NAUFRAGIO
La tempestad se desplomó opresiva. Todas las brújulas olvidaron, incongruentes, las manos que las acariciaban buscando un norte. El golpe rebelde ejecutó sin remordimiento el castigo final y victimizó a las aguas, poco antes serenas. Las olas trepaban siniestras ocultando la proa y el ruido ensordecía la música del salón. Ambos tuvimos de pronto la misma revelación: nuestro amor no alcanzaría para salvarnos. Y sin el escudo de tus brazos tuve miedo de todo. El mar, como prestidigitador no contratado, nos cubrió de soledad profunda y húmeda. El sinsentido rompió el orden curvado del horizonte, que desapareció junto con los botes salvavidas. Luego, los peces me recibieron con caricias. Te llamé. Te busqué. No te encontré. Mi biografía dolorosa se ofreció en falanges azules y aliento ausente, y supe que en lo oscuro ya no habría grito posible. Entonces aluciné que te habías convertido en coral.