía de su pena por la partida inesperada.
Sonreiría Steimberg al escuchar el recuerdo cálido de Shua, autora, entre otras obras, de Fenómenos de Circo : "Fue una gran escritora que nunca se dejó llevar por modas o convenciones. Siempre buscó un camino propio y original. Encontró una voz particular, alejada de cualquier facción, que se veía en su estilo y su escritura".
Alicia Steimberg no sólo fue una autora original por su ironía y su hábil manejo de la narrativa erótica, sino que enseñó a muchas personas en su taller literario.
Había nacido en Buenos Aires en 1933. Era egresada del Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas y, además, era traductora de inglés. Era madre de Víctor, Estela y Martín; dos de sus hijos viajaban especialmente anoche de Roma a Buenos Aires para despedirla.
Autora de obras como Cuando digo Magdalena (Premio Planeta Biblioteca Sur 1992), Amatista (Premio La Sonrisa Vertical, 1989), La música de Julia (2008), La loca 101 o El árbol del placer , hacía ficción con lo autobiográfico. Su primera obra fue Músicos y relojeros , que se publicó en 1971 y que fue finalista de los concursos de Seix Barral (Barcelona) y Monte Avila (Caracas).
Pocos días antes Alicia Steimberg había sido homenajeada por su trayectoria literaria y por su novela emblemática La loca 101 , en la que se inspiró la compañía Contratiempo, dirigida por Gustavo Friedenberg, para el espectáculo Consideraciones acerca del animal doméstico, en cartel en el Teatro del Abasto.
Inclinada a la literatura para adultos, también dedicó obras para jóvenes lectores como El mundo no es de polenta y Una tarde de invierno en submarino .
En 1983 había ganado la beca Fulbright y participó durante tres meses en el programa internacional de escritura en Iowa. En 2004, recibió el Premio Konex de Platino en traducción. Había obtenido, además, los premios Satiricón de Oro (1973) y de la Sociedad Argentina de Escritores (1983).
Tuvo un breve paso por la gestión pública. Fue directora del Libro en la Secretaría de Cultura de la Nación entre 1995 y 1997.
La escritora Luisa Valenzuela destacó su personalidad: "Alicia rompía con las reglas; eso es muy meritorio y muy difícil. Lo maravilloso que tenía Alicia era su enorme sentido del humor y lo aplicaba en lo erótico, algo que es muy difícil de hacer".
"Colocó el humor en el lugar más inesperado y eso fue un gran hallazgo de ella. El erotismo femenino en ese momento era más bien un reflejo del deseo del hombre y ella lo puso en el deseo de la mujer", afirmó la autora de Argentina desde la cama , al referirse a Amatista , la novela de su colega desaparecida .

martes, 10 de julio de 2012

CORRECTORES EN LA RED: El misterioso caso de la palabra miembra...

CORRECTORES EN LA RED: El misterioso caso de la palabra miembra...

ENTERRAR LAS PALABRAS


ENTERRAR LAS PALABRAS
Haciendo un racconto de lo disfrutado desde el almuerzo, concluyó que la tarde había sido apacible. Leyó veinte páginas de una novela de aventuras, cebó unos buenos mates, y después simplemente se dedicó a mirar el cielo diáfano, el bosque de eucaliptos y el pasto verde y lozano después de la lluvia. No podía pedir más. Así era como imaginó siempre su jubilación: un disfrute de las cosas simples de la vida, en el campo.
Julia había muerto un mes atrás cuando no pudo encontrar su inhalador contra el asma. Y aunque él no se lo habría confesado a nadie, se sentía aliviado. Era de las habladoras; no le era posible parar la lengua ni siquiera cuando dormía. Lo iba siguiendo a todas partes, contándole cosas que no le interesaban, y que ni siquiera podía entender. Insoportable.
Ahora, el silencio era su única y perfecta compañía.
La noche de otoño era cálida e invitaba al descanso. Se recostó en la hamaca paraguaya atada entre dos robles, y se quedó dormido.
La luz del amanecer lo despertó junto con el molesto ruido de los perros escarbando ansiosos en el rectángulo de flores, como si hubiesen escondido huesos que trataban de recuperar.
Se acabó mi tranquilidad, pensó. El jubileo duró solamente un mes. Aunque no hablara, Julia no lo iba a dejar en paz nunca. Ahora tendría que plantar flores nuevamente. Mejor sería deshacerse de los perros; pero eran compañeros, guardianes y no hablaban.

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos