lunes, 28 de febrero de 2011

DESANDANDO VIDA


DESANDANDO VIDA
              Nunca fue padre. Nunca se sometió al deseo ineludible. Nunca esperó con una novia el amanecer. Nunca sintió la urgencia de escribir un poema inspirado en una mirada única o en el profundo dolor de un rechazo. Nunca se graduó. Nunca confió sus secretos a nadie ni tampoco sus sueños. Nunca tuvo amigos ni compinches. Nunca jugó a la pelota ni a los videojuegos. Nunca lloró al lastimarse la rodilla o al ganarse un ojo morado después de una pelea.    Nunca le sacaron fotografías para el álbum familiar. Nunca participó en un acto escolar. Nunca fue a pescar al río con su padre.   Nunca, al circo con sus abuelos. Nunca lo llevaron a la calesita. Nunca hizo levantar a su madre de noche para acunarlo. Nunca tomó la teta.
              Nunca hizo nada de lo que hace cualquiera: los que iban a ser sus padres nunca lo concibieron porque nunca llegaron a conocerse.



viernes, 18 de febrero de 2011

INCOMPATIBILIDAD

Incompatibilidad

              Ella no sabe que él se acerca sigiloso. Permanece en silencio ,esperando a su madre que le prometió comida.
              De súbito, unos ojos verdes se asoman  y la zarpa se detiene en el aire. Los colores dulces del ave suspenden el instinto del gato que se enamora por primera vez.
              Ella lo mira desconcertada, Julieta con plumas.                                                   
              Mientras le habla en su pequeño y tímido lenguaje, él abre sus patas delanteras para abrazarla. Está confundido. Cree que como ella, tiene alas.
              Cae Romeo
              Ella piensa que ha volado.
              Efímero amor roto por la incompatibilidad.


lunes, 14 de febrero de 2011

JAVIER MARÍAS CRITICA LAS NUEVAS REGLAS ORTOGRÁFICAS

El autor de esta nota es un prestigioso escritor español que, como miembro de la Real Academia, formula un duro cuestionamiento a las nuevas reglas ortográficas.
MADRID.- No sé si una de las funciones, pero desde luego uno de los efectos y grandes ventajas de la ortografía española era, hasta ahora, que un lector, al ver escrita cualquier palabra que desconociera (si era un estudiante extranjero se daba el caso con frecuencia), sabía al instante cómo le tocaba decirla o pronunciarla, a diferencia de lo que ocurre en nuestra hermana la lengua italiana. Si en ella leemos "dimenticano" ("olvidan"), nada nos indica si se trata de un vocablo llano o esdrújulo, y lo cierto es que no es lo uno ni lo otro, sino sobresdrújulo, y se dice "diménticano". Lo mismo sucede con "dimenticarebbero" ("olvidarían"), "precipitano", "auguro" y tantos otros que uno precisa haber oído para enterarse de que llevan el acento donde lo llevan: "dimenticarébbero", "prechípitano", "áuguro". Del francés ni hablemos: es imposible adivinar que lo que uno lee como "oiseaux" ("pájaros") se ha de escuchar más o menos como "uasó". El inglés ya es caótico en este aspecto: ¿cómo imaginar que "break" se pronuncia "breic", pero "bleak" es "blic", y que "brake" es también "breic"? ¿O que la población que vemos en el mapa como "Cholmondeley" se corresponde en el habla con "Chomly", por añadir un ejemplo caprichoso y extravagante, y hay centenares?
Este considerable obstáculo era inexistente en español -con muy leves excepciones- hasta la aparición de la última Ortografía de la Real Academia Española, con algunas de sus nuevas normas. Vaya por delante que se trata de una institución a la que no sólo pertenezco desde hace pocos años, sino a la que respeto enormemente y tengo agradecimiento. El trabajo llevado a cabo en esta Ortografía es serio y responsable y admirable en muchos sentidos, como no podía por menos de ser, pero algunas de sus decisiones me parecen discutibles o arbitrarias, o un retroceso respecto a la claridad de nuestra lengua. Tal vez esté mal que un miembro de la RAE objete públicamente a una obra que lleva su sello, pero como considero el corporativismo un gran mal demasiado extendido, creo que no debo abstenerme. Mil perdones.
Lo cierto es que, con las nuevas normas, hay palabras escritas que dejan dudas sobre su correspondiente dicción o -aún peor- intentan obligar al hablante a decirlas de determinada manera, para adecuarse a la ortografía, cuando ha de ser ésta, si acaso, la que deba adecuarse al habla. Si la RAE juzga una falta, a partir de ahora, escribir "guión", está forzándome a decir esa palabra como digo la segunda sílaba de "acción" o de "noción", y no conozco a nadie, ni español ni americano (hablo, claro está, de mi muy limitada experiencia personal), que diga "guion". Tampoco que pronuncie "truhán" como "Juan", que es lo que pretende la RAE al prohibir la tilde y aceptar sólo "truhan". De ser en verdad consecuente, esta institución tendría que quitarle también a ese vocablo la h intercalada (¿qué pinta ahí si, según ella, se dice "truan" y es un monosílabo?), lo mismo que a "ahumado", "ahuyentar" y tantos otros. O, ya puestos, y siguiendo al italiano y a García Márquez en desafortunada ocasión, ¿por qué no suprimir todas las haches de nuestra lengua? Los italianos escriben "ipotesi", "orrore", "eresia" y "abitare", el equivalente a "ipótesis", "orror", "erejía" y "abitar". Y dado que la Academia parece inclinada a facilitarles las cosas a los perezosos e ignorantes suprimiendo tildes, no veo por qué no habría de eliminar también las haches. (Dios lo prohíba, con su hache y su tilde.)
En cuanto a "guié" o "crié", si se me vetan las tildes y se me impone "guie" y "crie", se me está indicando que esas palabras las debo decir como digo "pie", y no es mi caso, y me temo que tampoco el de ustedes. Hagan la prueba, por favor. Tampoco digo "guió" y "crió" como digo "vio" o "dio", a lo que se me induce si la única manera correcta de escribirlas es ahora "guio" y "crio" (en la Ortografía de 1999 poner o no esas tildes era optativo, y no alcanzo a ver la necesidad de privar de esa libertad). En cuanto a "riáis" o "fiáis", si yo leo "riais" y "fiais", como ordena la RAE, me arriesgo a creer que he de pronunciar esas formas verbales igual que la segunda sílaba de "ibais", lo cual, francamente, no es así. Y si leo "hui" en vez de "huí", nada me advierte que no deba decir esa palabra exactamente igual que la interjección "huy" (tan frecuente en el fútbol) o que "sí" en francés, es decir, "oui", es decir, "ui". Si un número muy elevado de hablantes percibe todos estos vocablos como bisilábicos con hiato, y no como monosilábicos con diptongo, ¿a santo de qué impedirles la opcionalidad en la escritura? La RAE parece tenerle pánico a la posibilidad de elegir en cuestión de tildes (que es algo menor y que no afecta a la sacrosanta "unidad de la lengua"). Pero es que además es incongruente en eso, porque sí permite dicha opcionalidad en "periodo" y "período", "policiaco" y "policíaco", "austriaco" y "austríaco" (yo siempre las escribo sin tilde), lo mismo que en "alvéolo" y "alveolo", "evacúa" y "evacua" y otras más. ¿Por qué no permitir que cada hablante opte por "truhán" o "truhan", como aún puede hacerlo (por suerte) entre "solo" y "sólo", "este" y "éste", "aquel" y "aquél"? La posibilidad de seguirles poniendo tildes a estas palabras no es para mí irrelevante. ¿Cómo saber, si no, lo que se está diciendo en la frase "Estaré solo mañana"? Si se la escribe en un mail un hombre a su amante, la diferencia no es baladí: sin tilde significa que estará sin su mujer; con tilde que mañana será el único día en que estará en la ciudad. No es poca cosa, la verdad. Por menos ha habido homicidios.
Además hay algunas objeciones que quisiera hacer a las nuevas normas de la reciente Ortografía de la Real Academia Española y de las otras veintiuna, sobre todo americanas, que la han acordado por unanimidad.
a) Mayúsculas y minúsculas. En realidad no entiendo por qué tal cosa ha de ser regulada, ya que, a mi parecer, pertenece al ámbito estilístico personal de cada hablante -o, mejor dicho, de cada escribiente-. Habrá ateos que escriban siempre "dios" deliberadamente, y todo creyente optará por "Dios", por poner un ejemplo extremo. Según la RAE, supongo, habría que escribirlo en toda ocasión con minúscula, ya que ha decidido que todos los nombres que sean comunes ("rey", "papa", "golfo", "islas", etc.) han de ir así obligatoriamente aunque formen parte de lo que para muchos hablantes funciona como nombre propio. Así, "islas Malvinas", "papa Benedicto", "mar Mediterráneo" o "rey Juan Carlos". E, igualmente, al referirse a un rey concreto, omitiéndole el nombre, habría que escribir "el rey" y nunca "el Rey". Yo no pienso seguir esta norma, porque considero que algunos títulos y nombres geográficos funcionan como nombres propios y topónimos, o son sustitutivos de ellos. Cuando en España decimos "el Rey" -y dado que sólo hay uno en cada momento-, utilizamos esa expresión como equivalente de "Juan Carlos I", algo a lo que casi nadie recurre nunca. De la misma manera, "Islas Malvinas" funciona como un nombre propio en sí mismo, equivalente a "República Democrática Alemana", que era el oficial del territorio también conocido como Alemania Oriental o del Este. Según las últimas normas, deduzco que nos tocaría escribir "la república democrática alemana", con lo cual no sabríamos bien si se habla de un país o de qué. Si yo leo "el golfo de México", ignoro si se trata de una porción de mar o de un golferas mexicano -tal vez del golferas por antonomasia, ¿acaso Cantinflas?-. Y si leo "príncipe de Gales", dudo si se me habla del tejido así llamado o del heredero a la corona británica.
b) Zeta. La RAE ha decidido que el nombre de esa letra se escriba sólo con c, porque con ésta se representa ese sonido -en parte de España- antes de e y de i. Siempre me pareció tan adecuado que el nombre de cada letra incluyera la letra misma que durante largo tiempo creí que la x se escribía "equix", aunque todos digamos "equis" y así se escriba de hecho. Pero es que además el reciente Diccionario panhispánico de dudas, de la misma RAE, valida grafías como "zebra" (aunque la juzga en desuso), "zinc" o "eczema". Y, desde luego, no creo que se oponga a que sigamos escribiendo "Ezequiel" y "Zebulón". No veo, así pues, por qué "zeta" pasa a ser ahora una falta. No está mal que haya algunas excepciones o extravagancias ortográficas en las lenguas, y en español son tan pocas que no veo necesidad de suprimirlas.
c) Qatar. La RAE decide que este país y sus derivados -"qatarí"- se escriban con c. El origen de esa peculiar grafía -aceptada en casi todas las lenguas- está, al parecer, en la recomendación de arabistas, que distinguen dos clases diferentes de fonema k en árabe. Por eso, arguyen, se escribe "Kuwait" y se escribe "Qatar", pese a que nosotros percibamos el fonema en cuestión de una sola manera. La representación gráfica de las palabras -eso lo sabe cualquier poeta- tiene un poder evocativo y sugestivo que las nuevas normas desdeñan. Si yo leo "Qatar", en seguida se me sugiere un lugar exótico y lejano. Si leo "Catar", en cambio, lo primero que me viene a la imaginación es una cata de vinos. Pero es que además, para ser consecuente, la RAE tendría que condenar la ortografía "Al Qaeda" y proponer "Al Caeda" o quizá "Al Caida" o quién sabe si "Al Caída". Los internautas iban a tener graves problemas para encontrar información sobre esa organización terrorista, desconocida en el resto del mundo, y de la que lamentablemente hoy se habla a diario.
d) Ex. Decide la RAE que no se separe ese prefijo del vocablo que lo acompañe, y que se escriba "exmarido", etc. Sin embargo, y dado que en español hay numerosas palabras largas que empiezan por "ex" sin que esa combinación sea un prefijo, un estudiante primerizo de nuestro idioma puede verse en dificultades para saber si "exayuntamiento" es un vocablo en sí mismo o si "exacerbación" o "execración" se componen de dicho prefijo y de las inexistentes "acerbación" y "ecración".
e) Adaptaciones. Las grafías "mánayer" o "pirsin", que la RAE propone, son tan irreconocibles como lo fue "güisqui" en su día (fea y además mal transcrita, como si escribiéramos "güevos"). En cuanto a "sexi", es directamente una horterada, siento decirlo.
En la Academia hay quienes consideran que discutir y objetar a estas cosas es perderse en minucias. Puede ser. Pero habrá de concedérseme que también lo es, entonces, dictaminar sobre ellas y aplicarles nuevas normas. Si la Ortografía se ha molestado en mirarlas, no veo por qué no debamos hacerlo quienes estamos en desacuerdo con sus modificaciones.
Termino reiterando que mis modestas objeciones no me impiden reconocer el gran trabajo que, en su conjunto, supone la nueva Ortografía, obra admirable en muchos sentidos. Habría sido redonda si no hubiera querido enmendar lo que quizá ya estaba bien, desde su versión de 1999. Porque para mí nuestra lengua es ahora un poco menos elegante y menos clara.

jueves, 10 de febrero de 2011

CEGADO POR LA CONFIANZA


CEGADO POR LA CONFIANZA
            Leés el horóscopo para la semana y el alivio relaja tus músculos. Hasta este momento el desconcierto sobre el futuro de tu pareja te mantuvo insomne. Eras consciente de las miradas y cuchicheos de los amigos en común y de las sonrisas de compromiso. Los vaivenes en la relación se habían convertido en tema telefónico entre ustedes, y entre los demás. Pero ahora las letras impresas son claras: “la suerte está echada, sepa que va por buen camino; desentiéndase de la aprobación ajena”. Por primera vez en tu vida no te importa el juicio de los otros. Estás seguro, muy seguro de lo que sentís, de lo que querés. Claro, este Kirón pronosticador lo vino a confirmar, pero si no lo hubieses leído, igual sabrías que todo va bien. Seguís leyendo: “por atareado o cansado que esté no descuide su apariencia”. Esto sí que no lo entendés. Siempre te bañás y afeitás, siempre con la camisa limpia, siempre los zapatos lustrados, siempre el peluquín ubicado en su lugar. Nunca te olvidás de colocarte el ojo de vidrio ni de aceitar las articulaciones de tu pierna ortopédica. Te preguntás entonces el porqué de la recomendación. ¿Tendrás mal aliento? Hace días que notás que ella está un poco distante y no te ayuda a cruzar la calle…pero pensás que si fuera eso, Kirón habría sido más claro: cuide su dentadura, cuide su aliento. No, no es eso, te decís. Tratás de recordar los últimos encuentros. Solamente  una cachetada que ella se merecía y nada más. Seguís tomando el café y descartás cualquier preocupación. Te aferrás a las primeras palabras: “va por buen camino…”
            Confiás en Kirón. Sabe de qué habla.

domingo, 6 de febrero de 2011

RAREZAS


Rarezas

            No hay error. Como si lo hubieran disfrazado hace cinco minutos de ser humano, aparece en el bar Dickens sin aviso como a la arena de un circo. Pero solo. Las cabezas giran hacia la entrada, incluso aquellas que tratan de mantener cierto generoso disimulo. Como estoy frente a esa puerta entrecierro un poco los ojos para enfocar la aparición. Cosas de la presbicia.
            Inmenso por cualquier perfil, torpe en el andar y con sobretodo, hoy que hace 34 grados a la sombra.
            Empiezo a transpirar bajo mi remera sin mangas. El bar cambia en segundos el aroma a facturas recién horneadas y a café fresco por un olor rancio que me hace estornudar. Escucho ecos en otras mesas. Carraspeos y toses.
            Está parado junto a una silla vacía en el medio del salón y no atina a sentarse. Baja la cabeza. Parece estar midiendo la fortaleza de las patas que lo tendrán que soportar. No se decide. La piel de su cara y de su cuello ostenta grietas antiguas y racimos de pelos entre los que me resulta difícil reconocer la boca y los ojos porque no distingo cejas, pestañas ni labios. Una nariz entubada cae floja hasta lo que sería un mentón, de haberlo.
            De reojo veo a los demás rascarse la cabeza, frotarse los ojos y limpiarse la nariz, con ese contagio a distancia que producen las cosas y seres que nos impresionan. Lo que más llama mi atención son las orejas. Vibran levemente como mariposas del pleistoceno, hechas de papel maché y colocadas por alguien, a propósito, a los costados de la gran cabeza. Sólo se escucha una respiración y definitivamente no pertenece a ninguno de nosotros. Es él. Áspera, arenosa, cavernaria.
            Como guiados por un dios piadoso, los músicos de la banda empiezan a afinar sus instrumentos, cortando el clima de estupor.
            Para sentarse junta dos sillas, con cautela de enorme. Con dos manos que recuerdan patas, hace la tradicional seña de un café a la dueña que, estupefacta detrás de la barra, lo está mirando. Pasan los minutos y nadie conversa. Música y respiración.
            Mientras retomo mi submarino, el mismo de todos los días a esta hora, recuerdo otra ocasión tres años atrás en la que aparecí por primera vez aquí. Me doy cuenta de que sin quererlo, estoy cruzando mis pies y mis brazos.
            Cuando Sarita le lleva el pedido, compasiva, se lo sirve en taza de café con leche, acompañado de un vaso cervecero de metal lleno de agua. Falta el pasto seco. Observo el gesto de la dueña, el mismo de aquella vez: apoya su mano sobre el hombro del nuevo y aprieta con suavidad. La cabezota se inclina rozándola con el mismo agradecimiento que yo sentí.
            El aire se llena repentinamente de comentarios y risas.
            Aquel otro día, recuerdo, aparentando un cancherismo desconocido hasta entonces, abrí la puerta y observé el lugar. Todas las mesas excepto la del medio (como por destino la misma a la que está sentado él) estaban ocupadas y los rostros se volvieron hacia mí. Silencio de sepulcro. Mis zapatos número 52, los brazos que me llegan a las rodillas, mis dedos de piel transparente y huesos del doble de longitud que lo normal, atraparon todas las retinas. Sorpresa y repulsión, la bienvenida.
            Pero a todo se acostumbra uno. Yo a mis irregularidades de nacimiento y los demás a mi presencia. Sé que me llaman ‘Alien’ (me lo dijo Sarita). ¿Cómo empezaremos a llamar al mastodonte?  Por mi parte, Mastodonte. Con el tiempo no le molestará, como a mí. Si lo miro con detenimiento y compasión, como ahora, puedo atisbar pupilas, labios y uñas. Sí, aunque cueste creerlo es una persona. Mañana, si vuelve, lo voy a invitar a tomar un café conmigo. 

UNA FAMILIA DE CUENTO


Una familia de cuento

           El Circo Argentino desarma su carpa por falta de público.
           Analía tiene 15 años y siete hermanos que la aman. Al morir sus padres en un accidente, quedaron solos. Hasta ayer, los más grandes mantenían económicamente a la familia: trabajaban como payasos en el Argentino porque todos son enanos, menos
ella.
           Analía es alta, pelirroja natural, buen cuerpo. Ahora deberá procurar el sustento y su príncipe azul esperará. ¿Para siempre? se pregunta mientras sube al auto en la zona roja de la ciudad.

Escritosdemiuniverso

Este blog es como ese universo que construyo día a día, con mis escritos y con los escritos de los demás para que nos enriquezcamos unos a otros. Siéntanse libres de publicar y comentar. Les ruego, sin embargo que lo hagan con el respeto y la cultura que distingue a un buen lector y escritor natural.



“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído…”
Jorge Luis Borges



Escritura

Escritura
esa pluma que todos hubiéramos querido tener entre nuestros dedos